Opinión
Ver día anteriorJueves 25 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los maestros y la historia
C

on frecuencia, escribió Bertolt Brecht, la verdad se dice de modo tal que quien la oye, encontrándose en la miseria, se siente más miserable. Así ocurre con muchos de los pronunciamientos hechos en estos días respecto de las desgracias nacionales, entre ellas la educativa: generan desesperanza y aflicción. Semejante efecto desesperanzador es generado también por la historia centrada en los avatares e intereses de las clases dominantes. En ella no aparecen las acciones y las vidas de los pueblos; se implica que éstos nada tienen que hacer en la historia, que en el acontecer histórico son observadores pasivos y sufrientes y que es imposible cambiar la realidad. Con razón el mismo Brecht preguntaba: “Tebas, la de las siete puertas, ¿quién la construyó? En los libros figuran los nombres de los reyes. ¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra? ¿Quién construyó la ciudad de Tebas? (…) Federico II venció la Guerra de los Siete Años. ¿Quién la venció, además? Una victoria en cada página. ¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria? Un gran hombre cada 10 años. ¿Quién pagaba sus gastos? Una pregunta para cada historia”.

Estudiar y escribir la historia tiene múltiples funciones culturales, prácticas, políticas y pedagógicas. En los últimos años ha aumentado el interés por la historia del hombre común, de los trabajadores, de los subalternos y por sus múltiples formas de resistencia ante la injusticia y la explotación. En nuestro país se hacen valiosas investigaciones sobre la historia de los maestros, su labor y sus luchas con el pueblo para desarrollar la educación y la cultura: en El Colegio de México y otros colegios en los estados, en el Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav, en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social, en la UNAM y otras universidades; incluso en el extranjero se han hecho importantes estudios sobre este gremio mexicano. En esos estudios se narran con acuciosidad y rigor académico las vidas y el quehacer cotidiano de maestros rurales y urbanos, misioneros culturales y alfabetizadores; se analiza su organización y su participación en la construcción de nuestro país. Una tarea imperiosa es extraer las alentadoras lecciones que dejan estos estudios, que con frecuencia no salen de los círculos académicos, y difundirlas ampliamente; esta tarea permitiría lograr otra función trascendental del estudio de la historia: recuperar la esperanza.

El sistema educativo mexicano ha sido construido por infinidad de maestros y otros trabajadores de la educación quienes, en condiciones muy difíciles, a veces heroicas, atienden hoy en día a una población de 30 millones de educandos. Además, como aquí se ha señalado, en su trabajo tienen que luchar a contracorriente y vencer múltiples obstáculos, entre ellos los efectos perversos y corruptores de la televisión, la radio y otros medios. No obstante, a la escuela y a los maestros estos propios medios (parte de los poderes fácticos) los usan como chivos expiatorios, culpándolos porque los resultados de las escuelas no son satisfactorios. No sólo eso, ahora esos poderes se presentan por interpósita persona (Mexicanos Primero) como los salvadores de la patria, con autoridad para decir cómo debe reformarse el sistema educativo.

Cero en conducta: crónicas de la resistencia magisterial, voluminoso libro publicado hace unas semanas por Luis Hernández Navarro, contribuye a superar la desesperanza reconociendo el valor de las luchas de los maestros mexicanos para combatir el uso perverso que de la educación hacen la burguesía, el Estado, el PRI y ahora el PAN. Los protagonistas de esas batallas son maestros y trabajadores de a pie, de banquillo, cuyos nombres aparecen por primera vez en letras de molde, a pesar de que sin duda están haciendo historia.

Estas crónicas documentan el opresivo caciquismo al que están sometidos los trabajadores de la educación en nuestro país. Esto no es novedad, por supuesto, pero por la forma en que se ha descrito hasta ahora se implica que esta dominación de más de millón y medio de trabajadores por una camarilla controlada por una persona es absoluta e invencible. Esto debe poner muy contenta a esa camarilla y sus patrones, pues así se ahuyentan posibles tentaciones de insurgencia. Pero nada más lejos de la verdad, y para comprobarlo basta constatar la heroica y eficaz resistencia que se ha dado en el espacio abierto hace 30 años por la CNTE. De esa lectura queda claro que sin el apoyo que el Estado le ha dado (¡y le sigue dando!) a la actual lideresa y a sus antecesores, los maestros mexicanos habrían no sólo construido un sindicato democrático y respetable sino también construido un sistema educativo mucho mejor que el que tenemos. También demuestra que, a pesar de ese apoyo que ha recibido el aparato de control del SNTE, los trabajadores de la CNTE han tenido éxitos notables e importantes en sus esfuerzos por liberarse de ese caciquismo y participar en el avance de la educación mexicana.

La lectura de esas crónicas genera, en primer lugar, una gran indignación; secuestros, asesinatos, ilegalidades de todo tipo, traiciones, son las prácticas con las que los grupos del SNTE autonombrados institucionales enfrentan a maestros y trabajadores que se afanan en rescatar al sistema educativo mexicano del uso perverso a que lo someten el gobierno, el PRI y los plutócratas de este país desde 1940. Pero la lectura de ese libro también genera optimismo, entusiasmo, permite constatar que los trabajadores de la educación son actores comprometidos con el pueblo de México y que están haciendo historia.