oronto, 11 de septiembre. No obstante las abundantes pruebas exhibiéndose en nuestra cartelera, el cine gringo aún puede ofrecer sorpresas agradables. The Descendants (Los descendientes) es una nueva demostración de que Alexander Payne es uno de los directores hollywoodenses más perspicaces e inteligentes de la actualidad, y sus comedias un bienvenido descanso de la ruta habitual del humor sexista y/o escatológico actualmente de moda.
La acción de la película se sitúa en Hawai, donde el abogado Matt King (George Clooney) enfrenta dos dilemas: por un lado, su esposa está en coma a causa de un accidente en lancha; por otro, es inminente su autorización de la venta de un gran y paradisiaco terreno, un viejo legado familiar, que resultará en un negocio millonario. Además, el hombre debe hacerse cargo de sus dos hijas, que han entrado a la edad de la abierta rebeldía. Ambas líneas narrativas se conjugarán en la revelación de un hecho que lleva a Matt a repensar su vida matrimonial.
Según lo había mostrado en Las confesiones del Sr. Schmidt (2002) y Entre copas (2004), Payne es un agudo e irónico observador de la conducta de sus coterráneos. Sin embargo, no se burla de ellos desde una postura de superioridad –como lo hace, digamos, un Todd Solondz–, sino reconoce la validez de sus conflictos emocionales y los compadece. En ese sentido, el protagonista es un hombre que ha tenido sus fallas –como padre de familia, sobre todo–, pero mantiene una reserva de dignidad que lo llevará a hacer lo correcto, a veces contra sus propios intereses. (Al interpretarlo, Clooney ha conseguido su actuación más matizada a la fecha, consiguiendo un fino equilibrio entre su vis humorística y un lado emotivo poco visto).
Por otro lado, el director Cameron Crowe, a quien siempre lo había delatado su debilidad por la fresura, revela con Pearl Jam Twenty que en realidad debió dedicarse a hacer documentales de rock y olvidarse de la ficción. Resulta lógico porque en sus juventudes comenzó como reportero de la revista Rolling Stone. Y esa capacidad para la crónica puntual y la síntesis informativa está a plena vista en un resumen de los 20 años de existencia del grupo más perdurable de lo que se llamó movimiento grunge.
Sin seguir una estricta cronología pero sí cierto orden, Crowe ha reunido entrevistas con los miembros de Pearl Jam –el cantante Eddie Vedder y el guitarrista Stone Gossard son los más elocuentes–, material de archivo, pietaje de un gran número de conciertos y otros testimonios. No falta uno solo de los temas pertinentes a la banda. Su compromiso con su público, su furioso desempeño sobre el escenario, su voluntad de renovar constantemente su estilo, su negativa a caer en las trampas del comercialismo, así como los momentos de debilidad, cuando el grupo ha estado a punto de separarse por tensiones internas.
Proyectada en Toronto con un volumen y una calidad de sonido imprescindibles para una película de rock, Pearl Jam Twenty recuerda porqué ésta ha sido quizá la única banda surgida en los años 90 que no ha perdido relevancia o vigencia.
No es tarde para un cambio de dirección. Crowe haría bien en dedicarse a ese tipo de trabajos en vez de abundar en su ficción ñoña. Hay muchos grupos e intérpretes de rock merecedores de una apología tan informada, oportuna y afectuosa como lo es Pearl Jam Twenty.
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