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Puebla Turismo rural en la sierra norte Dos perspectivas encontradas Claudia Hernández García*, Karla Cruz-González Zamora ** V isiones encontradas del desarrollo turístico se despliegan en una región que se caracteriza por su fulgurante diversidad biocultural: la Sierra Norte de Puebla. En este artículo nos referiremos a dos experiencias paradigmáticas con impactos diferenciados a nivel regional: Zacatlán y Cuetzalan. Zacatlán, ciudad que constituye un acceso estratégico al corazón de la sierra, vive actualmente la vorágine del desarrollo turístico a partir de su inserción en el programa Pueblos Mágicos, iniciado desde 2001 en casi todo el territorio nacional. El desarrollo turístico dominante en la región ha proyectado hacer un corredor turístico a largo plazo que conecte toda la sierra, empezando por Cuetzalan, declarado pueblo mágico en 2002, y Zacatlán, que obtuvo su denominación el pasado 27 de abril. A unos cuantos meses de esta nominación y con una inversión de 20 millones de pesos, ya podemos ver los “cambios del progreso” prometido: pavimentación de calles céntricas, cableado subterráneo, así como el incremento del sector restaurantero y hotelero, con un beneficio para las familias “dueñas de Zacatlán”. Siendo una ciudad mestiza en su cabecera municipal y profundamente indígena en sus comunidades periféricas, Zacatlán ha “sacado” a la luz pública lo que antes era símbolo de atraso: sus pueblos nahuas y totonacos, que estaban totalmente olvidados y escondidos por los sectores dominantes. A partir del advenimiento del avasallador desarrollo turístico, “lo indígena” se ha convertido en un atractivo más del paisaje y se le exalta como aquello que hizo posible el bucólico entorno y el reconocimiento como pueblo mágico. El desfile de lo pintoresco se multiplica por todos lados y se corona en eventos marcadamente folklorizantes como la Primera Muestra de Etnias del estado, realizada los días 21 y 22 de octubre. Es elocuente la afirmación de una habitante de la localidad de Jicolpa, colindante a la cabecera municipal: “Es importante que conserven sus costumbres y tradiciones, eso atrae al turismo”. Mientras esta modalidad de la discriminación ocurre, el racismo continúa siendo una constante para los nahuas y totonacos de este municipio, que son excluidos y marginados de los servicios básicos y en general de los ámbitos político, social y económico. En la misma región y a contrapelo de la tendencia dominante, en el municipio de Cuetzalan se fraguan día a día otro tipo de experiencias. Una es la de un grupo de mujeres indígenas nahuas conformadas en una importante organización: Maseualsiuamej Mosenyolchicauanij (Mujeres que Trabajan Unidas). Habiendo iniciado en los años 90s y con unas 120 socias actualmente, su principal actividad es la producción y comercialización de artesanías, además de la promoción de los derechos de las mujeres, la salud reproductiva y la erradicación de la violencia doméstica. Un componente más de su proceso organizativo surgió en 1997, cuando se enfrentaron al reto de impulsar un proyecto turístico en torno a un hotel sui generis: el Taselotzin. Los servicios que ofrecen son más o menos similares a los de otros proyectos de turismo rural: contacto directo con una exuberante naturaleza, educación ambiental, venta de artesanías, gastronomía local, medicina tradicional y arquitectura local, y en este caso, servicio de temazcal. Lo distintivo de este proyecto es sin duda la autonomía y el control del proceso que mantienen las mujeres organizadas respecto de sus esposos, del Estado y de las empresas turísticas. Ser parte de esta organización ha significado un cambio de vida para las socias de Maseualsiuamej, no exento de contradicciones pero sin duda profundamente liberador de un sinnúmero de formas sutiles y no sutiles de opresión; el turismo constituye no un fin, sino un medio, tal vez temporal, para la reproducción ampliada de la multifuncionalidad campesina.
Actividad económica emergente, bajo sus diferentes formas y modalidades dominantes y subalternas, el turismo rural regional se ha convertido en una arena de disputa entre diferentes actores que operan bajo lógicas distintas, no necesariamente excluyentes. Importantes redes sociales como el Colectivo Regional para el Desarrollo con Identidad (Cordesi) se esfuerzan por incidir en el diseño y la ejecución de políticas sustentadas en la participación de las comunidades indígenas y campesinas. Sin embargo, mientras ello ocurre, en la sierra se ciernen otro tipo iniciativas que amenazan con hacer inviables hasta las modalidades más empresariales del turismo convencional: nos referimos a las Ciudades Rurales, la minería a cielo abierto y las plantaciones de monocultivos comerciales, entre otras.
