Cultura
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México se escribe con J, una historia de la cultura gay
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Elena Poniatowska durante su participación en el Hay Festival que se celebra hasta hoy en JalapaFoto Sergio Hernández Vega
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egún Luis Zapata, autor de Adonis García: vampiro de la Colonia Roma, el libro México se escribe con J viene a llenar el gran vacío que existía en torno a la cultura gay en nuestro país. Ya José Joaquín Blanco había publicado uno de los textos literarios más excepcionales que se han hecho en nuestro país, Ojos que da pánico sonar, pero no conocíamos un libro de este tipo en el que participaran gente como Juan Carlos Bautista, Pável Granados o Carlos Monsiváis.

Carlos Monsiváis, sobre cuyo féretro se colocó en el Palacio de Bellas Artes la bandera gay para sorpresa de muchos, también hizo textos fundacionales sobre la cultura mexicana, incluyendo Diez y va un siglo, texto recopilado en el apéndice de este libro, junto con otros de Salvador Novo, Enrique Serna y mi admirado José Joaquín Blanco.

Los más jóvenes colaboradores, Pável Granados y Sergio Téllez Pon, nos brindan ensayos dedicados a la música y a la poesía, respectivamente, dos géneros importantísimos que tienen gran presencia gay masculina. Otros, como Braulio Peralta y David Torrez, Álvaro Cueva, Víctor Jaramillo, José Ricardo Chaves y Víctor Federico Torres nos iluminan con sus textos dedicados al teatro, la fotografía, la televisión, el videoarte y la narrativa de los siglos XIX y XX. ¡Ucha, ucha, ucha, muchachos a la lucha! ¡No somos machos, pero somos muchas!, bailaba Mauricio Garcés en Modisto de señoras.

El ensayo de Alejandro Brito, director desde hace más de 10 años de La letra S, suplemento de La Jornada, nos dice en su excelente ensayo Por el derecho a todos los derechos que lo gay ha logrado establecer su derecho a existir públicamente, y nos cuenta cómo, en 1980, miles de participantes llenaron la plancha del Hemiciclo a Juárez en la Segunda Marcha del Orgullo Homosexual, con sus banderas rosadas, púrpuras y moradas. Según Alejandro Brito, la sexta marcha del Orgullo Gay, en 1984, denunció la homofobia criminal y los asesinatos de homosexuales, y logró crear, más tarde, un espacio físico y mental en la defensa de los derechos civiles. También Alejandro habló de la propia revolución en la vida cotidiana de los jóvenes al revelar sus preferencias sexuales a su familia y la consiguiente descarga de temores, vergüenzas y culpas. A partir de ese momento, varias generaciones de chavos y chavas encontraron un modo de existencia que ya no tenía nada que ver con la doble vida y la doble moral, y esto les permitió ganarse su derecho a existir públicamente.

Me gustaría recordar aquí que José María Covarrubias dedicó su vida entera a la lucha contra el sida.

México se escribe con J es un libro colectivo como la bandera del arco iris que sus amigos colocaron sobre el ataúd de Monsiváis, a la vista de todos, para celebrar y documentar las muchas aportaciones a la cultura nacional de artistas, escritores, dramaturgos gays. Esta bandera sobre el ataúd también fue un reflejo de cómo experimentan su realidad, a veces cruel por las vejaciones que tienen que soportar, pero que han logrado, en muchos casos superar, como hizo Salvador Novo, quien presumió de una homosexualidad tan ostentosa como la de Oscar Wilde. Ningún gay ahora usaría los atuendos ni se pondría los anillos y las pelucas que hicieron de Novo un personaje único. Salvador Novo salió del clóset, abrió el camino y enamoró a todo el ejército mexicano y a gran número de conductores de taxis que entonces respondían al nombre de chafiretes. Si me dan a escoger prefiero a Oscar Wilde, heroico y casi sobrenatural.

