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“Tengo güevos e inteligencia para ser campeón”

Nacido en EU, pero de herencia mexicana, Chris Arreola busca el título de peso completo

 
Periódico La Jornada
Miércoles 2 de noviembre de 2011, p. a40

Chris Arreola es mexicano por herencia y afición. Nació en un barrio infestado de pandillas en el lado este de Los Ángeles, California, pero siempre consideró que su patria era el país que habían dejado sus padres, migrantes provenientes de Sinaloa y Durango. Enorme, de casi dos metros de estatura, ha dedicado su vida al boxeo y quiere ser el primer campeón mexicano en los pesos completos. “Para eso hacen falta güevos e inteligencia… Yo tengo ambos.”

Recuerda que un día quiso entrar al mundo de las gangas –como llama a las pandillas que asolaban el lado este angelino–, pero su padre le sacó la idea a fuerza de manotazos; le dijo: Chamaco cabrón, ¿que usted es de qué pandilla? ¿Para eso me he chingado el lomo?

Luego de las bofetadas le ordenó buscar ropa para hacer deporte y se lo llevó directo a un gimnasio de boxeo. Desde entonces, cuando era todavía un niño, Chris Arreola no dejó de entrenar. Dice que la disciplina que le inculcaron impidió que terminara en la cárcel o envuelto en líos de bandas, como la mayoría de los chicos de su barrio.

Mi mamá era costurera, hacía colchones, y casi no la veía; por eso estuve muy apegado a mi papá, quien era carpintero y boxeador aficionado, cuenta en un español fluido, pero con cierto matiz que le ha dejado el inglés que habla en la vida cotidiana.

Esa pasión por el boxeo alimentó sus vínculos con la cultura y las tradiciones mexicanas; con Sinaloa, la tierra de su madre, y con todo lo que ocurre de este lado de la frontera.

Me crié como mexicano, soy mexicano nacido allá, aunque no quisiera, yo estoy acostumbrado a todo lo que se hace aquí, dice con los gestos de un niño enorme.

Esa conciencia de la identidad nacional hace que Chris Arreola esté empecinado en convertirse en el Jack Johnson mexicano. Lo dice cerrando el puño, porque admira al primer afroestadunidense que obtuvo un campeonato en la división de los superpesados en las primeras décadas del siglo pasado, cuando aquello era un asunto de población blanca.

Tal como ahora, cuando los afroestadunidenses han sido desplazados por los boxeadores europeos, sobre todo por ese par de gigantes ucranianos, los hermanos Vitali y Vladimir Klitschko, quienes se mantienen invictos y prácticamente sin oponentes reales en los superpesados.

Hace un par de años Arreola quiso realizar esa aventura. Llegó con sobrepeso, lento y sin mucha destreza para enfrentar a Vitali, quien sin mucho espectáculo y con el mínimo esfuerzo le dio una paliza al mexicano nacido en Los Ángeles.

En la esquina lloraba Arreola desconsolado, como un bebé de más de 100 kilos. Dice que lo que le dolió fue no poder cumplir su sueño, la impotencia de no hacerle daño a ese ucraniano que se limitó a hacer un desabrido uno-dos, suficiente para mantener su corona.

La verdad es que yo no era muy disciplinado. Llegué muy pesado, sin entrenar como debía, y me faltaba mucho colmillo, reconoce.

“Sentí que toda mi vida se iba por el toilete”, expresa con evidencia de que aún le duele, tragando saliva cuando lo rememora.

Desde entonces recuperó la esperanza. Ahora dice que se ha preparado como nunca. Luce delgado y parece muy confiado en que a más tardar el próximo año volverá a medirse con aquel hombre ante el que parecía diminuto.

Será histórico si lo consigue, pues el único mexicano que ha disputado un título en los completos fue Manuel Pulgarcito Ramos, quien sucumbió dolorosamente ante el mítico Joe Frazier. El único latino que ostentó un cetro en esa categoría fue el boricua John Ruiz, pero Arreola inmediatamente se desmarca.

Él era de Puerto Rico. Yo soy mexicano. Nada que ver. Si tú preguntas en la calle quién es John Ruiz, nadie lo recuerda; a mí sí me van a recordar cuando pase el tiempo, ataja para no volver a tocar el tema.

No es fácil, porque los mexicanos somos pequeños, pero cada vez hay más peleadores en la división mayor; muchos que están en California, pero que son de este lado, como de Mexicali.

Antes de ese latente combate ante Vitali Klitschko, el próximo año, tiene una cita en México, la primera en toda su carrera de peleador. Este sábado enfrentará al estadunidense Raphael Butler en León, Guanajuato. No cabe de orgullo por pelear por primera vez en la tierra que dejaron sus padres.

Después, dice, que venga Klitschko, porque ahora asegura que sí podrá derrotarlo. Porque no son invencibles, porque ahora está mejor preparado, porque quiere que la gente lo recuerde, pero sobre todo porque dice que hacen falta dos cosas para ser el primer campeón mexicano de los completos: Tener güevos e inteligencia, y él, está seguro, tiene los dos.