ligió el camino más complicado porque quiso –y pudo– restituirle a la política el objetivo primordial de transformar lo que parece irreversible. Fue el líder necesario en los momentos que, como él mismo solía decir, estábamos en el infierno
. Le devolvió a los argentinos la posibilidad de apropiarse de la autoestima, de la convicción que un pueblo necesita para crear su propia historia y darle, así, sentido a su biografía.
Cuando llegó al poder, con mayor cantidad de desocupados que de votos que lo legitimaran, entendió que la solución cotidiana de los problemas públicos mediante la gestión le daría la posibilidad de emparentarse con un pueblo que hizo suyo desde el inicio de su mandato, en 2003. Tradujo en política pública la demanda de amplios sectores sociales, al tiempo que entendió que las necesidades de la sociedad argentina postcrisis de 2001-2002 requerían transgresión y originalidad en la toma de decisiones.
Sus gestos, su manera de ser, su postura descontracturada frente a la solemnidad y el protocolo del poder, lo mimetizaron aún más con su pueblo. Esas actitudes fueron parte de un líder político que entendía la emergencia y la prioridad de las circunstancias, separándose de las formas que encierran al ejercicio de la presidencia. De esta manera, Néstor se convirtió en estadista, porque supo traducir en políticas concretas las demandas de la coyuntura con una visión de largo plazo, con una planificación que se propuso mejorar cualitativamente a toda la sociedad.
Es así que avanzó en una política de derechos humanos que devolvió memoria, verdad y justicia; es así que recuperó la capacidad de decidir sin condicionamientos al cancelar la deuda con el Fondo Monetario Internacional; es así que restructuró la deuda externa con una quita de 70 por ciento; es así que le devolvió a la Corte Suprema de Justicia su función de árbitro imparcial; es así que, a través de esa sana rebeldía que desafiaba a los poderes fácticos, recuperó institucionalidad, poder de decisión, y desterró la impunidad.
La simbiosis afectiva y política con su compañera de toda la vida hizo que ese par perfecto perdiera su mitad más visceral. Pero la pérdida irreparable alcanzó un sentido político a partir de la irrupción de aquel sector de la sociedad que mantenía latente el mensaje del 25 de mayo de 2003: un amplio sector de la sociedad entendió que había que incorporarse definitivamente a un proyecto colectivo que se constituía como un relato de trascendencia histórica. Ese sólido núcleo de apoyo lo aportó una generación que había decodificado el mensaje de Néstor, y se apropió del mismo. Como suele decir la presidenta Cristina Fernández: En toda la juventud militante él está presente
. Esos jóvenes son quienes hoy ratifican la identidad política del proyecto colectivo, al tiempo que transforman los sueños de Néstor en realidades concretas.
Hoy, a un año de la pérdida de Néstor, los argentinos comprometidos con este proyecto político-social, que nació de las cenizas de la peor crisis que la Argentina haya vivido, entendemos y estamos convencidos que hay que profundizarlo. El mejor resguardo y tributo a su memoria es levantar sus banderas más allá de las adversidades, porque es esa la única forma de terminar con la imposición de los intereses sectoriales que a lo largo de la historia argentina condujeron el destino colectivo.
La apelación a la sensibilidad de los dirigentes para que abandonen la retórica voluntarista y resignifiquen la función del servicio público para incorporar más compatriotas a una vida digna, tal cual el legado de su mandato político, es condición necesaria para estar a la altura de las circunstancias históricas que exigen un desarrollo que avance hacia la soberanía política y la independencia económica.
Sobre el final de su vida abrazó la causa continental. La concreción de la Unasur y la secretaría general que dejó vacante fueron formas que adquirió su compromiso con América Latina. Él creía que la unión de nuestras naciones sería la garantía para concretar el destino de grandeza que está construyendo nuestro continente.
Es así que en ocasiones, cuando los líderes políticos dejan literalmente la vida para defender sus convicciones, se comprende que las causas por la defensa de los pueblos son más justas y más nobles. Néstor defendió sus convicciones con su cuerpo y, así, su alma vive en los cuerpos de millones de argentinos que hoy caminamos con un recuerdo que nos ilumina, pero que nos llena de responsabilidad.
Y finalmente fue su pueblo el que, por medio del emocionante ejercicio democrático, brindó la palabra más elocuente y le tributó el mejor homenaje. El pasado 23 de octubre ese pueblo ratificó, con un contundente 53 por ciento de los votos, la voluntad de continuar con ese sueño que tomó forma de proyecto de transformación social a partir de mayo de 2003, cuando Néstor Kirchner comenzaba su mandato presidencial.
*Embajadora de la República Argentina en México