20 de agosto de 2011     Número 47

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Lo que va de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria a la Universidad Autónoma Chapingo

Enseñar agronomía

Luis Morett Alatorre


Topógrafos en las Comisiones Agrarias del sur durante el zapatismo

Poco después de concluida la guerra de Independencia, en el contexto del caos de la primera mitad del siglo XIX, se dieron los primeros intentos por establecer la educación agrícola. Sin embargo, fue hasta 1854 que iniciaron las actividades formales de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria (ENA). Desde su origen, subsidiada por el gobierno, la historia de la ENA (hoy Universidad Autónoma Chapingo, UACh) podría ser vista como una crónica de las sucesivas crisis económicas y políticas del país, así como de los virajes que la sociedad o las clases hegemónicas han impuesto a la dinámica del desarrollo nacional.


El presidente Álvaro Obregón en las instalaciones de la Escuela de Agricultura

Durante el pri mer medio siglo de la ENA, se impartió en ella un conocimiento más vinculado con el oficio agrícola que con el conocimiento científico de la agronomía decimonónica. Fue hasta finales del porfiriato que se inició la introducción de técnicas modernas vinculadas al procesamiento de caña y henequén de algunas haciendas. En ese contexto es que Lauro Viadas advirtió que las necesidades de la agricultura nacional divergían de los contenidos de la enseñanza, subrayando que mientras el agrónomo resultaba prohibitivo para el agricultor, era prescindible para el hacendado. En consecuencia y porque los agrónomos eran necesarios para el servicio público y el desarrollo nacional, postuló que éstos deberían ser trabajadores al servicio del Estado (Lauro Viadas, “Propuestas al Ministerio de Fomento”, en Centenario de la Escuela Nacional de Agricultura 1854-1954. UACh, 2011).

Testomonios chapingueros

ESMERAGDO ARMANDO ISIDRO AQUINO (Generación 1977-1984)

Las principales fortalezas de la UACh son: el conocimiento y desarrollo tecnológico que se genera en la Universidad; su historia, como principal centro de enseñanza agropecuaria y forestal de América Latina; los recursos científicos y materiales con que cuenta, y el compromiso social señalado en su acta constitutiva y en su lema.

Sus debilidades se centran en que: el conocimiento y desarrollo tecnológico de la Universidad no son conocidos en el medio rural y mucho menos son transferidos a los posibles benefi ciarios, y hoy día se ha abandonado la orientación de enseñanza comprometida con el campo de nuestro país y se forman agronómos sin vocación ni compromiso social.

En 1908 la ENA fue reorganizada, siendo secretario de Fomento el hacendado Olegario Molina, y director, Rómulo Escobar. El plan de estudios fue modernizado y se incrementó el número de estudiantes. Las medidas significaron una ruptura con el pasado y se adoptó por primera vez el concepto del agrónomo como profesional de Estado, encargado del fomento y desarrollo de la agricultura y la ganadería. Sin embargo, y al margen del título que se otorgaba a los egresados de la ENA, el ámbito laboral de los mayordomos inteligentes, administradores de hacienda, peritos o agrónomos estuvo confinado al espacio de la hacienda.

El estallido revolucionario atrajo como un imán el espíritu de muchos alumnos de la ENA, quienes a finales de 1914, después de cerrar las instalaciones de la Escuela, se sumaron a distintas facciones de los ejércitos que luchaban contra el usurpador. Algunos de ellos integrados a la Comisiones Agrarias del Sur, cargando fusil y teodolito, ubicados en la retaguardia del Ejército Zapatista, deslindaban y restituían tierras que habían sido despojadas a los pueblos.

La Escuela fue reabierta en 1919 por órdenes de Carranza, lo que permitió que la comunidad se reagrupara y adoptara conciencia de gremio, nutridos entonces por la experiencia revolucionaria y el contacto con la realidad campesina. A partir de 1921 y bajo el gobierno de Álvaro Obregón se iniciaron los trabajos para el traslado de la ENA a los terrenos de la ex hacienda de Chapingo, tarea que asumió y concluyó en 1924 Marte R. Gómez, entonces director de la ENA, para quien el agrónomo debía cumplir con un papel social como innovador tecnológico y promotor del cambio; sin embargo, su obligada renuncia a finales de ese mismo año dejó el proyecto académico inconcluso.


