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Honduras Micos Beach and golf resort Giorgio Trucchi Honduras sigue debatiéndose en medio de una fuerte crisis económica, política y social, originada por el golpe de Estado de junio de 2009. El nuevo gobierno, encabezado por Porfirio Lobo, ha impulsado una estrategia para tratar de “normalizar” la situación en el país y las relaciones internacionales para reactivar los flujos de divisas e inversiones. El turismo de enclave parece ser uno de los sectores privilegiados por la nueva administración para lograr ese objetivo. En este sentido, el complejo turístico Los Micos Beach and Golf Resort, mejor conocido como Bahía de Tela, representa la obra maestra de una Estrategia Nacional de Turismo Sostenible (ENTS), que persigue transformar el litoral Caribe de Honduras en el “Cancún de Centroamérica”. Sin embargo, varios sectores de la población hondureña siguen rechazando no sólo ese proyecto, sino también un modelo de desarrollo que consideran gravemente dañino para el país, generador de divisiones en las comunidades y que beneficia solamente a los grupos económicos que ya controlan la política y la economía de Honduras. Inicialmente la iniciativa fue concebida como un megaproyecto, sin embargo la crisis económica internacional que se inició en 2008 obligó a su remodelación, pasando a ser considerado más bien como una propuesta de turismo residencial. En cualquier caso, el entusiasmo mostrado por el sector público y los principales grupos económicos del país –ambos actores involucrados en el proyecto– contrasta con la férrea oposición de sectores de la sociedad hondureña y en particular de la población garífuna-afrocaribeña de la zona. Múltiples son las denuncias presentadas por varios sectores de las comunidades garífunas: despojo de tierras comunales, corrupción en los patronatos, represión y amenazas, daños ambientales, aumento de la vulnerabilidad ante el cambio climático, pérdida de la cultura y de la idiosincrasia ancestral garífuna, usurpación de los recursos naturales y divisiones internas. En fin, un proyecto y un modelo turístico hechos a la medida del gran capital, que benefician a unos pocos y que dejan más pobreza y subdesarrollo para la inmensa mayoría de la población. Según Martina Meléndez, ex directiva del patronato de Tornabé, el despojo de las tierras de las comunidades garífunas inició en los años 90s, con el gobierno de Rafael Leonardo Callejas. “Comenzó la corrupción. Tornabé no tenía un título de dominio pleno y algunos de los líderes de la comunidad convencieron a las personas, diciéndoles que si vendían las tierras al proyecto turístico les iban a entregar el título sobre el resto de la tierra. Les pagaron una miseria y el dinero quedó en pocas manos. Ahí comenzó el problema. La gente cambió. Tanta es ahora la ambición por las tierras colindantes con el proyecto Bahía de Tela que hasta entre nosotros hay serios conflictos y divisiones. El garífuna no es así, no es su naturaleza. Somos personas que nos protegemos los unos a los otros, pero ahora es diferente y la ambición se ha adueñado de nuestras comunidades”, subrayó Meléndez. La Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh) responsabiliza al megaproyecto turístico por lo que está pasando: “Antes de que llegara el proyecto la gente estaba tranquila. Con las primeras ventas de tierra y el desarrollo del proyecto Bahía de Tela iniciaron los problemas y la carrera de la gente para vender. Se comenzó a crear confusión entre la gente, falsas necesidades y empezaron a perder su autoestima, su cultura, a despertar la ambición. Una ambición que ha ido creciendo y ha generando divisiones, conflictos”, aseveró Alfredo López, vicepresidente de Ofraneh. López denunció también la represión contras aquellas organizaciones que siguen luchando contra el desarrollo de Los Micos Beach and Golf Resort. “Es una represión latente, con amenazas constantes. Recibimos llamadas telefónicas en la oficina de Ofraneh o en nuestras propias casas. Nos dicen de todo. Además, hay casos de acusaciones y demandas falsas en los tribunales. Sin embargo, no nos van a detener”. Ante las declaraciones del Instituto Hondureño de Turismo (IHT) y los impulsores del proyecto turístico sobre los beneficios que éste va a traer a las comunidades garífunas, la reacción de varias de las personas entrevistadas fue muchas veces de incredulidad. En una nota de prensa, Ofraneh señala que: “El modelo de turismo de enclave nunca va a traer beneficios verdaderos para nuestras comunidades. Nunca se socializó de verdad el proyecto. Más bien se manejó entre los impulsores del proyecto mismo y los dirigentes de algunos patronatos o patronatos paralelos: empresarios convertidos en supuestos líderes, que ven el turismo como sinónimo de desarrollo, sin tener en consideración el esquema de exclusión que conlleva el turismo de enclave.” *Una versión completa de este artículo puede encontrarse en la página web de Alba Sud, www.albasud.org Honduras
