Opinión
Ver día anteriorSábado 8 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Infancia y sociedad

La niña del bosque

L

o que más duele es saberse gobernados por mentes subdesarrolladas que, disfrazadas de sabios y usando la Constitución como pretexto, imponen sus prejuicios y sus miedos a mujeres jóvenes, inermes, y condenan a nacer –como dirían Nietzsche y Schopenhauer– a seres que todavía habitan la gloriosa calma del no ser para que, contra la voluntad de sus propias madres, sean arrojados a un destino desventurado de origen.

Duele que estas personas magistradas, cuatro como mayoría sobre siete –disculpe señora Aritmética–, sean las mismas que no se atrevieron a responsabilizar a ningún funcionario por el infame crimen en la guardería ABC. Duele que Calderón se atreva a decir que este país defiende la vida, cuando su necedad y confusión tienen a México bañado en sangre. Duele que importen y se discutan derechos de los niños, mientras estén en el útero de su madre, y después esos derechos ya no importen nada.

Recuperar la dimensión ética para la vida de nuestra sociedad es tarea urgente a la que poco contribuye la costosísima SCJN, cuyos integrantes no han sido votados y a quienes desconocemos cada vez más por sus decisiones contra la vida real de la gente real. Dice Eduardo Galeano que el mundo se divide en indignos e indignados. Y yo pregunto: ¿de qué lado están, señores magistrados?

Ya escribía el poeta español Antonio Machado, en otro crudo tiempo, que es difícil no caerse cuando todo cae. En México se necesitan magistrados, intelectuales, gobernantes, hombres y mujeres que no se doblen ni se quiebren gracias a su solidez mental y ética, para que pongan a salvo, sin demagogia, lo mejor de nuestra patria: la infancia. Porque en ella, como en ningún otro asunto, lo más importante del futuro es el presente.

Para este dolor, una cura: la poesía; un poema que su autor hizo pensando, quizá, en la propia poesía: en el riesgo de sentir pero también en el peligro mayor de no sentir –como escribió nuestro mexicano Vicente Quirarte.

En La niña del bosque, del poeta cubano Eliseo Diego, siempre encuentro a la infancia amenazada por el abandono: sin proyectos visionarios ni programas eficaces, sin los recursos para que nazca y viva con la verdadera protección a que tiene derecho.

Caperuza del alma,
está en lo obscuro el lobo,
donde nunca sospecharías, y te mira
desde su roca de miseria,
su soledad, su enorme hambre.

Tú le preguntas:¿Por qué tienes esos ojos redondos?

Y él responde, ciego, para mirarte mejor, llorando.

Y enseguida tú vuelves: las orejas,

¿por qué tan grandes?

Y él, para escucharte, oh música del mundo,

sólo para escucharte.

Y luego

lo demás es la sombra —indescifrable.