Presenta en la FIL su más reciente libro autobiográfico A la caza de la mujer
No me interesa el mundo exterior, no leo y no conozco de géneros
Tengo que decir la verdad, pero no tengo que respetar el orden
, dice el perro diabólico de la literatura negra
Lunes 28 de noviembre de 2011, p. 9
Guadalajara, Jal., 27 de noviembre. Un tanto ausente, quizá fastidiado o cansado de tanto ajetreo en la promoción de sus libros, o tal vez muy metido en la elaboración cotidiana de su propia leyenda, el escritor estadunidense de novelas policiacas James Ellroy asume en entrevista con La Jornada: Soy un buen constructor de mi propio mito, del mito de Los Ángeles, del mito de Estados Unidos
.
Parco pero directo, al estilo de buena parte de sus exitosas novelas, como La dalia negra o L.A. Confidential, entre muchas otras, Ellroy (Los Ángeles, 1948) además comparte los elementos de su alquimia personal: El mito se resume en esto: la estructura interna que se refleja en lo público
.
El mundo interno
La charla con el narrador –autodenominado el perro diabólico de la literatura negra estadunidense
– se realiza en el piso 19 de un enorme hotel frente a la Expo Guadalajara, en un receso de su participación en la Feria Internacional del Libro. El motivo, la aparición en español de su reciente libro autobiográfico A la caza de la mujer, (Random House Mondadori).
El título en inglés fue The Hilliker Curse (La maldición de Hilliker). Jean Hilliker era su madre y fue asesinada cuando James tenía 10 años. Agregado a la tragedia se cuenta que ella le preguntó que si prefería irse a vivir con su padre. El niño le contestó que sí. Ella le dio una cachetada. Él deseó que se muriera. Y a los tres meses la mataron.
A partir de ahí, Ella
y las Ellas
que han visitado su vida durante las décadas subsiguientes se han imbricado en su mundo interno. De todo eso y mucho más trata A la caza de las mujeres.
Su vida también ha estado marcada por problemas de alcoholismo, drogadicción y con la justicia, inclusive estuvo un tiempo en la cárcel.
Ellroy aclara que en su libro Mis rincones oscuros detalla el asesinato de su madre en 1958 y su infructuoso intento de dar con el asesino. “Pero es un libro completamente diferente de A la caza de la mujer. Aunque pasa por los mismos territorios, toca cuerdas tonales muy diferentes”.
–¿Las autobiografías y las memorias son un género literario para usted?
–Sin duda deben ser un género literario, lo que pasa es que a mí no me interesa el mundo exterior, no leo, no conozco de géneros, no conozco los autores. Sé que la autobiografía y las memorias están bien posicionadas entre los géneros literarios desde hace 20 años. Pero no me interesa ni me involucro con ella, ni sé decirte a qué pertenezco.
–Al trabajar una narrativa, ¿cuál es la diferencia entre ficción y realidad, o por ejemplo, entre novela y autobiografía?
–En la autobiografía tienes que decir la verdad, mientras que para la novela, para la ficción, no existen límites. Cuando escribes sobre tu vida, el límite es la verdad.
–Precisamente, ¿qué le significó abrir su interior, sincerarse, no es una manera de hacerse frágil, quebradizo?
–La gente tiene una idea preconcebida de la autobiografía y de la vulnerabilidad a la que te expones. En mi caso, no me siento vulnerable, en mi caso es un placer hablar de la belleza de las mujeres en mi vida y de todo lo que ello implica. Estoy honrando a la mujer;, simplemente, estoy compartiendo con la gente lo que me ha pasado.
–A la mitad de la obra se observa al protagonista profundamente afectado, en plena crisis personal, vulnerable. Pero no es un personaje de ficción, es James Ellroy, en empatía y cercanía con el lector.
–Una muy buena percepción. En realidad, hay un poco de mí desperdigado en toda mi obra, sólo que en A la caza de la mujer el tema es cómo voy evolucionando junto con el lector y éste se va sintiendo identificado. Lo que hace que este libro sea tan interesante es que se va viendo la evolución del personaje desde que es joven hasta que se convierte en un hombre adulto. Es justamente esa ruptura, esa forma en la que va escindiéndose la historia, en la que al final se tiene al hombre maduro en una mirada retrospectiva, hacia lo que en algún momento fue. Justamente, eso es lo que genera la empatía con el lector.
–¿Cómo construyó a los otros personajes, Jean, Helen, Ericka, ya que no podía dar rienda suelta a la ficción, pues son personas ceñidas a su realidad? Debió ser más difícil en el caso de Jean, su madre, quien murió asesinada.
–Tengo una memoria privilegiada. Yo no interactúo con el mundo exterior, tengo una vida interior muy personal y una esfera de interés muy restringida, muy limitada, que está circunscrita a mi vida y mi interacción con las mujeres. El resto de lo que pasa en el mundo no me interesa y me tiene sin cuidado. Entonces, la combinación de mi memoria, la interacción con estas mujeres y las historias que cargo a cuestas, son como el costal del cual voy sacando la información, que está fresca, porque nunca he permitido que se introduzcan elementos externos al mundo que he ido construyendo. De ahí viene la construcción de los personajes.
–¿Cómo armó la trama, pues en la ficción usted maneja todas las variables, pero en la autobiografía, al basarse en la realidad y no en la invención del autor, no tendría todo bajo control.
–Yo hablo de los límites de la ficción y no de los límites de la memoria. El límite de la memoria es decir la verdad. Tengo que decir la verdad, pero no tengo que respetar el orden cronológico. Lo que sí tengo que hacer, y que son las libertades que me permito, es enfatizar aquello que me importa, omitir las cosas que no quiero compartir, decidir a qué le doy más relevancia y qué queda en la trama, pero de forma subyacente.
–¿De ahí surge la tensión narrativa, el suspense?
–Sí, desde luego, y además de mi instinto narrativo.
–¿Escribiría una novela policiaca sobre los crímenes del narcotráfico en México?
–No, no, no.
–¿Sobre el tráfico de armas de Estados Unidos a México?
–No me interesa, no leo los periódicos y no sé nada del mundo exterior.
–Usted parece ser un constructor creativo de su propio mito.
–Soy un buen constructor de mi propio mito, del mito de Los Ángeles, del mito de Estados Unidos.
–¿Cuáles son los elementos de ese mito que es James Ellroy?
–El mito se resume en esto: la estructura interna que se refleja en lo público. Todo lo que hay en mi interior y que queda reflejado en el exterior.