Revela la Enadis 2010
Ser moreno, casi un delito
FOTO: Nacho López, Sólo los humildes, 1954 |
Casi seis personas de cada diez en
México consideran que en gran
medida o “algo” se insulta públicamente
a las personas en nuestro
país por su color de piel, y 22.4 por ciento
piensa que en gran medida no se respetan los
derechos de los indígenas, de acuerdo con el
Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación
(Conapred).
En su Encuesta Nacional sobre Discriminación
en México (Enadis) 2010, hecha
pública en abril de 2011, y que implicó cuestionarios
aplicados en 13 mil 751 hogares,
que involucraron a 52 mil 95 personas de 301
municipios de las 32 entidades federativas, el
Conapred revela consideraciones de la sociedad
sobre los llamados grupos minoritarios,
relegados o tradicionalmente maltratados,
como son los homosexuales, los indígenas,
los trabajadores domésticos, los no católicos,
los inmigrantes centroamericanos, los discapacitados,
los adultos mayores, los jóvenes,
los niños y niñas, y las mujeres.
El documento (Enadis 2010) destaca que suman ya diez
años desde que en México se incorporó el
derecho a la no discriminación en el Artículo
1 de la Constitución, pero los resultados
de la encuesta demuestran que ese derecho
no se cumple.
Una pregunta inicial de la encuesta fue:
“Siempre hay diferencias entre la gente que
vive en un mismo lugar, ¿qué tanto cree usted
que (diversos factores) provoquen divisiones
entre la gente?” Y el resultado fue que
seis de cada diez consideró que la riqueza
causa mucha división. En ese grado de “mucho”,
casi cinco por ciento señaló a los partidos
políticos como causantes de división,
44.4 dijo que la educación, 29.4 dijo que la
etnia, 26.8 señaló que la gente que llega de
fuera, 35.6 que la religión y 38.1 por ciento
dijo que los valores diferentes. Esto muestra
una sociedad muy intolerante.
Ante la pregunta de ¿qué tanto cree usted
que en México se insulte en la calle a las
personas por su color de piel?, la respuesta
de 29.9 por ciento fue “mucho”, la de 24.9
“algo”, otro 24.9 dijo “poco” y 17.5 por ciento
dijo “nada”.
Y en respuesta a la pregunta de ¿qué tanto
no se respetan en México los derechos
de los indígenas”, 22.4 por ciento dijo “mucho”,
31.3 respondió “poco” y 44.1 por ciento
dijo “nada”.
El Conapred mostró a sus entrevistados una
serie de imágenes con una gama de nueve
tonos de piel; en el caso de las mujeres, el mayor
porcentaje, 32.5, se identificó con el tercer
tono desde el más blanco hasta el más moreno.
Un 5.0 se ubicó en el tono siete, 5.9 en el
tono ocho y sólo 3.8 por ciento se identificó
con el tono nueve, el más moreno. En el caso
de los hombres, el mayor porcentaje, 20.7, fue
también de identificación con el tercer tono
desde el más blanco al más moreno, pero sí
hubo más hombres que mujeres que se autoconsideraron
morenos. En los tres tonos más
oscuros de piel se identificaron 27 por ciento.
Por otra parte, la encuesta aplicó un cuestionario
específico a personas que se reconocen
como parte de un grupo étnico para conocer
sus percepciones sobre la discriminación (lo
hizo también con los otros grupos susceptibles
a la discriminación).
Resulta revelador que 19.5 por ciento de
los indígenas entrevistados considera que
el principal problema para su grupo es la
discriminación; 13.3 por ciento dijo no saber
cuál es el problema principal, el 9.4 dijo que
la pobreza, 8.8 señaló que la falta de acceso
al apoyo del gobierno, 6.8 dijo que su lengua
es el principal obstáculo, 4.9 mencionó el
desempleo, 4.1, la falta de respeto a las costumbres
de su grupo, 3.8, señaló la indiferencia
y porcentajes menores consideraron que
sus problemas principales son la falta de educación
especial, la violación de sus derechos,
la inseguridad, la violencia y otros.
El norte de la República es donde se resiente
más la discriminación étnica. Según el documento,
en Baja California y Baja California
Sur, seis de cada diez personas de minorías
étnicas reconocen la discriminación como su
principal problema. En Chiapas, Guerrero y
Oaxaca tres de cada diez personas opinan lo
mismo, y en contraste, una de cada diez piensa
igual en el Distrito Federal y Estado de México.
Cabe señalar que entre las minorías, la percepción
de la discriminación es más aguda
en los homosexuales que en los grupos indígenas.
El cuestionario aplicado específicamente
a ellos señaló que 52 por ciento, o sea
uno de cada dos, ve la discriminación como
su principal problema, mientras que 26.2
considera que lo es la falta de aceptación, 6.2
por ciento dice que son las críticas y burlas y
6.1 dice que la falta de respeto.
