Lunes 3 de octubre de 2011, p. a11
El fuego es el mismo en todas partes.
Crepita el corazón, se encienden las vidrieras
y una flor de odio se abre paso entre los hombres:
noche verde, hojas de humo y pétalos de sangre.
El fuego es el mismo en todo incendio.
Se eleva el árbol custodiado por guardianes.
del orden al revés, del mundo de cabeza:
el árbol de oro negro y frutos infernales.
¡Ay, el fuego de siempre al centro de la plaza!
La decisión trivial y el fin de una locura.
franqueando el paso a una locura mayor:
¡un desatino más protegido por las leyes!
Muros quemados y manchas de grasa,
sirenas de la noche profunda y asfixiante:
bocas abiertas aullando al astro de hueso.
carbonizado en la boca de la hornaza.
Miles de años y este fuego sigue vivo…
bordoneando la herida con moscas espectrales:
flamígera la fiebre, los números danzando.
callados y con sombras grotescas de comparsas.
Horror sin fin y el fuego sigue siendo el mismo
rasgando la túnica nocturna como un rayo:
un tajo furioso en el que va por la venganza,
una oración maltrecha en labios de un soldado.
*Poema de Alberto Blanco para conmemorar el 43 aniversario del 2 de octubre