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Lo que va de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria a la Universidad Autónoma Chapingo Enseñar agronomía Luis Morett Alatorre
Poco después de concluida la guerra de Independencia, en el contexto del caos de la primera mitad del siglo XIX, se dieron los primeros intentos por establecer la educación agrícola. Sin embargo, fue hasta 1854 que iniciaron las actividades formales de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria (ENA). Desde su origen, subsidiada por el gobierno, la historia de la ENA (hoy Universidad Autónoma Chapingo, UACh) podría ser vista como una crónica de las sucesivas crisis económicas y políticas del país, así como de los virajes que la sociedad o las clases hegemónicas han impuesto a la dinámica del desarrollo nacional.
Durante el pri mer medio siglo de la ENA, se impartió en ella un conocimiento más vinculado con el oficio agrícola que con el conocimiento científico de la agronomía decimonónica. Fue hasta finales del porfiriato que se inició la introducción de técnicas modernas vinculadas al procesamiento de caña y henequén de algunas haciendas. En ese contexto es que Lauro Viadas advirtió que las necesidades de la agricultura nacional divergían de los contenidos de la enseñanza, subrayando que mientras el agrónomo resultaba prohibitivo para el agricultor, era prescindible para el hacendado. En consecuencia y porque los agrónomos eran necesarios para el servicio público y el desarrollo nacional, postuló que éstos deberían ser trabajadores al servicio del Estado (Lauro Viadas, “Propuestas al Ministerio de Fomento”, en Centenario de la Escuela Nacional de Agricultura 1854-1954. UACh, 2011).
En 1908 la ENA fue reorganizada, siendo secretario de Fomento el hacendado Olegario Molina, y director, Rómulo Escobar. El plan de estudios fue modernizado y se incrementó el número de estudiantes. Las medidas significaron una ruptura con el pasado y se adoptó por primera vez el concepto del agrónomo como profesional de Estado, encargado del fomento y desarrollo de la agricultura y la ganadería. Sin embargo, y al margen del título que se otorgaba a los egresados de la ENA, el ámbito laboral de los mayordomos inteligentes, administradores de hacienda, peritos o agrónomos estuvo confinado al espacio de la hacienda. El estallido revolucionario atrajo como un imán el espíritu de muchos alumnos de la ENA, quienes a finales de 1914, después de cerrar las instalaciones de la Escuela, se sumaron a distintas facciones de los ejércitos que luchaban contra el usurpador. Algunos de ellos integrados a la Comisiones Agrarias del Sur, cargando fusil y teodolito, ubicados en la retaguardia del Ejército Zapatista, deslindaban y restituían tierras que habían sido despojadas a los pueblos. La Escuela fue reabierta en 1919 por órdenes de Carranza, lo que permitió que la comunidad se reagrupara y adoptara conciencia de gremio, nutridos entonces por la experiencia revolucionaria y el contacto con la realidad campesina. A partir de 1921 y bajo el gobierno de Álvaro Obregón se iniciaron los trabajos para el traslado de la ENA a los terrenos de la ex hacienda de Chapingo, tarea que asumió y concluyó en 1924 Marte R. Gómez, entonces director de la ENA, para quien el agrónomo debía cumplir con un papel social como innovador tecnológico y promotor del cambio; sin embargo, su obligada renuncia a finales de ese mismo año dejó el proyecto académico inconcluso.