La encuesta señala también que casi cuatro
de cada diez miembros de un grupo étnico
consideran que no tienen las mismas oportunidades
que los demás para conseguir trabajo.
Tres de cada diez piensan que no tienen
las mismas oportunidades para recibir apoyos
del gobierno y uno de cada cuatro dijo no
contar con las mismas oportunidades para
tener acceso a servicios de salud o educación.
Es en el norte de la República donde esta
percepción de la población indígena está
más acentuada. En Coahuila, Nuevo León y
Tamaulipas seis de cada diez personas de minorías
étnicas consideran que no tienen las
mismas oportunidades para conseguir trabajo.
Contrasta con la región de Campeche,
Querétaro y Yucatán, donde sólo dos de cada
diez compartieron tal opinión (LER).
El huevo de la serpiente
Dichos que balconean los orígenes del racismo
en el México moderno
Finquero alemán (1835)
La pereza y la embriaguez son los vicios
nacionales de los chiapanecos.
Los indios sólo trabajan cuando se ven
obligados a procurarse lo muy poco
que requieren para sus necesidades
domésticas. En reemplazo a la antigua
mita, los propietarios rurales han sabido
establecer el trabajo por obligación
judicial, dando a crédito a los indios bebidas
alcohólicas y toda clase de objetos
que les son útiles; y como los indios
no tienen otro medio de pagarlos, desquitan
su precio con trabajo. Edward
Mühlenpford.
Finquero alemán (1912)
A las naciones europeas les falta hacer
uso del derecho caucásico con las razas
del segundo y tercer grado, las que junto
con su inclinación al ocio, tienen la
inclinación al engaño y al robo. Las naciones
colonizadoras caucásicas tienen
pues, desde el punto de vista de la raza,
el derecho a quitarles a las poblaciones
flojas la tierra en la medida en que no
la trabajan. Este derecho es por raza
aunque no jurídico: esto lo exige la Ley
del Progreso y del Desarrollo. Es forzoso
imponer el trabajo moderno al indígena
indolente, bajo la mera del desarrollo
nacional-social, y más aún cuando se
trata de razas a las que les falta el deseo
de trabajo emprendedor, así como
la persistencia. Paul Furbach.
Finquero mexicano (1910)
Si en vez de 11 millones de indios esparcidos
en el campo y la montaña tuviéramos
la misma suma de emigrantes
extranjeros de todas o de cualquier nacionalidad,
seríamos un país 30 veces
más rico, más respetado, más fuerte.
Luego, si es cierto, que sí lo es, es porque
la raza indígena estorba nuestro
progreso. Maqueo Castellanos.
Libro de texto (1889)
Cuatro razas distintas componen la población:
la india o natural del país, la
europea, la negra y la criolla. La clase
llamada principal está formada por las
personas más ilustradas o que poseen
el elemento vital de los capitales. En
los individuos de esta clase reside el
ejercicio del comercio, de las profesiones
científicas, de las bellas artes y la
literatura, pudiendo competir por su
ilustración, con los moradores del viejo
continente. Los indios por su carácter
indolente, y más que nada por su falta
de ilustración, constituyen en nuestro
país un elemento casi nulo, siendo un
factor insignificante en el consumo
y producto de la riqueza pública. De
la raza indígena pueden hacerse tres
grandes divisiones: 1.- Indios de civilización
primitiva, que son inteligentes
y activos, conservan intactas sus antiguas costumbres y su idioma, consagrándose
particularmente a la agricultura y algunas manufacturas
ordinarias como fabricación de
sombreros, esteras, trastos de barro,
etcétera. 2.- Indios degenerados, cuyas
costumbres, idiomas y hasta su constitución física ha cambiado por completo,
siendo indolentes, desaseados y de
torpe inteligencia. 3.- Indios bárbaros,
que son pérfi dos, crueles, guerreros
constantes, no reconocen las autoridades
y viven del pillaje. Alberto Correa, Geografía de México.
Gobernador de Sonora (1910)
Los únicos seres en todo México contra
quienes puede lanzarse el cargo
de barbarie son los indios de Sonora y
Yucatán, cuya resistencia a todo influjo
civilizador parece haberles conquistado
la simpatía de ciertos escritores. Estos
indios han retrasado el progreso. No
ha quedado al gobierno otro camino
que imponerse por la fuerza. En vez de
exterminarlos como hizo el gobierno
de los Estados Unidos, nosotros los enviamos
a Yucatán. De ahí volverán tan
pronto se hayan reformado. Tampoco
se ha deportado nunca alguna familia
mexicana, sino solamente yaquis (sic). Luís Emeterio Torres.
