Opinión
Ver día anteriorLunes 3 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El otro diálogo
E

l imposible diálogo entre Calderón y Javier Sicilia llegó a su fin. Se agotaron sus posibilidades. Habrá probablemente un nuevo encuentro entre ellos, pero será irrelevante. El intento no funcionó. Esto resulta frustrante para el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que Javier sigue inspirando, pero despeja su camino. Su desafío actual es acaso su mejor oportunidad.

El formato propuesto por el gobierno para el segundo encuentro es enteramente inaceptable. Certifica que nunca hubo auténtico diálogo, que el gobierno no está dispuesto a escuchar y que acaso siente llegada la hora de deshacerse de un interlocutor incómodo que estaría mostrando debilidad.

El movimiento presentó más de 300 propuestas específicas, demostrando que no se trataba solamente de un rechazo obcecado de la estrategia de Calderón. Abarcaban muy distintos temas, de diferente peso. Algunas trataban cuestiones específicas de gran importancia para las víctimas; otras cubrían asuntos más generales, para escapar de la trampa infernal de la violencia.

El gobierno considera que ha respondido a casi todas esas propuestas, en general en forma pública. Es cierto. Como lo es que sus respuestas son insatisfactorias. En algunos casos podría continuarse alguna negociación, por ejemplo sobre el protocolo de manejo de restos humanos o sobre la Procuraduría Social de Atención a Víctimas del Delito. Respuestas como éstas deben verse como triunfo del movimiento y no son en forma alguna despreciables. Pero se trata de lentejas, por seguir con la analogía, cuando lo que está en juego es la primogenitura. Y respecto a ella la respuesta gubernamental no puede ser peor.

La demanda central del movimiento sigue vigente. No sólo intentaba parar la guerra de Calderón, que es lo más urgente. No sólo planteaba modificar sustancialmente la aberrante estrategia del gobierno, que aborda todos nuestros predicamentos actuales como si fueran asunto militar. El movimiento buscaba sobre todo enfrentar la emergencia nacional, con acciones de alcance semejante a la gravedad de la situación, a fin de restablecer formas sensatas de convivencia e iniciar la recomposición del tejido social.

En esto, que es lo realmente importante, el gobierno no se ha movido un ápice. Y no piensa hacerlo. La respuesta pública de Felipe Calderón y sus funcionarios es clara. Espera rendición y aplauso de la sociedad civil en relación con su estrategia. Así cerró la puerta en las narices ante la propuesta de la UNAM. Lo mismo ha hecho con todos los críticos. Quiere hacerlo ahora con el movimiento, en un formato que intentaría mostrarlo como un grupo marginal y obcecado que sobrestima su fuerza social y política, al que no debe seguirse dando interlocución privilegiada.

Se ha usado contra el movimiento casi todo el repertorio contrainsurgente: achicar, dividir, aislar, desprestigiar, silenciar, condenar, simular, desgastar, atacar, reprimir… Su presencia en los medios había estado cumpliendo una función muy importante: visibilizar a las víctimas. Al sacarlo de ellos, lo que a su vez repercute en la participación social en los eventos públicos, se reduce esa capacidad y se genera la percepción de debilidad e irrelevancia.

Javier Sicilia pagó un altísimo precio por su intento de diálogo con los poderes constituidos, tanto por el hecho mismo de encontrarse con los responsables de la guerra como por la forma en que lo hizo. No ha logrado convencer a la mayoría de sus críticos sobre las razones que lo guiaron ni sobre el fundamento de su estilo. Carece de sentido continuar ese debate. Javier y el movimiento hicieron, a su manera, lo que consideraron apropiado. Se trata ahora de pasar a la siguiente página. De hecho, lo que ahora hagan será la mejor respuesta a las críticas que han recibido.

Porque ya no es hora de seguir mirando hacia arriba.

Porque es preciso concentrar todo el empeño en la sociedad, en su organización.

Porque hace falta, como dicen los voceros del movimiento, articular la respuesta social a partir del diálogo con las innumerables organizaciones con las que ha estado interactuando, principalmente de las víctimas invisibles.

Porque se ha hecho enteramente evidente que las clases políticas en descomposición acelerada son incapaces de lo que falta hacer y que el gobierno de Felipe Calderón no corregirá el rumbo al despeñadero.

Porque en esta hora de emergencia nacional, la nación se debe articular de manera plural e incluyente, desde abajo y entre todos y todas, para impulsar cambios de fondo que recuperen el piso común que nos une y que posibilita la convivencia social.

Porque toca ahora al movimiento demostrar que puede contribuir a definir la respuesta social, abriendo los espacios y las condiciones para que se produzca el diálogo indispensable entre nosotros mismos.