La década de los 30s y particularmente el sexenio de Lázaro Cárdenas acunaron el surgimiento de una serie de movilizaciones y organizaciones de masas que dieron pauta a la intensificación del reparto agrario y a la creación de varias instituciones educativas de corte popular y nacionalista, orientadas a la formación de los especialistas que requería el desarrollo nacional. En ese contexto es que los agrónomos se integraron como activos agentes del gobierno cardenista, ya fuera participando directamente en el reparto o en la dirección de los procesos productivos, al tiempo que se fortaleció la ENA y se crearon las escuelas regionales campesinas, además del Instituto Politécnico Nacional. La Segunda Guerra Mundial trajo, además de la reconfiguración geopolítica del mundo, una fuerte carga de intolerancia ideológica que en México tuvo efecto en el desmantelamiento de las estructuras productivas del colectivismo ejidal y del ejido mismo, abriendo paso a la gran empresa agrícola, lo que modificó el papel que desempeñaría el agrónomo durante el lapso comprendido entre 1940 y 1960, reduciendo su espacio e influencia en el sector público y empujándolo al mercado como profesionista libre. Como empleado público, el agrónomo fue un simple técnico gubernamental trabajando en favor de la modernización agrícola, modelo que favorecía a la agricultura empresarial. Los alumnos de la ENA de esa época recibían una formación eminentemente tecnicista, sin formación sociopolítica alguna, según testimonio del doctor Fidel Márquez. La ENA vivió una tentativa de reforma que, promovida desde el gobierno, en 1962 propició el cierre de la Preparatoria Agrícola, circunstancia a la que respondió el movimiento estudiantil logrando su reapertura en 1966. Este proceso tuvo su colofón en el Plan Chapingo, que buscaba consolidar e integrar las actividades relativas a la enseñanza, la investigación y la extensión agrícolas, sin embargo el Plan fue enfrentado críticamente por la comunidad, debido a su orientación empresarial y la falta de atención a los pequeños productores y ejidatarios.
A partir de 1968 se intensifican los cambios en Chapingo, potenciado ello por el vigor de la movilización estudiantil de 1967 y la crisis agrícola. Maestros y estudiantes se vincularon con las luchas campesinas y el estudio de la agricultura tradicional, interacción que se instituyó por medio de prácticas y viajes de estudio a zonas campesinas en situación precaria. Estos planteamientos abonaron progresivamente en el proceso de transformación universitaria. El gobierno de Echeverría propuso la transformación de la Escuela en Universidad, proceso que, adoptado y debatido por la comunidad, concluyó en 1978. La asignación del subsidio federal para la operación y desarrollo de la ENA-UACh ha sido severamente restringida en distintos momentos, a consecuencia de las crisis generales de la economía nacional, o bien como mecanismo de presión para influir en las políticas académicas de la institución. En el transcurso, la población estudiantil de la ENA, que había sido de cientos, se transformó como universidad en una población de varios miles, haciendo su aparición la mujer estudiante de agronomía; de 70 alumnas en 1975, la población pasó a poco más de 500 en 1984 y a cerca del 45 por ciento del total de la población estudiantil en 2011. Desde mediados de los 80s, en el marco de los gobiernos neoliberales del país, la agricultura y la sociedad rural dejaron de ser prioritarias. Adoptando el discurso eficientista del Banco Mundial, el gobierno federal desmanteló instituciones fundamentales para el fomento y se redujeron presupuestos al agro, incluida la educación y la investigación agrícola, restringiendo severamente las perspectivas al agrónomo de estado y dando paso a la formación de agrónomos liberales. El proceso de la globalización aparece hoy como una dinámica carente de controles efectivos sobre el deterioro ambiental, el incremento de los desequilibrios económicos y la desigualdad social. Colateralmente a ello, se registra una persistente estrategia gubernamental y de los organismos internacionales, para influir en las políticas educativas de las instituciones de educación superior. Frente al riesgo de convertir el desarrollo institucional en un orden impuesto desde fuera, desde 2006 la comunidad universitaria de Chapingo se dio a la tarea de elaborar su Plan de Desarrollo Institucional 2009- 2025 (PDI). El propósito fundamental ha sido fortalecer su pertinencia ante la sociedad rural, el sector agropecuario y forestal, e incidir de mejor manera en el desarrollo del campo mexicano. Hoy permea en la comunidad chapinguera la idea de que es obligado abrevar en la historia y la experiencia institucional, de forma que se nutra la perspectiva autocrítica y propositiva, que contribuya en la transformación del presente y permita modelar su futuro.
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