no de los propósitos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y sus acuerdos paralelos en medio ambiente y trabajo, vigentes desde enero de 1994, fue reducir la generación de residuos tóxicos y peligrosos en México, Estados Unidos y Canadá. Además, reciclarlos lo más posible, controlar su traslado ilegal y, como paso final, depositar el resto adecuadamente. Han pasado 17 años de la entrada en vigor de dicho tratado y los reportes oficiales muestran que México tiene enormes lagunas en todos esos campos. No cuenta todavía con la capacidad para procesar los desechos provenientes de la industria instalada en su territorio, en muy buena parte propiedad de empresas estadunidenses o canadienses. Apenas trata menos de 10 por ciento de tales residuos a lo que se une su baja capacidad de reciclarlos. En cambio, las estadísticas (con las limitaciones que tienen, pues no incluyen el contrabando), muestran que México importó durante los años que lleva de vigencia el TLCAN unas 360 mil toneladas de residuos peligrosos. Con el agravante de que figuran en la literatura mundial como potencialmente dañinos para la salud de la población y el medio ambiente.
Alarma saber que, mientras las instituciones de salud pública y los centros de investigación especializados en el tema de la contaminación señalan como muy peligrosos los residuos de plomo, cadmio, mercurio y níquel, por ejemplo, y que hasta se aprueban normas oficiales para controlar y evitar lo más posible que causen daño a la gente, lleguen al país procedentes de nuestro principal socio comercial. Así, al problema de la baja capacidad de reciclaje y disposición adecuada de los residuos se agrega la llegada de más basura tóxica con el fin de separar de ella los componentes que pueden reutilizarse o venderse. Y en el colmo, que sea legal y no exista un control sobre la basura que no genera alguna utilidad a los empresarios que se dedican a procesarla y entonces se quema o va a dar a tiraderos a cielo abierto, donde crean serios problemas. Bueno es también señalar que el país no cuenta con los suficientes sitios para depositar correctamente y con normas de seguridad extrema la basura tóxica.
En todas partes se cuecen habas en cuanto al manejo ilegal de tales desechos. Por ejemplo, Europa ha convertido al continente africano y ciertos países del sur de Asia en destinos predilectos para su basura peligrosa y eludir la legislación que en sus países de origen existe sobre la materia. A Pakistán manda España basura tóxica (desde refrigeradores y aparatos eléctricos de cocina hasta pilas y computadoras) para recuperar el hierro, el cobre y el acero. Pero el aceite, el gas, los metales pesados que contiene esa chatarra eléctrica se queda en Pakistán, agravando los problemas ambientales y de salud que ya tiene. Y como sucede en México, existe un enorme tráfico ilegal de residuos pues no todos los países de la Unión Europea tienen los sistemas de control en sus puertos para evitar que salgan. Por eso las autoridades dudan de las cifras sobre el reciclaje y la disposición segura de los desechos, una forma de reconocer el contrabando de esos materiales.
Lo anterior se comprueba también con la información procedente de empresas recicladoras
con plantas en Marruecos, China, India, Gambia, Ghana, Nigeria o Malí y con los cementerios de chatarra electrónica que allí existen. Esto ilustra cómo fallan los sistemas de control en los países de origen y el poder de las mafias que se dedican a dicho traslado y que funcionan gracias a la corrupción de las autoridades del país generador y del receptor. Un próspero pero negro negocio que florece pese a que desde 1992 existe un convenio internacional que prohíbe el traslado ilegal de residuos peligrosos.
En el sexenio del doctor Zedillo se nos prometió resolver los problemas relacionados con la generación, manejo correcto, reciclaje y destino final seguro de las sustancias tóxicas y peligrosas. Igual los dos sexenios panistas, pero la información oficial disponible muestra que los avances en la materia son insuficientes y que esa basura indeseable sigue acumulándose por todo el país.