20 de agosto de 2011     Número 47

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La Universidad Campesina:
Una hazaña que comienza

Plutarco Emilio García Jiménez

En México, como en todos los países capitalistas, la educación tiende a ser una mercancía que se ofrece a quienes la pueden pagar. El Estado mexicano nunca se ha propuesto impartir educación para todos, ni se ha planteado cumplir cabalmente con el mandato constitucional de una educación básica obligatoria, laica y gratuita. El sistema educativo ha estado fundamentalmente al servicio de quienes detentan el poder económico, y se ha adecuado a las necesidades del desarrollo del capital privado nacional y trasnacional.

En la década reciente nuestro país ha retrocedido en cuanto a la oferta y calidad educativa. Ocupamos el último lugar entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El rezago educativo alcanza a la tercera parte de los mexicanos mayores de 15 años, de los cuales seis millones no saben leer ni escribir.

Según datos oficiales, la cobertura en educación primaria alcanza poco más del 90 ciento, pero en el nivel de preescolar sólo cubre 67 por ciento; en secundaria, 87; en educación media superior, 58.6, y en educación superior, 25 por ciento (en Estados Unidos, 82 por ciento, Italia 63 y Japón 54 por ciento).

La oferta de las instituciones públicas de educación media y superior oscila entre 15 y 25 por ciento. De los jóvenes que logran ingresar, desertan más del 40 por ciento de la secundaria, y en el nivel de educación superior, más del 60 por ciento. El 64.6 por ciento de los jóvenes de 18 años de edad ya no asiste a la escuela por su condición de pobreza. Cerca de 150 mil de esos jóvenes emigran cada año hacia Estados Unidos.

En la medida en que el Estado mexicano se desentiende de la tarea educativa, las instituciones privadas de todos los niveles multiplican sus planteles y su matrícula; en el nivel superior ya cuentan con 62.3 por ciento del total de instituciones y atienden a la tercera parte de la matrícula nacional.

Frente a la situación descrita, muchos luchadores sociales y académicos progresistas han diseñado e implementado propuestas alternativas no formales para los diferentes niveles de educación; han puesto en práctica experiencias, enfoques y conceptos nuevos que ya constituyen las primeras piedras de los cimientos de la Educación Rural Alternativa, basada en la autonomía, la equidad de género y la democracia.

Ante una educación pública y privada excluyente, discriminatoria y racista, que fomenta el individualismo, el consumismo y la privatización, es necesario construir un modelo educativo incluyente que fortalezca nuestros valores y nuestra identidad cultural, es decir, nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestros cultivos, nuestras formas de producción, nuestra alimentación y nuestras artes;.es necesario fortalecer la reflexión y el pensamiento crítico, el espíritu de cooperación y la solidaridad humana.

En los años recientes, diversos actores de la sociedad civil, provenientes de los movimientos sociales, de instituciones de educación superior y de organizaciones no gubernamentales (ONGs), han persistido en la ardua tarea de contribuir autogestionariamente a resolver necesidades educativas que enfrenta la población rural. Se han impulsado propuestas alternativas y metodologías de aprendizaje por organizaciones de mujeres rurales y grupos indígenas, que han desarrollado experiencias educativas en el campo, dirigidas principalmente a prácticas agrícolas amigables con la naturaleza y con un manejo adecuado de los recursos naturales.

Parte de estos esfuerzos lo representa el proyecto de la Universidad Campesina, que desde 2003 se ha venido impulsando en organizaciones regionales de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA). El diagnóstico de necesidades y capacidades educativas que se aplicó para diseñar y poner en marcha dicho proyecto fue una aportación de la Universidad Campesina e Indígena (UCI-red) y del Instituto Maya. El diseño de sus ejes temáticos, enfoque pedagógico y la metodología participativa fueron retomados de la “metodología dialéctica de la Educación Popular” del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (Imdec); del “sistema modular” implementado por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco; la perspectiva de género promovida por la Red de Asesoras y Promotoras Rurales, y del enfoque formativo bajo el ala del sombrero propuesto por Promotores de la Autogestión para el Desarrollo Social (PADS-Guerrero).

Las experiencias anteriores contribuyeron al avance de la propuesta de Universidad Campesina, misma que, al no concretarse como proyecto nacional, se ha venido desarrollando en regionales. Una de esas expresiones es la Universidad Campesina del Sur (Unicam-Sur) con influencia en Guerrero y Morelos; otras universidades campesinas que han iniciado actividades son las de Michoacán y Zacatecas.

La Universidad Campesina reivindica el conocimiento tradicional y empírico; rescata la sabiduría popular y el autodidactismo, así como los sistemas educativos familiares y comunitarios indígenas que han sido vitales en la reproducción económica, social y cultural de los pueblos. Las temáticas deberán ser propuestas por los educandos, la relación facilitador-educando es horizontal y basada en el diálogo. Se trata de crear comunidades de aprendizaje donde todos aprendamos de todos. Las modalidades de la acción educativa son diversas (cursos, talleres, foros, conferencias, demostraciones, giras de intercambio, fiestas, diplomados, licenciaturas, etcétera); son itinerantes, buscando producir, compartir y difundir conocimientos en las comunidades, con las y los campesinos.

