Arte blasfemo
penas este octubre, como si estuvieran en un castillo medieval vertiendo aceite caliente sobre el enemigo, dos católicos integristas apostados en el balcón exterior del Teatro de la Ville de París arrojaron tinta y aceite usado de automóviles sobre el público formado en la banqueta para ingresar a ver la obra Sobre el concepto del rostro del hijo de Dios, del dramaturgo Romeo Castellucci.
La policía acordonó la zona y encerró a quienes se metieron al café adyacente Sarah Bernard para lavarse las manchas o refugiarse.
La obra gira alrededor de la miseria humana, los límites de la piedad, la misericordia y la bondad, para terminar en una confrontación del hombre con su salvador, representado por una proyección del rostro de Cristo del pintor renacentista Antonello de Messina, contra el que termina el hombre arrojando granadas
y bolitas de excremento
.
Un día antes, miembros del Instituto Civitas interrumpieron la representación con protestas que se enlazan con las que promovieron la destrucción de dos obras en un museo de Avignon en abril de 2011, una de ellas la fotografía Piss Christ del artista afrocubano Andrés Serrano, quien explicó que el crucifijo en plástico inmerso en un vaso de su propia orina y sangre
ilustra mediante un objeto banal de devoción en Estados Unidos, la millonaria industria del Cristo-de-las-ganancias
.
Aunque los responsables del acto en Avignon no fueron castigados, un abad declaró que el poder público favorecía el anticristianismo: “imaginen que Mahoma o Ana Frank son metidos en orines –dijo–... pero el laicismo es sólo contra Cristo, pues se ha dejado instalar el islam en Francia”.
Mientras defensores de la libertad de expresión consideran que la autoridad no ha reaccionado debidamente ante la intolerancia violenta de los distintos integrismos, pues si bien toda protesta de quienes se sienten injuriados en sus sentimientos religiosos es audible, el paso al acto agresivo-destructivo debe ser reprimido ejemplarmente
, porque “la ambigüedad del Estado puede llevar a una escalada donde terminen por ser quemadas Las flores del mal de Baudelaire”, escribe un historiador del arte.
Yuriria Iturriaga