añana se inicia en Caracas una jornada histórica de nuestra América. Los 33 jefes de Estado y de gobierno de la región dejarán constituida la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), organización de concertación política e integración que reúne por primera vez a esos estados exclusivamente. Han debido transcurrir dos siglos del inicio de nuestras gestas independentistas, de que Bolívar plasmara en la Carta de Jamaica (1815) el sueño de formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue todas sus partes entre sí y con el todo
, 185 años del Congreso de Panamá, postrer intento del Libertador de hacer realidad aquel sueño; 120 años desde que Martí abogara en Nuestra América
por el mismo objetivo: ¡los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas¡
La constitución de la Celac es el reflejo institucional de un nivel cualitativamente superior en la larga lucha de los pueblos de América Latina y el Caribe por su emancipación, integración y unidad. Expresa también la creación de una correlación regional y mundial de fuerzas bastante más desfavorable al ejercicio de la hegemonía de Estados Unidos de la existente hasta fines de la década de los años 90 cuando la fiesta neoliberal parecía interminable y algunos llegaron a creerse la fábula del fin de la historia.
Grandes movimientos populares antineoliberales al sur del río Bravo y sus combativas luchas condujeron al surgimiento de un conjunto de gobiernos con vocación social y más independientes de Washington. Estimularon la elevación de la conciencia latinoamericanista, antimperialista e incluso anticapitalista en nuestra región. La victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela y la derrota del golpe de Estado y el golpe petrolero de 2002 –orquestados por Bush y Aznar– marcaron el giro hacia la configuración del actual escenario geopolítico de América Latina, impulsado por la heroica resistencia de Cuba y consolidado por la llegada de Lula da Silva a la presidencia de Brasil y Néstor Kichner a la de Argentina. La derrota del ALCA en Mar del Plata, plan de recolonización yanqui de América Latina y el Caribe, marcó un hito histórico en la segunda independencia de Latinoamérica y un punto de no retorno.
Estimuló o reforzó nuevas victorias populares que llevaron al gobierno a Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega y permitieron la ampliación de la Alba, nuevo tipo de integración impulsada por Venezuela y Cuba fundada en la solidaridad, la cooperación y el intercambio justo, inspirada en la voluntad de reivindicar un socialismo renovado. Unidos a los gobiernos de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, y más recientemente Perú, ha hecho posible dar un impulso sin precedente a la integración latinoamericana, manifestada en la creación de la Unasur, la extensión de la Alba hacia América Central y el Caribe, y la gestación del proyecto de la Celac. Los gobiernos de derecha han comprendido la necesidad de participar de esta tendencia, cuando menos formalmente, para no quedar aislados del concierto latinocaribeño.
La Celac encarnará la voz independiente de nuestra región en el mundo multipolar en gestación, no la subordinada típica de la OEA y el TIAR, con su historial al servicio de los intereses de Washington, justificando sus intervenciones sangrientas y acogiendo a sus dictaduras militares amigas. La nueva organización se nutre de las experiencia de la Alba, la Unasur, el Caricom y el Grupo de Río, prueba de lo enriquecedoras que resultan la unidad y la pluralidad latinocaribeñas a la hora de concertar acciones comunes y entendimientos colectivos sobre el fondo unificador de una historia de luchas contra la explotación colonial y neocolonial y comunes raíces culturales indo-afro-europeas.
La Celac nace cuando más se le necesita para enfrentar la gigantesca crisis del sistema capitalista y sentar en nuestra comunidad de 500 millones de seres humanos los fundamentos de una nueva civilización amistosa con la naturaleza donde quepamos todos con paz, justicia y dignidad. Para la Celac, el desafío consistirá en mantenerse unida por sobre diferencias ideológicas, viejos agravios por territorios heredados del pasado, posibles tentaciones hegemónicas internas y los feroces intentos que, sin lugar a dudas, realizarán Estados Unidos y las derechas por dinamitarla. Soy optimista, apuesto por el éxito de la nueva comunidad.