Ante la crisis múltiple que enfrentamos: la ausencia de futuro para millones de jóvenes, la inseguridad y la violencia, el deterioro ambiental, la falta de respeto a los derechos humanos, la pérdida de identidad social y cultural, es necesario construir alternativas de vida y de trabajo de manera autónoma; alternativas autogestionarias, basadas en una planeación participativa, que se encaminen a resolver problemas concretos de las comunidades, en el marco de un desarrollo sustentable y equitativo .

Director de la Universidad Campesina del Sur (Unicam-Sur)

La Escuela Florestan Fernandes,
un ejemplo de educación alternativa

Beatriz A. Cavallotti V.

La distancia entre las instituciones educativas –incluyendo las universidades públicas– y amplios sectores de la población que viven en la marginación, así como la adopción de modelos académicos, programas y directrices promovidos desde los centros del poder que tienden a ideologizar y dogmatizar su quehacer, suscitan en los movimientos e intelectuales independientes un conjunto de interrogantes:

¿Cómo desarrollar modelos educativos articulados con la sociedad, libres, emancipadores, que den respuesta a sus demandas y necesidades auténticas? ¿Cómo atender a los millones de desplazados en el mundo sin acceso a la alimentación, la educación y la cultura? ¿Cómo desarrollar nuevos paradigmas educativos en los cuales docentes y estudiantes se preocupen y ocupen de la suerte de sus iguales y desiguales, así como de la naturaleza que da sustento y posibilidad de existencia a la humanidad?

Esta discusión no es nueva. En América Latina se remonta a la reforma universitaria de Córdoba, Argentina, y se encuentra plasmada en la vasta obra de Paulo Freire. Sin duda, uno de los movimientos más emblemáticos de América Latina es el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, el cual se diferencia de otras organizaciones contemporáneas por la importancia que le otorga a la educación y al respeto por la naturaleza, de tal suerte que, después de una toma de tierras, en un país de grandes latifundios, la primera actividad consiste en la instalación de la escuela y el inicio de clases.

Es así que, desde 1984, el MST ha construido más de mil 500 escuelas públicas en sus campamentos y asentamientos y atiende a miles de niños, trabajadores y familias rurales.

En la década de los 90s del siglo pasado, se inició en esta organización un profundo proceso de discusión acerca de cómo consolidar esta faceta tan importante para el Movimiento, considerando el establecimiento de un espacio físico capaz de centralizar su actividad educativa. Con ello surgió el proyecto de construcción de la Escuela Nacional Florestan Fernandes, en homenaje a un reconocido sociólogo brasileño con gran compromiso social.

Con recursos nacionales e internacionales y el importante aporte de connotados músicos e intelectuales como José Saramago y Chico Buarque, en enero de 2005 se construyó la Escuela a poco más de 60 kilómetros de Sao Paulo.

Literalmente, desde su edificación, este centro educativo se basó en la solidaridad: en ella participaron más de mil hombres y mujeres del MST que, voluntariamente, trabajaron casi por cinco años, organizados en brigadas rotativas, empleando técnicas y materiales de construcción de bajo impacto ambiental.

A seis años de su establecimiento, la Escuela se compone de un conjunto de edificios que incluyen auditorios, aulas, áreas de cocina y comedor, habitaciones para docentes y estudiantes, salas de profesores e internet y una biblioteca que cuenta con miles de textos. También dispone de espacios deportivos y áreas de cultivo de productos orgánicos que contribuyen a la alimentación de la comunidad escolar.

Los cursos y talleres que se imparten abordan un amplio rango de temáticas, entre ellas: alfabetización, pedagogía de la tierra, planificación agropecuaria, cooperativismo, técnicas de cultivo y teoría política latinoamericana.

Los estudiantes y profesores de la Escuela no sólo pertenecen al MST, sino que proceden también de otras organizaciones e instituciones simpatizantes y colaboradoras de este proyecto; además, los convenios signados con diferentes universidades les permite abrir un vasto abanico de cursos y talleres.

Por la Escuela transitan miles de estudiantes de Brasil, Latinoamérica y el mundo que combinan la formación teórica, el debate y la labor social, toda vez que los programas escolares contemplan un periodo de clases y otro tanto de trabajo comunitario. Actualmente, el financiamiento proviene de organizaciones solidarias, organizaciones no gubernamentales e instituciones educativas que directa o indirectamente colaboran por medio de los convenios antes mencionados.

La creación de la Escuela Florestan Fernandes, indiscutiblemente, atiende una demanda social que no es satisfecha por los centros educativos formales, incluyendo los públicos. Demanda que crece y se reproduce en la medida que crecen y se reproducen, por una parte, la pobreza y la marginación y, por otra, una monocultura del conocimiento científico y una educación elitista y dogmática.

