Hace cinco años, la periodista Sanjuana Martínez imaginó que escribir acerca del narcotráfico en México iba a ser una cuestión pasajera, que los incidentes en Nuevo León relacionados con el tema no pasarían de ser lamentables anécdotas.

Pero los crímenes no pararon y no paran. Por ello decidió rescatar algunas narraciones de hechos que tuvieron lugar entre 2009 y mediados de 2011 para conformar el libro La frontera del narco (editorial Planeta), como una constancia del horror que se vive en el norte del país. No se trata de la versión no oficial de los hechos, sino de la versión independiente, explica.

El libro reúne textos inéditos y otros publicados en La Jornada, Gatopardo, MVS, en el noticiario de Carmen Aristegui, así como en el blog elboomeran.

Incluye desde las declaraciones del general en retiro Carlos Bibiano Villa Castillo (un verdugo que, con orgullo, cuenta sus atrocidades), hasta la crónica de los secuestros de migrantes centroamericanos, la desaparición de mujeres y los asesinatos de estudiantes en el Tecnológico de Monterrey.

Con todo ello intenta armar un rompecabezas para dar una muestra integral de lo que está sucediendo en la frontera, la cual se ha convertido en un laboratorio de violencia generado por Estados Unidos y apoyado por el gobierno de Felipe Calderón.

Erosión del tejido social

En entrevista, Sanjuana Martínez añade que se fue adentrando en el asunto para tratar de construir un trabajo periodístico a partir de la penetración en el propio lenguaje del narcotráfico pero, sobre todo, enfocado en recuperar las historias de las personas comunes, para que las víctimas dejaran de ser un número y una estadística.

Su labor se centró entonces en describir la erosión del tejido social, la modificación de las conductas sociales y del lenguaje, explica.

Luego de varios años de residir en el extranjero, cuando Sanjuana llegó a vivir a Monterrey en 2006, se encontró con que quienes escribían en los diarios acerca del narcotráfico se iban “con la cuestión sanguinaria, con el regodeo y el morbo. Pensé que detrás de todo eso tenía que haber historias más allá de la barbarie, y había que buscarlas para no perder el contexto de lo que estaba sucediendo.

“En los periódicos fronterizos de entonces había mucha atomización de la violencia y mucho silencio en torno a lo que pasaba detrás de ella, precisamente por el miedo, que es una constante en el trabajo periodístico.

“Ahora las cosas han cambiado un poco, se escribe desde muchos ángulos, pero seguimos trabajando con el miedo encima. En mi caso, el miedo forma parte de mi trabajo desde el primer día, pues uno narra historias alrededor de la violencia que genera muerte, desolación, dolor. Transitar esos territorios produce un riesgo inminente que es ponernos en la mira de alguien.

“Pero es un miedo que no paraliza, sino que ayuda a buscar otros caminos para poder narrar, no para convertirnos en héroes de la palabra, que ya hay bastantes en el cementerio. Es legítimo que algunos colegas prefieran la autocensura, pues es una manera de salvar la vida, pero creo que todos tenemos distintos recursos.

No me gusta que me digan que soy valiente, porque no se trata de eso, sino de algo más allá: de un compromiso social, pues dentro de todo este escenario de sangre y dolor existe un ente colectivo heroico que es la sociedad; es ahí donde surge la solidaridad y los riesgos.

Epicentro de una guerra delirante

En opinión de la periodista, la frontera norte se ha convertido en “el epicentro de la guerra delirante de Felipe Calderón. Si antes había cuatro cárteles ahora hay 20, si antes sucedían cien asesinatos ahora hay 10 mil. Los estados fronterizos se han convertido en territorios de muerte, donde el lenguaje de la violencia ofrece una premonición de lo que puede ser el resto del país.

Hasta hace poco en la ciudad de México no había cabezas abandonadas en la calle, hace unos días ya supieron que existe este método que hemos padecido hace años en Nuevo León. Reflejar lo que sucede en el norte es anunciar en lo que se puede convertir el país entero. Esto va para largo, no creo que con un cambio de gobierno o de continuidad, ya sea del PRI o el PAN, esto vaya a cambiar, concluye.

Sanjuana Martínez es egresada de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Continuó sus estudios de posgrado en la Universidad Complutense de Madrid. Ha investigado asuntos relacionados con la defensa de los derechos humanos, violencia de género, la actividad terrorista y el crimen organizado, tanto en México como en Estados Unidos y Europa. En 2008 por sus trabajos difundidos en La Jornada recibió el Premio Ortega y Gasset de Periodismo. Ha publicado los libros: Manto púrpura: pederastia clerical en tiempos del cardenal Norberto Rivera Carrera (Grijalbo) y La cara oculta del Vaticano (Plaza y Janés), entre otros. Por su libro Prueba de fe: la red de cardenales y obispos en la pederastia clerical (Planeta) recibió en 2008 el premio Rodolfo Walsh de la Semana Negra de Gijón.

La frontera del narco se encuentra ya en librerías y se presentará el jueves 13 en la Feria del Libro Alternativa que se realizará en la Alameda Central.