El presidente Cárdenas con chapingueros

La década de los 30s y particularmente el sexenio de Lázaro Cárdenas acunaron el surgimiento de una serie de movilizaciones y organizaciones de masas que dieron pauta a la intensificación del reparto agrario y a la creación de varias instituciones educativas de corte popular y nacionalista, orientadas a la formación de los especialistas que requería el desarrollo nacional. En ese contexto es que los agrónomos se integraron como activos agentes del gobierno cardenista, ya fuera participando directamente en el reparto o en la dirección de los procesos productivos, al tiempo que se fortaleció la ENA y se crearon las escuelas regionales campesinas, además del Instituto Politécnico Nacional.


La Segunda Guerra Mundial trajo, además de la reconfiguración geopolítica del mundo, una fuerte carga de intolerancia ideológica que en México tuvo efecto en el desmantelamiento de las estructuras productivas del colectivismo ejidal y del ejido mismo, abriendo paso a la gran empresa agrícola, lo que modificó el papel que desempeñaría el agrónomo durante el lapso comprendido entre 1940 y 1960, reduciendo su espacio e influencia en el sector público y empujándolo al mercado como profesionista libre. Como empleado público, el agrónomo fue un simple técnico gubernamental trabajando en favor de la modernización agrícola, modelo que favorecía a la agricultura empresarial. Los alumnos de la ENA de esa época recibían una formación eminentemente tecnicista, sin formación sociopolítica alguna, según testimonio del doctor Fidel Márquez.

La ENA vivió una tentativa de reforma que, promovida desde el gobierno, en 1962 propició el cierre de la Preparatoria Agrícola, circunstancia a la que respondió el movimiento estudiantil logrando su reapertura en 1966. Este proceso tuvo su colofón en el Plan Chapingo, que buscaba consolidar e integrar las actividades relativas a la enseñanza, la investigación y la extensión agrícolas, sin embargo el Plan fue enfrentado críticamente por la comunidad, debido a su orientación empresarial y la falta de atención a los pequeños productores y ejidatarios.

Testomonios chapingueros

VÍCTOR SUÁREZ CARRERA
(Generación 1968-1975)

La Escuela Nacional de Agricultura (ENA), hoy Universidad Autónoma Chapingo (UACh) vivió entre 1968 y 1975 una de sus etapas más trascendentes de su historia: a) la participación del estudiantado y profesorado progresista en el movimiento estudiantil y popular de 1968; b) el fin del régimen de disciplina militar y la instauración del sistema “civil” de autodisciplina; c) la profunda reforma académica impulsada bajo la concepción de la universidad crítica, democrática y popular y las ideas pedagógicas marxistas (tesis sobre Fauerbach), de Paulo Freire e Iván Ilich; y, d) la profunda vinculación de la ENA con movimientos campesinos e indígenas en pos de un campo productivo, con justicia y dignidad.

¿Y ahora cómo está la UACh? Funcionalizada de cuerp o entero con el modelo educativo neoliberal, obediente con los poderes y la patraña de un campo “competitivo” sin campesin@s.

A partir de 1968 se intensifican los cambios en Chapingo, potenciado ello por el vigor de la movilización estudiantil de 1967 y la crisis agrícola. Maestros y estudiantes se vincularon con las luchas campesinas y el estudio de la agricultura tradicional, interacción que se instituyó por medio de prácticas y viajes de estudio a zonas campesinas en situación precaria. Estos planteamientos abonaron progresivamente en el proceso de transformación universitaria. El gobierno de Echeverría propuso la transformación de la Escuela en Universidad, proceso que, adoptado y debatido por la comunidad, concluyó en 1978.

La asignación del subsidio federal para la operación y desarrollo de la ENA-UACh ha sido severamente restringida en distintos momentos, a consecuencia de las crisis generales de la economía nacional, o bien como mecanismo de presión para influir en las políticas académicas de la institución. En el transcurso, la población estudiantil de la ENA, que había sido de cientos, se transformó como universidad en una población de varios miles, haciendo su aparición la mujer estudiante de agronomía; de 70 alumnas en 1975, la población pasó a poco más de 500 en 1984 y a cerca del 45 por ciento del total de la población estudiantil en 2011.

