La gente en la plaza
a constitución de Morena, el domingo pasado en el Auditorio Nacional, ha significado un enorme impacto en la opinión pública. Los comunicadores y analistas que de buena o mala fe descalificaban a AMLO han tenido que ajustar
su criterio. La asamblea demostró una puntualidad, alegría y disciplina que sólo pueden darse en un movimiento bien organizado sin precedentes.
La coherencia del discurso llama la atención, pero mucho más el hecho de que todos los asistentes –más de 15 mil– tomamos en cuenta a aquellos que se quedaron afuera del auditorio observando el acto en las pantallas, lo que demuestra que la convocatoria ha sido eficaz y, además, más allá del suceso, está una estructura. En efecto, la asamblea es la punta del iceberg. Debajo de ella hay una tupida red de grupos aún en proceso de maduración, pero que ya se extiende a todo el país y cuenta con miles de seguidores y centenares de líderes. En 2006 AMLO pudo ganar la Presidencia porque era puntero, pero no tuvo una organización que defendiera su voto, y por eso Fox, el PAN y la oligarquía pudieron arrebatarle el triunfo. Ahora las cosas serán distintas y la diferencia es la nueva organización, un hecho insólito por sí mismo para el que no estaban preparados los observadores.
Para entender lo que pasó el domingo en el auditorio sería necesario entender también lo que sucede en las plazas de todo el país cuando AMLO hace sus recorridos. Para darles un ejemplo: vibra en mí todavía la presencia de las multitudes coloridas y entusiastas en la sierra de Puebla. AMLO recorrió en dos días cuatro capitales serranas: Teziutlán, Zacapoaxtla, Zacatlán y Huauchinango Los mítines fueron mayores que en la campaña de 2006. El más conmovedor fue el de Huauchinango la tarde del sábado 24 de septiembre. La muchedumbre de serranos, criollos, mestizos, en su mayoría indígenas, llegaron a la plaza desde los pueblos y aldeas dispersos en la montaña. Muchos tuvieron que hacer un recorrido hasta de tres horas a pie para tener acceso a camiones que los llevaran a Huauchinango. Recuerdo sus rostros levantados y su mirada fija siguiendo palabra por palabra lo dicho por Andrés Manuel: un mensaje a la vez diagnóstico de una sociedad de decadencia y descripción de la vía para su recuperación. Es la llama misma de la esperanza cuyo brillo hace despertar a la gente. Estas concentraciones hacen contraste brutal con aquellas que usan el acarreo.
Veremos muchas en los próximos meses: políticos profesionales que desprecian a sus seguidores, los inducen a asistir y les pagan por ello. Los he visto: tienen la mirada perdida y un deseo ferviente de que aquello acabe y puedan regresar a sus casas. Son almas muertas. En los mítines de AMLO son almas vivas, corazones entusiastas, inteligencias despiertas. No toda la población ha despertado, pero ya son muchos, cientos de miles, millones los que están alertas.