o está de más subrayar: lo del casino Royale es un abominable crimen que debe ser severamente castigado. Decir que se les pasó la mano
es cínico y más probablemente falso, puesto que todo indica que se trata de un acto premeditado y deliberado. Por ello mismo es indispensable tener extremo cuidado con el lenguaje. No me parece apropiado llamarlo un acto de terrorismo
aunque efectivamente conduce a generar terror entre la población, porque en el lenguaje del derecho internacional tiene varias implicaciones entre ellas sentar las condiciones para intervenciones externas. Y para quienes consideran esta discusión académica
habría que recordarles que en Veracruz y Tabasco han dejado de ser simples divertimentos ociosos. En el primer caso con la acusación de causar alarma a la población
y bajo los cargos de sabotaje y terrorismo han arrestado a dos twitteros María de Jesús Bravo Pagola Maruchi Bravo
y Gilberto Martínez Vera. En Tabasco el congreso local aprobó modificaciones que penalizan rumores
vía telefónica o redes sociales en términos que podrían afectar también los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Con la información que ya se cuenta sobre los actos criminales en torno al casino Royale es posible concluir que en la base del crimen organizado y de la crisis institucional del país se encuentra un binomio: corrupción e impunidad.
Justamente en el documento intitulado Elementos para la construcción de una política de Estado para la seguridad y justicia en democracia patrocinado por el rector Narro de la UNAM, se lee una afirmación contundente: El impacto de la corrupción en las instituciones y la participación de la sociedad en ella nos obliga a reconocer lo siguiente: esta propuesta de política de Estado será estéril si no se toman decisiones y realizan acciones contundentes, desde las más altas responsabilidades públicas y liderazgos privados, para reducir las prácticas de corrupción e impunidad.
Cada vez que ocurren hechos dramáticos surgen convocatorias por todas partes a la unidad nacional. El término a fuerza de ser usado y desgastado ha perdido su capacidad de catalizador de la rabia, la inconformidad y la protesta. De suerte que me parce válida la pregunta ¿unidad en torno a qué?
En una serie de tres artículos recientes discutiendo sobre la necesidad sentida por los tres partidos principales de construir su unidad interna, señalé que las elecciones presidenciales el año próximo girarán en torno a la pregunta: cómo gobernar la pluralidad.
Ahora quisiera dedicar dos entregas más a discutir cómo pueden converger en unidad distintos grupos de la sociedad antela dramática coyuntura actual. Desde los grupos más organizados de activistas es indispensable también preguntarse cómo debe gobernarse la pluralidad en nuestro país.
Entiendo que muchos grupos sociales luchan alrededor de una causa específica y no se plantean ni lejanamente el acceso a los espacios de poder. Otros explícita o implícitamente rechazan la idea misma de ubicar los poderes en el Estado y buscan la transformación desde la sociedad misma.
Esta diversidad de luchas que conlleva una intensidad participativa desigual explica el problema central que afronta el activismo ciudadano no-partidista en circunstancias de una sociedad fragmentada y un tejido social deshilvanado. La ausencia de espacios vinculantes capaces de articular luchas y causas.
Empero el estado de ánimo de muchos de estos grupos es claro y lo ejemplifica Jesús Robles Maloof, activista de los derechos humanos y promotor del ContingenteMX cuando señala: Nuestra responsabilidad radica en cambiar la lógica del olvido por la de la memoria, la de la apatía por la de la exigencia, la de encerrarnos en casa por la de salir a las plazas públicas, permanecer movilizados. Negar el camino de la barbarie y no dejar de sentir esos nudos cada vez que un inocente muera.
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