l mercado de falsos al parecer no es acción penalizada en país alguno y por supuesto México no es la excepción. La diferencia principal estriba en que, contrariamente a lo que acontece en otras latitudes los fakes
de determinados artistas se detectan con bastante facilidad. No me refiero predominantemente al Dr. Atl (también muy falsificado, tanto que es de difícil pesquisa) sino, sobre todo, a Frida Kahlo, Diego Rivera y en escala descendente a Remedios Varo, a pesar de que esta pintora cuenta con el excelente catálogo razonado (tres ediciones) publicado por Era, en el que trabajó por años Walter Gruen junto con su esposa Alexandra Varsoviano, con la eventual asesoría de Alberto Blanco y en menor medida de quien escribe esta nota.
Las últimas piezas no atribuibles a los supuestos autores cuyas rúbricas o iniciales comparecen en las piezas, venían acompañados de documentos firmados por personas que hace tiempo tuvieron auge en el terreno de la crítica de arte. No me es posible revelar sus nombres, pero sí que los documentos atributorios o ceriticatorios que firmaron contravinieron el criterio de especialistas como Raquel Tibol, Helga Prignitz y Andrés Blaisten, entre otros.
¿Qué mueve a una persona calificada como crítico o connaisseur a emitir este tipo de documentos? En primer lugar, creo, la idea de que se posee la autoridad para hacerlo. Si un coleccionista o dealer solicita el documento, es que confía en el criterio de quien va a emitir el documento y, por tanto, ejerce sobre el connaisseur sus poderes de persuasión. Como es sabido, eso le sucedió hasta a uno de los expertos más famosos del mundo: Bernard Berenzon, cuya autoridad respecto de la pintura italiana de los siglos XV y XVI fue incuestionable en muchos aspectos, incluyendo sus libros y sus listados que siempre estaban sujetos a revisión.
En segundo lugar, las certificaciones son en buena medida las responsables de la posible venta del producto, como ilustran los documentos de esa índole ocasionalmente emitidos por artistas de renombre que décadas atrás fueron muy próximos al maestro o maestra a quien se pretende atribuir la pieza. De este modo, es posible afirmar que el supuesto autorretrato de Frida Kahlo colección del Club de Industriales es, sí, un retrato, pero no un autorretrato.
Un caso princeps lo ofrece esta pintora a través del libro Finding Frida Kahlo, publicado por Princeton Architectural Press, New York, en edición bilingüe con ISBN 078 1 56898- 830-6. La autora, Barbara Levine, contó con la colaboración de Stephen Jaycox, pero hay que tener en cuenta que ellos, en sus textos, no se comprometen a testificar sobre la autenticidad de los productos con los que trabajaron. Sin embargo, alguien que conoce, aunque sea medianamente la obra de la pintora, cae pronto en cuenta de que los supuestos 10 autorretratos allí reproducidos (uno en una paleta de pintor) no fueron efectuados por ella, de modo que la totalidad del material, que incluye cartas, prendas de vestir, recados, etcétera, quedó puesto en duda y armó una polémica que hasta donde sé aún subsiste.
En dicho libro, página 27, se reproduce en muy pequeño formato un documento de autentificación, acompañando la efigie de una de las varias variantes (no efectuadas por Frida) del cuadro en este caso particular denominado de la venadita
, que por lo que se ve, se ha convertido en favorito de quienes han optado por expandir los temas iconográficos fridescos. Este certificado, quizá emitido de buena fe (todo mundo es susceptible de equivocación) fue emitido por uno de los fridos
discípulo y amigo de la maestra Frida en 2006, de modo que habían transcurrido poco más de 50 años entre la muerte de ella y la emisión del documento que menciono, mismo que incluye fotografía del implausible cuadrito que ostenta la siguiente leyenda: para quien me consuela y mi agradecimiento. Frida Kahlo
.
Sólo puedo hablar de mi experiencia personal, que es la que conozco menos mal. A lo largo de varios lustros sólo en una ocasión me ha tocado ver en manos de particulares que buscan orientación, un Frida Kahlo legítimo. Se trata del cuadro de las Azoteas, adquirido por el INBA, del que existen dos versiones, una original, la del INBA, y otra que es una copia. Un supuesto autorretrato observado recientemente, entrega su rostro suavizado y es un pastiche de varios cuadros originales, en su mayoría efectuados en 1940. Se denomina Autorretato con mono (el monito copiado del que acompaña a Frida en el Autorretrato de 1938, que pertenece a la colección del Museo Allbright Knox, de Buffalo). Este es el cuadro que cuenta con certificación de un perito, mismo al que aludí al principio de esta nota. ¿Que necesidad hay de tomar esos riesgos?, tarde o temprano la falsificación sale a la vista.