Grabó cerca de 60 discos con la colaboración de su esposo, Jordi Savall
Por su brillante trayectoria es un referente en la interpretación de la música medieval, barroca y renacentista
La feminidad nos permite acceder al mundo espiritual
, decía la cantante
Jueves 24 de noviembre de 2011, p. 6
Madrid, 23 de noviembre. La soprano Montserrat Figueras murió hoy en Barcelona a los 63 años, aquejada desde hace varios años de una grave enfermedad.
La evocadora y poética voz de la cantante sirvió de guía para numerosos proyectos dirigidos por su infatigable compañero y esposo, el musicólogo y violagambista Jordi Savall, por lo que se convirtieron en referentes de la música medieval, barroca y renacentista.
El ámbito musical llora su muerte y despide a una mujer que celebró la luz de la feminidad
como la puerta para acceder al mundo espiritual
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Montserrat Figueras nació en Barcelona, en 1948, en plena dictadura de Francisco Franco y en medio de una posguerra sombría y hambrienta. Desde pequeña bebió de la influencia musical de su familia melómana; su padre tocaba el violonchelo y era un asiduo a los conciertos y óperas de su ciudad natal.
Así se comenzó a forjar una vocación que abrió la puerta a una de las voces más sublimes de la música antigua, por su insaciable capacidad de innovación e investigación, pero también por algunas de sus interpretaciones históricas, que la convirtieron en leyenda viva: las arias y lamentos de Monteverdi o El canto de la Sibila.
La voz humana, modelo perfecto
Figueras, mujer espigada, de larga cabellera negra y mirada tan profunda como la luz espiritual de su voz, vivió sus últimos años entregada a varios proyectos, a pesar de la enfermedad que sobrellevó en silencio, concentrada en investigar los recovecos de la historia de la música. En su casa de Bellaterra, hermosa masía (casa rural típica de Cataluña), vivía rodeada de partituras, libros de música antiguos, una impresionante colección de instrumentos adquirida por ella y por Savall. Además de sus dos hijos, Ariadna y Ferrán, y su perra.
En 1968 completó en Basilea (Suiza) sus estudios con Kurt Widmer, Andrea von Rahm y Thomas Binkeley, en la Schola Cantorum Basiliensis y en la Musikakademie. A partir de los años 70, Figueras destacó entre los exponentes de una generación de intérpretes para los cuales resultó evidente que la música vocal anterior al siglo XIX necesitaba un nuevo enfoque técnico y estilístico, en el cual la belleza y la emoción de la voz recupera el equilibrio entre canto y declamación, al dar prioridad a la proyección poética y espiritual del texto.
Montserrat Figueras y Jordi Savall coincidían en evocar la voz humana como el modelo más perfecto y expresivo del canto melódico, como única vía para apoyar y acentuar el sentido de la palabra y la declamación.
En sus proyectos comunes –cerca de 60 discos– buscaron que la ornamentación y la improvisación estén siempre al servicio de la emoción
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Por eso crearon la Capella Real de Catalunya, el grupo de música antigua Ars Musicae, además de participar en la fundación de los conjuntos Hespèrion XXI, Le Concert des Nations y del sello Alia Vox, y con ellos y como solista abordó la recuperación de un patrimonio excepcional y ecléctico, con la interpretación del Cant de la Sibil·la, Ninna Nanna y Misteri d’Elx.
Uno de los proyectos que la hicieron sentirse orgullosa fue la recopilación que tituló Lux femine (900-1600), en la que buscó evocar la sensualidad y feminidad de la mujer como puerta de acceso al mundo espiritual. Así lo explicó la soprano: Es una historia con música sobre la mujer y una invocación a la feminidad, pues ésta es la que nos permite acceder al mundo espiritual. Lo hace a partir de siete aspectos de la mujer de la antigua Hesperia, desde la Edad Media hasta el Renacimiento. El número 7 es una cifra sagrada valorada por sabios y místicos de todas las épocas: es la unión del 4 (los cuatro elementos, los cuatro colores a partir de los cuales es posible obtener toda la paleta del arte) y del 3 (la Trinidad, la pirámide), que simbolizan la unión de todas las cosas del espíritu y la tierra, unión encarnada también en la figura de la mujer. Siete son los climas, los mares, los cielos, los días de la creación, y su carácter sagrado es compartido por la música, la poesía, así como por nosotros mismos, que podemos sacralizar o dar profundidad a lo que vivimos y hacemos: más allá de la música sacra, hay una forma sagrada de hacer música
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