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Madeleine Peyroux, un espíritu en evolución
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Periódico La Jornada
Sábado 29 de octubre de 2011, p. a20

Que un disco que extrajimos del estantero que dice jazz en la tienda de discos inicie con una pieza de Lenin y Big Mac (Lennon y McCartney), transcurra con obras coescritas por la protagonista del álbum, una de ellas con el ex Rolling Stone Bill Wyman, y entre su listado de canciones incluya una de Bob Dylan y otra de Robert Johnson, resulta irresistible.

Ya en pleno uso del aparato reproductor (jeje), es decir cuando suena el disco en los altavoces, la secuencia de aciertos se desata.

Standing on the rooftop se titula el nuevo disco de la maestrísima Madeleine Peyroux. Logra el propósito fundamental que nos tiene a todos en esta vida transitoria: evolucionar.

Los tracks 3 y 6 pero en realidad el disco entero materializan la intención declarada de experimentar con sonidos más duros, incluso sonidos que puedan resultar feos, en búsqueda de algo más salvaje y crudo que la voz que tengo.

Desde ahora, entonces, el sambenito aquel de que Madeleine Peyroux es la que canta igualito que Billie Holiday empieza a quedar atrás, sin renunciar a esa atmósfera tan exquisita, que es en realidad el punto de encuentro entrambas.

En efecto, escuchar cantar a Madeleine Peyroux equivale a ser abrazado y abrasado por ella. Tiernamente acurrucado. Nos acomoda en su regazo, sobre su pecho, entre sus brazos.

Cada sílaba, cada respiración, cada suspiro.

¡Ah, las dulces caricias que nos tiende Madeleine cada vez que desliza notas hacia abajo, hacia arriba, hacia los lados! Y nos mece.

Algo similar a lo que sucede cuando canta otra favorita del Disquero: la entrañable Melody Gardot. Pero ella merece nota aparte.

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Al debut deslumbrante con el álbum Dreamland, hace 15 años, el formidable segundo disco: Careless love, de hace siete y los subsecuentes que ha documentado ya el Disquero, se ubica este nuevo trabajo de manera literal como su título lo indica: Sobre el Mismísimo Techo (Standing on the rooftop, jeje).

La guitarra magistral de Marc Ribot; el piano de Su Eminencia El Señor Allen Toussaint (colaborador igualmente de otro campanazo reciente: el disco de Hugh Laurie que aquí reseñamos hace pocas semanas); y la co-escritura del bajista ex stone Bill Wyman, entre otros componentes afortunados, convierten el nuevo disco de Madeleine Peyroux en nuevo hito.

Habrá quien se resista al cambio y exija que Madeleine siga cantando como Billie Holiday, cuando en realidad esa es una leyenda urbana, puesto que nunca ha sido el objetivo imitar a la diosa, además que igualmente gravita el peso específico de otra voz-piedra-filosofal: la de Bessie Smith entre la miríada que conforma el encanto estilístico de Madeleine Peyroux.

Alguien más acertadamente apuntó en algún momento que la de la Peyroux es una voz de humo de cigarro y vapor de whisky.

En realidad, se trata de una voz que expresa la belleza en transición, el amor incondicional en forma de caricias, la expresión esplendorosa de un espíritu en plena evolución.

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