El turismo en la costa norte: experiencias de recoturh Beatriz Martín En la costa norte hondureña (Caribe Esmeralda) la Estrategia Nacional de Turismo Sostenible (ENTS), impulsada por el Instituto Hondureño de Turismo (IHT), definió tres polos de desarrollo turístico. Por un lado, La Ceiba, centro de distribución turística y donde destacan los segmentos de sol, playa y ecoturismo. El otro polo era Tela, modelo de sol y playa tradicional, con un desarrollo turístico marcado por el proyecto Bahía de Tela. Por último, Trujillo, definido también para los segmentos de sol y playa combinados con cultura y el proyecto denominado Ciudad Modelo, aprobado recientemente y por el cual el país concesiona parte del territorio del municipio a un país extranjero, para que establezca allí, con sus propias leyes y reglas económicas, una ciudad autónoma o charter city, orientada al comercio y a las finanzas, disponiendo así de libertad para tomar cualquier tipo de decisión dentro de esta ciudad, lo que se podría calificar como un nuevo modo de colonialismo moderno. Pese al enorme potencial y diversidad que ofrecen las comunidades locales, poco ha tratado el IHT el turismo comunitario en la región, dejando de lado algunas de las experiencias turísticas más enriquecedoras que presenta el área. Dos ejemplos son la cultura garífuna, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), escasamente promocionada y apoyada en el destino, y los pech, etnia indígena que debido a su minoría ha sido escasamente incluida en las estrategias turísticas. En este escenario caracterizado por un débil apoyo institucional, existen iniciativas comunitarias que aunque de forma tímida y tras un largo periodo, están encontrando un espacio en el mercado turístico actual de la costa norte hondureña. En este sentido, destaca el trabajo realizado por la Red de Comunidades Turísticas de Honduras (Recoturh). Esta organización surgió en el año 2006 con el apoyo de la Red Ecologista Hondureña para el Desarrollo Sostenible (Rehdes) y Nepenthes (actualmente Bosques del Mundo, una organización no gubernamental danesa) a partir del Proyecto Turismo Sostenible en Honduras Fase I, donde se estableció la necesidad de crear un espacio de comunicación y coordinación con las comunidades beneficiarias. Recotuhr nació con el objetivo de dinamizar turísticamente a las comunidades –por medio de la gestión de recursos y el posicionamiento en el mercado– para así aumentar sus ingresos económicos. Las comunidades que constituyeron la red son parte de la población rural de la costa norte hondureña, viven en su mayoría en condiciones de pobreza y sus actividades de subsistencia están provocando una fuerte presión sobre los recursos naturales, al no disponer de alternativas económicas viables. Desde la constitución de Recoturh, han pasado más de cinco años, durante los cuales la organización ha pasado por diferentes fases, algunas muy negativas, como la crisis política del 2009, que afectó gravemente la imagen de país; eso motivó que cayera la afluencia turística, y el turismo comunitario, que comenzaba a estar más posicionado, sufrió un serio retroceso. Aun así, actualmente son 11 las comunidades que conforman Recoturh, distribuidas en las zonas de amortiguamiento de las principales áreas protegidas del destino y siguen en aumento. Cada una, por medio de comités de turismo organizados, ofrece una serie de servicios y productos turísticos, que son comercializados por la Central de Reservaciones Turísticas, creada y gestionada por Recoturh y con sede en la Cámara de Turismo de la Ceiba. Respecto de su funcionamiento, en la Red existe una junta directiva formada por los miembros de los comités, que junto con la Asamblea General constituida por todos los comunitarios, se encargan de gestionar y dirigir Recoturh. Asimismo, Recoturh ha apoyado las iniciativas emprendidas por los más jóvenes comunitarios, y son varias las microempresas de servicios turísticos que han sido constituidas para atender la demanda del área. La Recoturh en la actualidad es una organización que ha conseguido una estructura estable, con capacidad para atraer nuevas fuentes de financiamiento, y con un dinamismo que se plasma en la visión de convertirse en líder en la facilitación de actividades dirigidas a promover y desarrollar el turismo comunitario, e ir creciendo hasta convertirse en una Red independiente, sostenible técnica y financieramente, que incluya a todas las comunidades de Honduras.