Michael K. Schuessler escritor y académico de la Universidad Autónoma Metropolitana, Cuajimalpa, y autor de varios libros entre los que se encuentran Peregrina: mi idilio socialista con Felipe Carrillo Puerto, invitó al erudito Miguel Capistrán a compilar este libro en el que publican más de una docena de autores, entre quienes se cuenta, además, a Teresa del Conde. Uno de los mejores textos es el de Juan Carlos Bautista, que habla de cómo se desarrolló el mundo gay a través de una larga noche de marginación, que se inicia con la consabida redada de los 41, ocurrida en el año de 1901, en pleno porfiriato, y que José Guadalupe Posada retrató en una serie de cuatro grabados, con versos de su editor Vanegas Arroyo: Cuarenta y un lagartijos/ disfrazados la mitad/ de simpáticas muchachas/ bailaban como él que más./ La otra mitad con su traje/ es decir de masculinos/ gozaban al estrechar/ a los famosos jotitos.

Cincuenta años después de esta redada, Miguel Capistrán descubrió sus historia con lujo de detalles, porque en aquel entonces fue asistente de Salvador Novo, quien si bien no había participado en el baile de los maricones muy chulos y coquetones, había tratado a uno de sus convidados, Antonio Adalid, también conocido como Toña la Mamonera, quien le contó los pormenores de aquella fiesta memorable. Salvador Novo le encargó a Miguel una investigación sobre los 41 y éste publicó el artículo introductorio en la revista Contenido, a principios de los años 70, texto recopilado en este libro.

Miguel Capistrán es un extraordinario investigador. Ganó en Veracruz el premio Jorge Cuesta, por haber rescatado del olvido la vida y obra del poeta y científico, cordobés como es el propio Capistrán, por medio de una edición completa de sus obras y también por haber señalado la casa donde nació.

Conocí a Miguel Capistrán muy joven, cuando me invitó a entrevistar a Jorge Luis Borges, cuya obra lo tenía deslumbrado. También me ayudó a entrevistar a José Gorostiza, que ya estaba muy enfermo y encontré en silla de ruedas y en piyama, muy lúcido y muy encantador. Hasta me recitó uno de sus poemas para cantar en las barcas.

Miguel Capistrán siempre ha sido uno de los mejores estudiosos del campo de las letras en nuestro país, y estoy muy contenta de saber que ha obtenido ahora la beca de creadores artísticos del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes. Experto en Los Contemporáneos, es autor de Los Contemporáneos por sí mismos y también del libro Borges en México, entre otros. Si usted no sabe una fecha, o no tiene claro un acontecimiento, una efeméride, llámele a Miguel y quedará a salvo, porque es un pozo de sabiduría. Nunca equivoca una coma, un nombre, una jugosa intriga literaria. Quizá sea el ahora el mejor conocedor de la vida y la obra de Los Contemporáneos y el que más sabe de literatura mexicana del siglo XX.

Conocí a Michael Schuessler hace más de 15 años, cuando vino a México a preguntarme sobre mi tía Pita Amor, e hizo un libro sobre la Undécima Musa, bien documentado y ameno. También hizo otro sobre Alma Reed, como ya mencioné, y dentro de poco el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes publicará las cartas entre Alma y Felipe Carrillo Puerto en su colección Memorias Mexicanas. En la actualidad, Michael prepara su primera novela (histórica) sobre su paisana Inés de Salm Salm, quien llegó a México a mediados del siglo XIX con la firme intención de salvarle la vida a su querido emperador Maximiliano.

México se escribe con J es histórico porque es el primer libro colectivo que documenta y celebra la manera particular en que los gays de México representaron su mundo por medio de cuadros, poemas, obras de teatro, fotografías, crónicas, cine y televisión.

En México es todavía común hacer escarnio de los jotos, los maricones, los jovenzones de Hungría, los lilas, los manocaídas, los 41, los se le hace agua a la canoa, pero un libro como México se escribe con J normaliza la conducta homosexual y le da categoría de movimiento cultural creador y humanista. Habría que felicitar a los autores de los ensayos y sobre todo a los compiladores, porque es muy difícil hacer una antología, y más de este calibre. Los autores alejan cada día más la fecha de entrega y no cumplen ni en el último momento, la edición es lenta y laboriosa, las imágenes se imprimen mal para no encarecer el volumen, los editores tardan en la publicación. Sin embargo, ahí está el libro, que ha sido presentado en toda la República y también en Los Ángeles y en Nueva York, y goza, hoy por hoy, de una aceptación cada vez es más amplia.

Me gustaría terminar con una cita de Sergio Fernández: Por un lado eres un hombre/ que ha sufrido mucho; por el otro,/ una hermosa mujer. Todos aquí somos hombres que hemos sufrido mucho y todos somos también una hermosa mujer.