l dramaturgo y director argentino Daniel Veronese es conocido por el público mexicano por dos de sus escenificaciones, su versión de El tío Vania de Anton Chéjov y su propio texto Mujeres que soñaban caballos, que tuvo mucho éxito y largas temporadas. En 2003, Veronese participó en el experimento teatral Biodrama, que consistió en que diferentes teatristas escenificaran obras con las biografías de personas vivas reales. El texto que presentó fue La forma que se despliega con personajes ficticios y que fue aceptada por el planteamiento de si el dolor puede en verdad ser representado por el teatro o si sólo los gestos histriónicos, calificados de hipócritas, lo definen en escena y qué tanto del dolor ajeno nos llega a afectar realmente. La obra, con sus variantes, fue montada en diversos escenarios argentinos y un grupo de teatristas mexicanos se dio a la tarea de formar un laboratorio en el que se propuso una versión libre de la obra original con dramaturgia de Noé Morales. Ésta es la que se viene representado hace tiempo en diversos espacios mexicanos y, si no la vi antes por diversas circunstancias, reparé mi omisión dado que cumple nueva temporada en el Teatro Galeón con el mismo reparto y con los mismos apoyos de Iberescena, México en Escena y el Teatro Línea de Sombra, AC, con la dirección de Jorge A. Vargas.
En un pequeño cuarto –que recuerda la escenografía de las dos obras que escenificó en México el teatrista argentino– construido sobre el escenario, con un sofá rojo al fondo, una mesa y dos sillas en primer plano y dos pequeñas aperturas horizontales en sendas paredes, se desarrolla la acción. Un hombre y una mujer mueven sus sillas para quedar frente al público y van relatando, con diálogos intercalados en que discuten o se interrumpen uno al otro, su vida juntos, su enamoramiento y la posible decepción con la convivencia, como fuga de la realidad del hijo muerto. Esa realidad la va descubriendo el público y se hace evidente por la alteración de la mujer por no tener una fotografía reciente del hijo. Es una escena difícil por el tránsito de una emoción a otra, sobre todo en la mujer que sonríe coqueta cuando el marido platica cómo la conoció y se prendó de ella y en otros momentos del relato, para pasar casi a la histeria por la falta de fotos del hijo, y para el hombre que oculta su dolor para apoyar y calmar a la esposa. El buen desempeño actoral de Roberto Ríos Raki y sobre todo de la estupenda Rosa María Bianchi (que alterna con Nuria Bages) y la dirección de Vargas hacen que los tránsitos se den con verosimilitud.
No ocurre así con las entradas y salidas de las dos mujeres jóvenes (Zuadd Atala e Ismena Romero) que se sientan en las dos sillas, tras que el matrimonio se dirija al sofá conservando la expresión de un dolor contenido y mudo. Toman la palabra y en un momento dado el tema de la obra original se diluye y sólo una referencia a que los padres dolientes son sólo histriones nos lleva a pensar en la posible o no de llevar el dolor a escena, según propósito del autor. He de confesar que no entiendo la razón de que en medio de las confesiones del matrimonio y la muerte del hijo, una muchacha se ponga a contar su parecido con un tío suyo y ponga en manos de los espectadores una tarjeta postal, acompañada de una lamparita, en la que no hay nada y en la que supuestamente aparece el tío como constancia del parecido. La muy remota liga con la primera escena sería la búsqueda de la identidad que contrasta a los actores con sus personajes, pero encuentro débil tal explicación. Es verdad que el mismo Veronese intercala otros textos en las obras, como sería el caso de la escena de Las criadas de Genet en el montaje que vimos de El tío Vania, pero su dramaturgia es tan precisa y acertada que eso fue notado sólo por los que conocen ambas obras, lo que no es el caso de estas intervenciones sin mayor sentido en el corpus de una obra que está intentando demostrar algo y que tergiversan el propósito inicial. Esto no sería malo si se tratara de algo bien hilado y la propuesta estuviera bien planteada para mostrar algo diferente al original.