Opinión
Ver día anteriorMiércoles 30 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tesoros hemerográficos
N

o había de otra, había que ir a la Hemeroteca Nacional. Aunque los periódicos mexicanos del siglo XIX contenidos en el acervo de la institución ya estaban digitalizados, solamente se podían consultar en la red bibliotecaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Pero hace dos semanas, una de esas noches de silenciosa lectura y búsqueda de datos para una investigación que tengo en curso, me lleve la muy agradable sorpresa de que los diarios decimonónicos que debía revisar habían sido liberados para ser consultados en línea. Amanecí bajando tantos diarios como mi computadora pudo procesar entre mediasnoches y gallos.

La UNAM ha puesto a disposición del público la consulta abierta y gratuita de millones de documentos, escritos y audiovisuales, a través del proyecto UNAM en línea (www.unamenlinea.unam.mx), y con ello está impulsando de forma singular la democratización del conocimiento. Antes, para tener acceso a los periódicos del siglo XIX, por ejemplo, era necesario tener el permiso escrito del director o directora del la Hemeroteca Nacional. Después, cuando los diarios fueron microfilmados, era posible leerlos en salas de la propia Hemeroteca, usando un aparato lector ahí disponible y seleccionar los documentos de nuestro interés para solicitar fuesen fotocopiados en el departamento de reprografía. Era necesario acudir unos días después a recoger las copias y revisar que fueran las solicitadas por uno.

Cuando ya el acervo de la Hemeroteca Nacional (siglos XVIII y XIX) estuvo digitalizado para ser leído en formato PDF, como dije antes, de todas maneras era necesario hacer el viaje a Ciudad Universitaria para hacer las consultas ahí, para después de haber hallado la información buscada hacer la solicitud correspondiente con el fin de que nos la entregaran en disco compacto (cidí). Entonces el servicio no era gratuito, debía pagarse por el cidí y cada página digitalmente grabada en el mismo. Aunque el costo no era elevado, si es que solamente se requerían grabar algunas páginas, el monto alcanzaba cifras considerables cuando lo pedido por uno comprendía meses o hasta años de alguna publicación.

Ahora la UNAM nos ha facilitado la paciente labor de mirar hacia nuestro pasado. La Hemeroteca Nacional Digital de México (www.hndm.unam.mx) es fascinante y flexibiliza las tareas de los investigadores. Por otra parte, ya no es necesario que cada interesado(a) en las publicaciones periódicas mexicanas decimonónicas deba consultarlas físicamente. Por muy cuidadosos que fuesen los lectores de esas joyas, necesariamente las manos que daban vuelta a sus páginas, lenta, pero inexorablemente, las iban deteriorando. La digitalización hace innecesaria la consulta física de los antiguos volúmenes, y los preserva para ser restaurados y/o custodiados por la UNAM.

En mi caso el interés está centrado en dos publicaciones del último tercio del siglo XIX, los periódicos liberales Siglo XIX y El Monitor Republicano. Estos diarios, más que otros de la época, dieron cabida en sus páginas al naciente protestantismo mexicano. Lo hicieron con cierta empatía por esa expresión religiosa, y difundieron, por ejemplo, el caso de la conversión del sacerdote dominico Manuel Aguas. Este personaje, hacia fines de 1868 inicia la lectura de la Biblia y meses después decide abandonar los hábitos sacerdotales para reflexionar acerca de qué hacer con su nueva convicción sobre que la Iglesia católica impulsaba una religiosidad ajena, y hasta contraria, a las enseñanzas bíblicas.

Manuel Aguas decide hacer pública su conversión al protestantismo, y en abril de 1871 El Monitor Republicano reproduce un escrito en el cual el ex sacerdote explica al superior de la orden (Nicolás Arias) las razones por las que ha dejado el sacerdocio católico. El documento es amplio, y después de haber aparecido en el periódico mencionado fue reproducido en varias ediciones como folleto para ser distribuido ampliamente. Yo conocía una de esa ediciones, realizada en 1899, la que ahora he podido comparar con el escrito original publicado en El Monitor Republicano tres décadas antes. Siempre es mejor tener acceso a los documentos fuente primigenia, por aquello de que en sus copias posteriores pueden filtrarse erratas de los copistas.

La puesta en línea de los diarios que hemos comentado facilita enormemente la investigación. Sin embargo, por si hiciese falta decirlo, para nada puede sustituir su lectura cuidadosa. No cabe duda de que entre más conocimientos de la época tenga quien acceda a los periódicos del siglo XIX, el fruto de su consulta será más fructífero. La digitalización de tantas y tantas páginas es una herramienta para ser celebrada y reconocida, pero serán papel virtual inerte sin las explicaciones necesarias que deben aportar los y las investigadores que nos ayuden a comprender las ideas y los hechos impresos en las vitales publicaciones del siglo XIX.

El rector José Narro anunció que todo lo subido en el proyecto UNAM en línea es apenas una primera etapa, que crecerá paulatinamente conforme la institución avance en la digitalización de otros fondos hemerográficos y bibliográficos. La tarea que viene es más ardua que lo hoy alcanzado; mientras, debemos felicitar ampliamente a la UNAM por haber lanzado a la red digital millones de recursos documentales. Termino porque voy a continuar la inmersión en los periódicos del siglo XIX.