¿Cuentos de un novelista?
áximo Gorki?
–Murió demasiado pronto.
–H.G. Wells?
–Demasiado periodístico.
–¿Y James Joyce?, ¿qué puede decirme de James Joyce?
–¿Quién es ése?
El diálogo entre el novelista Irving Wallace, acá ejerciendo como reportero, su inicial profesión, y el doctor Sven Hedin, juez de física, química y literatura en la asignación de los Nobel, ocurre en Estocolmo por estas fechas del 46.
El doctor Hedin es para entonces a la vez, dice Wallace, un héroe sueco
en tanto investigador y escritor y, dada su proclividad nazi un escándalo sueco y un motivo de embarazo
. Tiene 81 años, 33 de ellos como jurado literario. Se vuelca en confidencias. Cito al entrevistador: Los amargos prejuicios personales de un solo juez, el doctor Carl David af Wirsen, poeta y crítico, impidieron que le fuera concedido el Premio Nobel a Tolstoi, Ibsen y Strindberg
.
Galardón no hay, claro, que no tenga sus asegunes, su digamos talón de Aquiles, y –en cierto modo peor: algunas no asignaciones (caso Borges el más notable) un poquito más que eso. Por otra parte, permitámonos la digresión, ¿no es algo absurdo glorificar cada año a un único escritor como el mejor de la época en el mundo? Por lo menos esa imagen es la que se transmite. Subrayaré no obstante, y espero que innecesariamente, que lo aquí reproducido no intenta cuestionar a ningún premiado, sino proponer un poquito de sentido de realidad a los lectores de premios –no de escritores, insistiré.
Aun cuando Wallace (recurro a su libro La creación de una novela –se refiere a El Premio o El Premio Nobel) manifiesta en principio ciertas dudas acerca de la veracidad de su fuente termina tras otras entrevistas, en especial la sostenida con Andrés Österling, secretario de la Academia, por ceder: los rusos, vedados, ello a pesar de que en 1933 se le entregó el galardón al narrador y poeta Iván Bunin, traductor de Longfellow, Byron y Tennyson, fallecido en París 20 años después. “Cuando pregunté al doctor Österling cómo fue que consiguió el premio, replicó: –Para apaciguar nuestros remordimientos de conciencia por haber dejado de lado a Chejov y Tolstoi.
Respecto a Gabriela Mistral, Hedin indica –verdad o no– que el poeta Hjalmar Gullberg se enamoró de sus versos
, los tradujo y él solito se las arregló para conseguir todos nuestros votos
. ¿Fábulas leeredes?