Si no se generan reformas sustanciales en el sector educativo y las actuales tendencias persisten por más tiempo, será necesario tener presente esta experiencia porque sólo por medio de nuevos paradigmas educativos, basados en la responsabilidad y solidaridad social se podrán mitigar los grandes daños.

Investigadora de la Universidad Autónoma Chapingo


Escuela campesina de agricultura ecológica. Municipio de Alamo, Veracruz

Escuelas Campesinas: intercambio de saberes para aprender juntos

Bernardino Mata García

En las últimas décadas del siglo pasado, ante los limitados resultados de los esquemas convencionales de educación y capacitación rural, en especial el sistema de extensión agrícola, diversos grupos y organizaciones de universidades, de la sociedad civil y de la Iglesia fomentaron nuevos enfoques para enseñar y capacitar a los campesinos en una diversidad de problemas que enfrentan en la producción agropecuaria y en las condiciones socioeconómicas para su desarrollo. Así encontramos los Centros de educación y de capacitación campesina, los Talleres de capacitación comunitarios y, finalmente, las Escuelas de Campo y las Escuelas Campesinas. Estas instancias son diversas, heterogéneas, comunitarias, integrales, pluriculturales e identitarias.

Las escuelas campesinas se han identificado como espacios o sitios que no requieren de instalaciones especiales; su lugar puede ser el mismo campo, donde los campesinos platican de sus problemas comunes, intercambian conocimientos y experiencias, comparten sus saberes locales y tradicionales, analizan sus experiencias de lucha y de organización, conocen los avances tecnológicos de otros compañeros, revaloran su cultura por medio de la manifestación de sus usos y costumbres y, sobre todo, reafirman su identidad. Se pueden definir como: “escuelas o centros de educación y capacitación para ejidatarios, indígenas y pequeños productores (y jornaleros), quienes requieren y necesitan aprender y desarrollar capacidades diversas y multifuncionales, con la finalidad de organizarse para promover y autogestionar procesos de mejoramiento y de desarrollo comunitario y regional, mismos que conllevarán al logro de una buena calidad de vida para toda la población campesina marginada y excluída del desarrollo nacional”.


Compartiendo Agri-culturas con escuelas campesinas en Oaxaca

Estas escuelas se han orientado hacia el desarrollo social, la conservación del ambiente y al rescate y reafirmación de la agricultura campesina, y en México existe un medio centenar de estos espacios de educación para campesinos.

Una caracterización de tres escuelas campesinas de la región del Totonacapan puede observarse en el recuadro.

Aprendizaje conjunto. El proceso educativo y de capacitación de una escuela campesina se basa en el diálogo de saberes y se caracteriza por fomentar actividades participativas y autogestivas, propiciadas por un coordinador o facilitador del proceso (que puede ser un técnico o el propio campesino innovador); su finalidad es integrar el saber campesino con el conocimiento formal en relación con temas de: agroecología y agricultura orgánica, de organización rural y de derechos humanos para el desarrollo sustentable. Esta capacitación se sustenta en lo siguiente:

1. Esta concepción de educación campesina implica fomentar y promover entre los campesinos modelos de ruptura, de cambios y de transformación social.

1. Es un proceso que se genera y se construye a partir de los problemas y necesidades que enfrenta y vive el grupo o comunidad que demanda la capacitación.

1. Se desarrolla mediante talleres participativos y requiere de un compromiso expreso entre el grupo de capacitandos y el capacitador o facilitador.

1. La capacitación debe contribuir a profundizar y sistematizar el conocimiento teórico-práctico de las condiciones socioambientales en las que viven los campesinos, así como su problematización en el contexto socio-económico-político, con la finalidad de contribuir a comprender el tránsito de la conciencia ingenua a la conciencia crítica de la situación en la que viven cotidianamente.

1. Su propósito es promover y fomentar el desarrollo de la organización autogestiva de los campesinos; con lo cual se asume que el grupo organizado podrá demandar y luchar por la solución de sus variados y diversos problemas.

Por un proyecto incluyente. Es urgente y necesario promover e impulsar un nuevo proyecto de nación, un proyecto incluyente, un proyecto donde quepamos todos, un proyecto que, ¡ahora sí!, tenga como foco de atención al campo y a los campesinos; un proyecto alternativo cuyo propósito sería lograr una buena calidad de vida para toda la sociedad. El proyecto que proponemos aspira a conformar una sociedad mexicana con los atributos siguientes:

• Amante de la naturaleza y defensora del medio ambiente.

• Consciente de que el trabajo es un derecho social.

• Generadora de ciencia y tecnología compatible con los procesos naturales.

• Consumidora de productos orgánicos, limpios e inocuos.

• Desmitificadora del culto al dinero.

• Incluyente, solidaria y cooperativa.

• Defensora de todos los derechos humanos.

• Participativa, autogestiva y democrática.

• Equitativa y justa en el trabajo y en la distribución de la riqueza.

• Viviendo y disfrutando en libertad.

En esta visión de futuro para México, que incluye al campo y a los campesinos, las Escuelas Campesinas deben contribuir para formar ciudadanos participativos que autogestionen y construyan una sociedad con justicia y dignidad.