Presidente de la República (1910)
Los yaquis son una raza admirable (...)
si se exceptúa su instinto sanguinario
(...) que desgraciadamente constituye
el rasgo dominante de su carácter. En
cuanto a la deportación, esto fue una
medida política exigida por consideraciones
humanitarias. Porfirio Díaz.
Secretaría de Fomento del Presidente
Díaz (1911)
En los estados de Yucatán, Campeche,
Tabasco y Chiapas el tanto por ciento de
hombres activos y perseverantes entre
los nativos no pasa de cinco a seis (...)
El cultivo de henequén en Yucatán y
Campeche tropieza con falta apremiante
de obreros. En Tabasco, el cultivo de
las frutas tropicales parece contenido
sensiblemente por la escasez de brazos
(...) La cantidad reducida de individuos
activos y constantes es insufi ciente para
proporcionar a la agricultura los obreros
necesarios. La mayoría de las naciones
colonizadoras han procedido como
los Estados Unidos, exterminando a los
indígenas para reemplazarlos por operarios
de razas superiores más activas.
Procediendo más humanamente, la Argentina, en una guerra formal, rechazó
hace 40 años a la población indígena a
la Tierra del Fuego, facilitando los terrenos
a los inmigrantes europeos. En
México se deportó a los rebeldes yaquis
a los estados de Yucatán y Campeche.
No obstante, el procedimiento radical
de la República Argentina es irrealizable
en México, por la gran mayoría que forma
en este país el elemento de la población
inferior, económicamente hablando,
y por falta de terrenos adecuados
para confi nar a estos indígenas. La ejecución
parcial del programa argentino
en México ha suscitado esa agitación
injustificada que acompaña a todas las
empresas que no pueden llevarse a
cabo de modo debido y completo.
Existe, pues, la imposibilidad material
de deshacerse del elemento indígena,
que parece a muchos inútil, de modo,
que es conveniente reemplazarlos
por la introducción de operarios pertenecientes a razas más activas. Los cultivadores de henequén
en los estados de Yucatán y Campeche
prácticamente han tratado de hacer
a un lado el elemento inerte, buscando
operarios más vigorosos en Corea,
Java, etcétera, y hasta cierto punto los
resultados han sido ventajosos. Del
mismo modo en Tabasco, los obreros
procedentes de España, Puerto Rico,
así como algunos asiáticos, han sido
ocupados con más o menos éxito (...)
Pero los inmigrantes enganchados en
otros países nunca bastan para fomentar
debidamente las industrias pues es
un axioma económico que la marcha
próspera, tanto en las industrias manufactureras
como en las rurales, exige
no solamente los obreros indispensables
para los trabajos, sino un ejército
de reserva de operarios siempre listos
para ocuparse. Si no se hubiera satisfecho
esta condición previa, las grandes
industrias transformadoras de Europa
y los Estados Unidos no existirían.
No queda otro recurso que tratar de
afrontar decididamente el problema
obrero, utilizando la población rural
existente de acuerdo con su índole.
El desarrollo industrial en grande escala,
o régimen capitalista, hasta hace
algunos decenios se limitó casi exclusivamente
a las naciones de la Europa
caucásica y a los Estados Unidos. Los
principios dominantes y los preceptos
legales son por tanto efecto directo de
las exigencias del sistema capitalista,
por una parte, y por otro de la naturaleza
y modo de pensar y de obrar de
la raza caucásica. Sin embargo, desde
hace 30 años el régimen industrial capitalista
se va extendiendo rápidamente
a todos los países. Los principios de
derecho de la raza caucásica son poco
apropiados para regir las relaciones
de dicha raza con las inferiores. La
imposibilidad de tener un derecho común
para todas las razas se manifi esta
principalmente en lo que respecta a la
propiedad de la tierra y al trabajo obligado.
A la necesidad que se reconoce
y practica generalmente, de quitar a
una población indolente las tierras que
no aprovecha, tiene como correlativa la de imponer a los nativos inertes
cierta obligación al trabajo. La evolución
económica mundial y la amenaza
para la integridad de los pueblos que
no saben desarrollar todas las fuentes
de su progreso material, originan una
misma práctica de las razas superiores,
no obstante las teorías que sostienen
algunos académicos humanitarios obstinados en perpetuar los conceptos
jurídicos del siglo correspondiente a la
raza caucásica. Los ingleses en vez de
suprimir en Egipto el trabajo obligado,
lo han aumentado. En las colonias del
África, que los alemanes adquirieron
hace unos 25 años, los hacendados
han llegado a establecer casi a la letra
el sistema agrario y el modo de ocupación
de los indígenas que se ha desarrollado
en México desde hace siglos. Otto Peust, Director de Agricultura de
la Secretaría de Fomento.
Vino la bola y los alevantó.
Pero la serpiente que incubaron sigue allí. |
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