Nicaragua Turismo a pura voluntad
Cooperativa las pilas-el hoyo Manuel Fandiño Proteger la Reserva Natural de los volcanes Las Pilas-El Hoyo en León, Nicaragua, y a la vez vivir del turismo en esa zona, es la tarea que se propuso hace ya más de diez años un grupo de campesinos, sin contar con nada, ni tierra, ni capital, ni conocimientos sobre esa actividad; sólo pura voluntad. ¿Cómo hicieron? Flor Danelia Velázquez, una de las iniciadoras de la experiencia y actual vicepresidenta de la cooperativa que organizaron, Las Pilas-El Hoyo, lo explica así: “La iniciativa surge del gran problema de no tener trabajo ni tierras para sembrar. Mario, mi marido, de niño siempre iba a pasear con su papá del lado de los volcanes, y al ver aquella tierra tan hermosa sola, pensó en pedirle permiso al Estado y a la alcaldía para sembrar frijoles y tener unas cabras, y a la vez cuidar toda la zona de los incendios. Yo en ese tiempo, para ayudar al mantenimiento del hogar vendía mechas de lampazo, hilazas y escobas de monte, porque él apenas sembraba”. Igual impresión tiene Favio Membreño, otro de los iniciadores de la experiencia: “En la zona no hay trabajo. Sólo se consigue para un ratito, para unos diítas, en la época de siembra o de cosecha; no hay algo con lo que uno pueda decir de aquí me mantengo”. Después del huracán Mitch en 1998, algunos pobladores buscaron ayuda ante el desastre que habían vivido, y como recuerda Flor Danelia, “la alcaldía nos mandó un organismo, para que nos apoyara. Les propusimos un proyecto con dos objetivos: buscar empleo aprovechando el turismo y proteger el área para conservarla y que no terminara siendo un desierto. La idea les gustó, y en conjunto con la alcaldía nos ayudaron a capacitarnos y hacer una pequeña construcción en la base del Cerro Negro, que es el actual centro de interpretación (...)”. Pero para llegar a tener estas condiciones mínimas pasaron como siete años protegiendo la zona y atendiendo turistas sin nada: caminando a pie o a caballo los 24 kilómetros que hay hasta la base del Cerro Negro, durmiendo en champas o en casas de campaña... Por eso Mario Munguía, el iniciador de esa iniciativa, la llamaba “turismo de aventura y sobrevivencia”: “Era friendo y comiendo, hablando y haciendo. Hemos sido capaces de soñar y de hacer realidad esos sueños. Los que iban, mandaban a otros, y empezamos a buscar costos, a armar propuestas (...) Hoy somos una cooperativa con 16 socios y acompañamos turistas al Cerro Negro, a Las Pilas-El Hoyo, a toda la cordillera de Los Maribios y a todo el Pacífico. Nos hemos constituido en cooperativa para ser libres e independientes y paliar las necesidades de la gente pobre de las comunidades. Hoy somos 16 socios. Doce trabajan en el centro de interpretación en la base del Cerro Negro, organizados en dos grupos que se turnan cada semana. Limpian los caminos, reparan los senderos, cuidan la zona de los incendios y de los cazadores, reforestan, atienden a los turistas (...). “Antes nadie llegaba al Cerro Negro ni a los otros volcanes. Los veían como una amenaza, como un motón de piedras quemadas. Por otra parte, los volcanes estaban indefensos: no tenían ninguna protección, ni de las comunidades, ni de la alcaldía, ni del Estado. Eran tierra de nadie, a pesar de tener uno de los mejores patrimonios de Nicaragua, de ser como un tesoro con un enorme potencial para turismo (...) Por eso siempre pensamos que protección y turismo tenían que ir de la mano.” Los socios de la cooperativa siguen con sus actividades productivas tradicionales: siembra de frijoles, maíz, ayotes (...) y con otras nuevas compatibles con la conservación del área protegida, como la apicultura, los zoocriaderos y la siembra de flor de jamaica. Lo anterior se complementa con el trabajo de recibir y acompañar turistas. Pero no todo ha sido fácil. La cooperativa ha tenido que superar dificultades muy grandes y tiene retos que la obligan a seguir fortaleciéndose, como explica don Favio: “La mayor dificultad que hemos vivido fue cuando el ex alcalde de León quiso quedarse como manejante del área y que nosotros, que ideamos y creamos la iniciativa, fuéramos sus trabajadores. Para desalojarnos nos mandó a la policía acusándonos de tráfico de drogas, como hacia Somoza. Mientras no hubo nada, no hubo problema, pero cuando ya hicimos el Centro de Interpretación, empezó el pleito (...) Menos mal que las nuevas autoridades municipales y el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales parece que tienen voluntad de ayudarnos y de reconocer el trabajo que hemos venido haciendo”. |