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La nueva vida del oboe
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Carmen Thierry, el pasado 29 de julio, durante una entrevista con La Jornada Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Sábado 27 de agosto de 2011, p. a16

El disco titulado Oboemia. Música mexicana para oboe solo, acrisola virtudes varias: es un tratado instrumental contemporáneo; un atlas de la división estratégica alientos-madera; un tesoro de ejecución musical; un acto de amor inconmensurable por la música de nuestro tiempo y de nuestro país, y de un instrumento vivo. Todo un acontecimiento en el firmamento cultural.

Quien logró esta hazaña es la maestra Carmen Thierry.

Una docena de partituras, escritas en los últimos 50 años, la mayoría de ellas en los años 80, 90 y en la primera década del siglo XXI, cobran vida merced al talento, intuición, maestría y dominio técnico de esta instrumentista ejemplar, quien al lado de colegas suyos: Leonora Saavedra y Roberto Kolb, ha puesto al oboe en su justa dimensión, como parte de un vasto movimiento cultural que hizo ignición precisamente a principios de la década de los 80 del siglo pasado apenas, bajo la denominación –formulada por el compositor Mario Lavista–: Nuevo Renacimiento Instrumental y que aglutinó a notables músicos mexicanos, tanto intérpretes como compositores.

Antes de eso, el oboe solamente era conocido por sus encantos intrínsecos, que daban pie a linduras como las que redactó el Disquero respecto del ejemplo discográfico más reciente: grabaciones, sumamente interesantes, que realiza el maestro Albrecht Mayer, primer oboe de la Filarmónica de Berlín (www.jornada.unam.mx/2011/02/26/index.php?section=cultura&article=a16n1dis)

Pero el oboe, tal como lo demuestra el disco de Carmen Thierry, es mucho más todavía que un instrumento lindo, y los hallazgos se suceden (por ejemplo, al escuchar las sinfonías de Mahler en vivo, con la Sinfónica de Minería en las semanas recientes en la Sala Nezahualcóyotl, ocurren hallazgos de sonidos inimaginados desde el oboe, en combinación con los fagotes, el corno inglés, los clarinetes y las flautas) en el transcurso del tiempo.

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Carmen ThierryFoto María Luisa Severiano

El disco Oboemia, que circula en coedición entre el sello tempus y el CNCA, por conducto del Fonca, es también un viaje fascinante.

Canción del Arlequín (1989), composición de Antonio Navarro que abre el disco, inicia en ortodoxia aparente, característica que abre Canción (también de 1989), de Gonzalo Macías, cuyo aspecto formal deriva enseguida a la apertura de sonido, a la amplitud de horizontes, a la evolución instrumental que formula el resto de las obras desplegadas en el disco, a pesar de que Upingos, de Carlos Chávez, date de 1957, pues el tono general del disco es el vasto universo de sonidos que están por descubrirse y que gracias a Carmen Thierry podemos disfrutar varias galaxias.

El track tercero, Marsias (1982) es un parteaguas y un motivo de fascinación constante. Esta obra de Mario Lavista cobró vida inicialmente con el Cuarteto Da Capo, en el ya citado inicio del nuevo renacimiento instrumental; el recurso del sonido producido por copas de cristal, con agua en su interior y frotados sus bordes, amplifica y consolida la nueva naturaleza de la que es dotado el sonido de un instrumento muy preciado desde hace siglos pero que ahora encuentra una manera nueva de vivir, más honda y elevada al mismo tiempo, por el trabajo de creadoras como Carmen Thierry.

Porque este disco demuestra, por vez enésima, que un intérprete cumple el papel de creador en cuanto da vida a obras que propician el crecimiento cultural, el avance creativo. Es más, un buen porcentaje de las obras contenidas en esta grabación existen porque fueron escritas para ella, Carmen Thierry, quien ofrece así al mundo un fruto hermoso y pleno de futuro.

Albricias.

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