Mil disculpas
ntes de entrar en materia, debo reconocer y agradecer a don Roberto Millán Cruz, el Pachá de Madero, por recordarme el verdadero nombre de la carpa que se ubicaba en San Juan de Letrán, hoy Eje Central, que equivocadamente cité como carpa México en vez de carpa Colonial, plataforma de lanzamiento de Jesús Martínez Palillo, que al pasar posteriormente al Follies Bergere anunciaban como el flagelador de los inverecundos
.
Le daré un poco de crédito, pues ni su nombre me dijo, a otro enkobio que fue a buscarme adonde voy a merecer
para reclamarme no haber nombrado el Maricel, centro de salud que estaba en Santa Veracruz, donde Moy Domínguez, acompañado del conjunto de Juan Manuel Colombo, la hacía chillar fuerte
noche a noche. Así que para ellos van las disculpas, pero recuerdan que a cualquiera se le muere un tío
y no soy la excepción de la regla.
Sólo que a este yeneka se le pasó que el Maricel apareció a mediados de los años 50 del siglo pasado, y los demás que cité fueron anteriores. Pero, debo sincerarme, fueron para mí unos años sensacionales, pues fui conociendo no sólo soneros magníficos y también aprendiendo términos y truquitos que aparecen con la práctica y dan aumento al bagaje de conocimientos necesarios para conocer a fondo el son, pues, como lo he escrito, esto del son no es cosa de enchílame otra gorda
.
Precisamente, de eso habla Arroz con habichuelas, numerazo del Gran Combo que los nenes de Borinquen
interpretaron el sábado 8 del presente en El Rodeo Santa Fe en un baile que estuvo lleno hasta las lámparas, donde también actuó la Sonora Ponceña, acto que dio mucho para comentar. No voy a expresar lo que no me gustó porque no se vale aquel viejo refrán de limosnero y con garrote
. Así que gracias, señor Miguel Herrera, y esto tómelo como un comentario para mejorar sus espectáculos: procure conseguirse un buen sonido, es decir, alguien que de verdad sepa, porque tanto en La Maraka, donde actuó mi admirado Tito Allen, como en El Rodeo, la música se convirtió en ruido y no se vale disminuir la calidad de dos agrupaciones, como diría Lalo Tréllez, de primerísimo nivel, porque hace aparecer la impaciencia del público al cual, le recuerdo, las orquestas tienen que afinar.
Dejando de lado lo que no me gustó, déjeme decirle, mi asere, que a pesar del tormentón hubo un entradón impresionante y eso comprueba que el respetable no se equivoca. El Combo y la Ponceña son un agasajo para la trompa de Eustaquio y me obligaron a recordar tiempos idos.
En 1964, año de la feria mundial en Nueva York y la primera vez que pisé la gran manzana, los negritos del sabor
tenían un disco, como dicen por allá, pegadito totalmente, con canciones como Martha yo tengo un dolor, Ojos chinos y Jala-jala, que un grupo de princesas fueron cantando al escuchar un programa de radio, mientras nos dirigíamos a beber chocolate y meter mano a unas minidonas. Por desgracia, no los alcanzamos a tiempo; una semana antes habían terminado su temporada.
Al regresar a México, Luis Demetrio (RIP) nos tenía una tremenda sorpresa: un contrato con Armando Bo para ir a Panamá (pre carnaval, carnaval y carnavalito). ¡Qué cura!, decía Ismael Rivera. Y, nos encontramos con El Gran Combo, que a la sazón tenía locos a los pasieros con El caballo pelotero. El hijo de Miguelito Valdés, Chengue, era el mandamás de la televisión, y al terminar un programa nos dio la noticia de que El Gran Combo tocaba en el Toldo del Ferrocarril, y fuimos a conocerlos. Déjeme decirle, mi enkobio, por el tiempo transcurrido he escuchado y visto a varios Gran Combo, pero ése era uva
; saludos, Eddie Pérez. Cada número tenía una rutina y fue tanlos nenes de Borinquen
. Nos hemos encontrado en distintos países; por eso el sábado 8 fue muy especial para éste, su nagüeriero.
Pese a que ya le pusieron apellido a la salsa, ahora resulta que es salsa en línea, ¡sea por dios! Bueno, este aprendiz de sonero comprende que cada generación tiene derecho a sus preferencias, pero para mí la única salsa es la que se hace utilizando el molcajete y tejolote.
Señor Herrera, siga trayéndonos esos regalos, pero con tiempo para que tengan prueba de sonido y, por favor, con alguien que sepa. Le recomiendo a un cuate que se llama Rafael Hernández y le dicen El Gallo. Mientras tanto, felicidades y muchas gracias, Chano y amigos que le acompañan. ¡Vale!