El Salvador Cinquera: restaurando el bosque con el turismo rural comunitario Ileana Gómez Galo Cinquera es un municipio ubicado en la zona paracentral de El Salvador, tiene mil 465 habitantes, su nombre de origen lenca significa “cerro de piedras y pacayas”. En los años 70s se caracterizaba por la deforestación debido a la extensión de zonas de cultivos de subsistencia; la guerra obligó a los pobladores a abandonar sus viviendas y lugares de cultivo y ello propició la recuperación natural del bosque que los pobladores decidieron mantener cuando retornaron a finales de los 80s. En lugar de talar y sembrar maíz y frijol, los pobladores emprendieron diversos esfuerzos comunitarios para mantener unas cinco mil 300 hectáreas de bosque secundario, convirtiendo a Cinquera en un caso exitoso de restauración de ecosistemas. El Bosque de Cinquera es valorado porque garantiza la provisión de agua para las comunidades, además tiene un valor simbólico ya que proporcionó refugio y sustento a los grupos de combatientes y población civil que se defendió de los ataques de la fuerza armada por más de una década. Gracias a un fuerte sentimiento de apropiación del bosque se están construyendo estrategias, como el turismo rural comunitario, basadas en los servicios ecosistémicos que éste proporciona. El Parque Ecoturístico Bosque de Cinquera se constituyó sobre un conjunto de propiedades privadas, municipales y comunitarias, y actualmente está en proceso de ser denominado área protegida. Es manejado por los pobladores organizados en la Asociación para la Reconstrucción y Desarrollo Municipal (ARDM) quienes planifican, regulan y definen el plan de manejo del área protegida y la oferta turística. Esta última consiste en senderos, campings, cabañas y miradores, para practicar turismo de aventura, exploración e investigación de la fauna y flora nativa. Además se exhiben vestigios de la vida de los campamentos guerrilleros. En 2010 el Parque Ecoturístico recibió unos ocho mil visitantes, la mayoría nacionales, especialmente estudiantes de educación media en giras educativas o de recreación. Las actividades turísticas y de conservación emplean directamente a unas 40 personas, sobre todo mujeres. Incluyen la fabricación de artesanías basadas en productos del bosque y de la agricultura local, y la promoción del uso sostenible de biodiversidad mediante el establecimiento de zoocriaderos de iguanas y un mariposario. La reivindicación de la historia local es parte importante de la identidad turística. En el casco urbano se conserva la iglesia parroquial semidestruida por los bombardeos del ejército. Al frente de la iglesia hay tres bombas que no estallaron y que sirven para llamar al servicio religioso. En su fachada se pintaron murales de monseñor Óscar Romero y Rutilio Grande, mártires religiosos de la Iglesia Popular que son los referentes de las ideas y cultura de los lugareños. El valor agregado del turismo comunitario en Cinquera es que forma parte de una estrategia para la generación de opciones productivas basadas en el aprovechamiento sustentable de los ecosistemas. Se desarrollan experiencias de agricultura orgánica; recuperación de semillas criollas de maíz y frijol, y actividades de manejo forestal como reforestación, conservación de cuencas, control de incendios y vigilancia. Para esto cuentan con apoyos de cooperación internacional y pequeños montos provenientes de los fondos ambientales del Estado, como el Fondo de Inversión Ambiental y el Fondo de la Iniciativa de las Américas, El Salvador (FIAES). Pese a sus esfuerzos, Cinquera sigue siendo uno de los municipios más pobres de El Salvador, las opciones productivas basadas en el bosque no han despuntado y requieren de fuertes apoyos estatales. Dentro del municipio hay grupos de habitantes de migración reciente que no formaron parte de la historia de la repoblación y no ven al bosque como opción para sus medios de vida, más bien realizan una fuerte presión para talarlo e introducir ganado o sembrar granos básicos. Actualmente Cinquera es uno de los sitios donde el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales arrancará el Programa Nacional de Restauración de Ecosistemas y Paisajes, el cual busca estrategias participativas para promover prácticas agrícolas y agroforestales orientadas a mejorar la resiliencia frente al cambio climático. Puede ser la oportunidad para que Cinquera demuestre que la mejora de las condiciones de vida de las comunidades rurales puede ser realizada con prácticas sustentables y dentro de éstas el turismo rural comunitario tiene un rol relevante.
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