n el contexto de la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II y los 40 de la Teología Latinoamericana de Liberación, que culminará con el Congreso Continental de Teología del 7 al 11 de octubre de 2012 en Sao Leopoldo, Brasil, el pasado fin de semana concluyeron en la ciudad de México los trabajos de la Jornada Teológica de la Región Norte, con el tema general de Esperanza de liberación y teología
. Teniendo como eje transversal la Espiritualidad para la paz
en el tratamiento de los temas particulares sobre migración, participación ciudadana, derechos humanos, economía, ecología y prácticas eclesiales, en ella participaron más de tres centenares de teólogas y teólogos cristianos de México, Estados Unidos y Canadá, afiliados a las iglesias católica, bautista, presbiteriana, luterana y metodista, entre otras.
La jornada, cuyos documentos de trabajo, fotos y videos están disponibles en la liga http://jornadasteologicas.org, constituyó un ejemplo de la ruptura de la desconfianza entre las iglesias, así como un testimonio vivo de que mediante la participación ecuménica se logra transitar hacia la amistad, con la posibilidad de –sobre una plataforma común– fortalecer la esperanza de liberación en el actual contexto de violencia y fragmentación que ha arrasado con miles de vidas humanas.
Con ese propósito, los participantes hicieron suyas las palabras de la teóloga mexicana María del Pilar Aquino, desde hace años radicada en Estados Unidos, cuando cuestionó como deshumanizador el mundo modelado por el capitalismo mundial, a causa de la intensificación de la desigualdad y la pobreza, ya insostenibles.
En un contexto de sociedades divididas, en palabras de la teóloga, las y los actores religiosos comprometidos con el cambio social están llamados a afirmar valores y objetivos compatibles con un mundo más justo, y a decir no a la intratabilidad y el sectarismo. Para estos cristianos y cristianas, reconocer la activa participación de las religiones en el mantenimiento de las divisiones humanas y sociales durante siglos, supone asumir un papel activo en los procesos de construcción de paz.
Entre las herramientas metodológicas propuestas para esta tarea ecuménica, la teóloga María del Pilar Aquino insistió en la necesidad de acudir y aprovechar el bagaje académico sobre la construcción de la paz, con la advertencia de que el poder de las religiones ha sido utilizado tanto para instigar conflictos dañinos, como promover acciones individuales y colectivas en el cambio constructivo de sociedades y culturas. Y por ello se propusieron acciones y estrategias para responder a los nuevos retos en cada uno de los temas particulares señalados.
En lo que se refiere a la práctica eclesial, se planteó la necesidad de que las iglesias se interesen por el mundo de los jóvenes; por trabajar con mayor ternura, amor, cariño, acogida y respeto, y por recuperar la espiritualidad que reconoce a Dios dentro y fuera de los templos, en lo sagrado de la vida, en el dolor y en el sufrimiento.
En el tema de ecología se admitió que la defensa del medio ambiente debe ser una prioridad estratégica en los planes de las parroquias, iglesias y comunidades, por lo que como eje transversal debe construirse una pastoral ambiental. Deben generarse iniciativas de cooperación ecuménica y una agenda con la sociedad civil y las autoridades, con el fin de incidir en las políticas públicas municipales, estatales, nacionales e internacionales de cuidado del medio ambiente.
La reflexión teológica debe pasar también por una espiritualidad ecológica. Sobre la participación ciudadana se habló de impulsar nuevos modelos de Iglesia y de evangelización, con ministerios que amplíen la inclusión de laicas y laicos que descentralicen los servicios pastorales, así como encarar, reconocer y asumir la realidad de violencia extrema que vivimos, cuidando de no reproducirla, sino de impulsar luchas no violentas y pacíficas.
Asimismo se propuso participar en las luchas y los procesos del pueblo, formando y fortaleciendo a víctimas y defensores, impulsando procesos de liberación en los espacios de jóvenes, niñas y niños, y distinguirse como creyentes por el servicio comunitario, la unidad, el diálogo, la reconciliación, la formación y la serenidad.
Respecto de la economía, para las zonas urbanizadas se insistió en la necesidad de aprender a leer los nuevos ritos urbanos en clave de economía ecológica, de retomar la espiritualidad para transitar terapéuticamente del consumismo a la austeridad y de trasformar la economía de sobrevivencia en una de solidaridad. Se llamó a desenmascarar en el ámbito rural el progreso que vende el neoliberalismo, así como los programas de gobiernos y empresas agrícolas trasnacionales que empobrecen, esclavizan y destruyen la tierra. Los desafíos en este campo se dirigieron a recuperar la economía solidaria y a formar asociaciones y redes sociales para producir y comercializar los frutos del campo en un comercio justo.
Sobre el tema de migración se propuso consolidar redes locales binacionales entre las iglesias para apoyar los centros de atención a migrantes y empujar su ciudadanización, con el fin de hacerlos más independientes de la jerarquía eclesial.
En el tema de derechos humanos se propuso trabajar por una mayor articulación en su defensa y promoción, comprometer a las iglesias en la denuncia pública de las violaciones, y acompañar a las víctimas. Dicho y reflexionado todo esto, el mensaje final de la jornada concluyó afirmando que la Teología de la Liberación sigue viva.