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Reporte Económico

México. Producción de alimentos

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a superficie sembrada en el país con los 10 principales cultivos fue en 2010 de 13.2 millones de hectáreas: 10.5 millones con los cuatro básicos (maíz, trigo, frijol y arroz), 470 mil hectáreas con cuatro oleaginosas (ajonjolí, cártamo, algodón hueso y soya) y 2.2 millones con sorgo y cebada.

Esta frontera agrícola ha venido disminuyendo en los pasados 25 años. En 1985 México sembró 15.5 millones de hectáreas (15.3% más) de estos 10 cultivos: 12.0 millones de granos básicos, 1.2 millones de oleaginosas y 2.3 millones de sorgo y cebada.

Agroalimentos básicos

Vista quinquenalmente, la superficie sembrada de maíz registró su máximo en 1995 con 9.1 millones de hectáreas, disminuyendo de ahí consistentemente hasta las 7.8 millones (13.6% menos) sembradas en 2010 (Gráfico 1).

El frijol también alcanzó su máximo en 1995, con 2.4 millones de hectáreas sembradas, superficie que en 2010 fue de sólo 1.9 millones.

El trigo llegó a 1.3 millones de hectáreas en 1985 y en 2010 a únicamente 700 mil; en 1985 el arroz cubrió 270 mil hectáreas y de ahí cayó a 50 mil en 2010.

No obstante esta disminución conjunta de hectáreas sembradas (de 12.0 millones en 1985 a 10.5 en 2010), la producción acumulada de los cuatro granos básicos aumentó de 21.0 millones de toneladas en 1985 a 27.4 millones en 2010 (Gráfico 2) debido en parte a los aumentos logrados en la productividad por hectárea y también a la espectacular irrupción de Sinaloa como gran productor de maíz.

En el caso del maíz, con mucho el principal producto alimentario del país, su producción ascendió a 22.4 millones de toneladas en 2010, siendo los principales estados productores: Sinaloa 5.2, Jalisco 3.4, estado de México 1.5, Michoacán 1.5, Guerrero 1.4 y Chiapas 1.4 millones de toneladas.

La productividad en estos estados es, sin embargo, muy dispar: Sinaloa alcanzó en 2010 un rendimiento de 9.96 toneladas por hectárea y Jalisco de 6.00 mientras que el Estado de México únicamente 2.85, Michoacán 3.29, Guerrero 3.03 y Chiapas 2.03. A escala nacional, el rendimiento promedio fue muy bajo, de sólo 3.26 toneladas por hectárea.

Déficit de alimentos

México acusa una fuerte dependencia externa en su alimentación básica. De ser prácticamente autosuficiente en los años 60 y 70, para 1985 ya importaba 16.3% de su consumo de los cuatro granos básicos y para 2010 casi un tercio, 31.9%. En este último año, según cifras revisadas de Sagarpa, 26.6% del maíz consumido fue importado, 51.9% del trigo, 9.6% del frijol y 79.9% del arroz (Gráfico 1).

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En cárnicos, en 2010 fue importado el 13.7% del consumo de res, 43.1 de puerco y 15.8% de ave (Gráfico 3).

En huevo, el país es prácticamente autosuficiente, pero en leche existe un fuerte déficit que en 1990 llegó 31.7% del consumo y en 2010 fue de 12.9% (Gráfico 4).

Esto sin considerar que el consumo de alimentos en México está muy por abajo del aceptable, pues 21.1 millones de personas (el 18.8% del total) padecen, para nuestra vergüenza, insuficiencia alimentaria.

Conclusiones

Replantearnos el tema alimentario como derecho de todos los mexicanos, como autosuficiencia estratégica y como calidad sanitaria no es un capricho, es una necesidad vital del país, que no puede seguirse viendo únicamente con la estrecha óptica del mercado, la rentabilidad o la competitividad.

Es necesario recuperar la frontera agrícola de cuando menos 12 millones de hectáreas de básicos, realizar cuantiosas inversiones en infraestructura hidráulica y caminos, y elevar los rendimientos por hectárea, sobre todo en el minifundio.

Gravísimo fue desaparecer a la Productora Nacional de Semillas, a Fertimex (fertilizantes) y a Conasupo (comercialización) para entregar el campo a las trasnacionales, los acaparadores y los grandes intermediarios, que de nueva cuenta exaccionan sin control al agro con una pinza de insumos caros y precios bajos. Recuperar estas áreas y desarrollar tecnologías propias es el camino.

Cerrar además drásticamente las puertas a los alimentos contaminados y/o alterados de origen es un imperativo de salud pública, y hasta una garantía de ser en el futuro un país exportador exitoso de productos limpios y naturales. Ni carne con clembuterol, ni pollos con hormonas, ni hortalizas y frutos contaminados, ni tortillas transgénicas. La prevención de la salud pública ahí empieza, cuesta poco y debemos exigirla.

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