Desde mediados de los 80s, en el marco de los gobiernos neoliberales del país, la agricultura y la sociedad rural dejaron de ser prioritarias. Adoptando el discurso eficientista del Banco Mundial, el gobierno federal desmanteló instituciones fundamentales para el fomento y se redujeron presupuestos al agro, incluida la educación y la investigación agrícola, restringiendo severamente las perspectivas al agrónomo de estado y dando paso a la formación de agrónomos liberales.

El proceso de la globalización aparece hoy como una dinámica carente de controles efectivos sobre el deterioro ambiental, el incremento de los desequilibrios económicos y la desigualdad social. Colateralmente a ello, se registra una persistente estrategia gubernamental y de los organismos internacionales, para influir en las políticas educativas de las instituciones de educación superior.

Frente al riesgo de convertir el desarrollo institucional en un orden impuesto desde fuera, desde 2006 la comunidad universitaria de Chapingo se dio a la tarea de elaborar su Plan de Desarrollo Institucional 2009- 2025 (PDI). El propósito fundamental ha sido fortalecer su pertinencia ante la sociedad rural, el sector agropecuario y forestal, e incidir de mejor manera en el desarrollo del campo mexicano. Hoy permea en la comunidad chapinguera la idea de que es obligado abrevar en la historia y la experiencia institucional, de forma que se nutra la perspectiva autocrítica y propositiva, que contribuya en la transformación del presente y permita modelar su futuro.

Responsabilidad de las Universidades Agrarias

Del agro depende la producción de alimentos
y de las universidades agrarias también

Lorenzo Alejandro López Barbosa

Como profesor y egresado de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) estoy convencido de formar parte de un proyecto visionario, de un legado histórico, una esencia y una identidad que nos representa con orgullo; de una institución que porta un lema que busca ser una realidad (Alma Terra Mater: el amor a la Madre Tierra); de una institución que busca dar respuesta a necesidades sociales concretas, relevantes y complejas; una institución pluriétnica, diversa y consolidada en torno a una identidad construida pacientemente.

La Universidad del siglo XXI está llamada a satisfacer las necesidades educativas, científicas, tecnológicas y culturales que exige la sociedad, a conformar y representar una fuerza dinámica para formar los ciudadanos comprometidos que la sociedad demanda, bajo un espíritu libre, democrático, humanista y crítico. Pero para cumplir cualquier ideal universitario es menester generar un impulso común por medio de la participación y del diálogo, que configure una universidad libre, innovadora, participativa, tolerante y regida por los principios de compromiso con la sociedad a la que se debe, la búsqueda de la calidad y la excelencia académica.

Los retos y los desafíos que enfrenta la sociedad rural exigen de las universidades agrarias nuevas actitudes y nuevos compromisos. El posicionamiento futuro de la universidad debe sustentarse en reforzar su papel como formadora de ciudadanos; en una institución orientada responsablemente en la generación y difusión del conocimiento; en fuente inagotable de creatividad, innovación y espíritu emprendedor; y como promotora en la educación y defensa de los valores de nuestra sociedad, y donde la investigación sea entendida como la búsqueda sistemática de respuestas a las interrogantes que nos plantea la realidad; permita un mejor aprovechamiento de sus resultados, y potencie, al mismo tiempo, la solución de las demandas sociales y productivas.

Del agro depende la seguridad alimentaria, concepto que alerta sobre el grave riesgo en el que quedan los países que renuncian a producir los alimentos de sus pueblos. En el marco de una economía global, las avasalladoras fuerzas del mercado hacen imprescindible un análisis profundo y crítico del actual modelo de producción rural, para buscar uno que nos conduzca a asegurar la producción de alimentos y una inserción internacional sin mayores traumatismos. De allí que las universidades deban dar respuesta a preguntas tales como: ¿qué debemos producir y cómo debemos hacerlo? conciliando sustentabilidad, productividad, rentabilidad, competitividad y equidad, para aprovechar y conservar la biodiversidad, satisfacer las necesidades alimentarias y elevar el nivel de vida de los grupos campesinos.

Ningún sector productivo puede sobrevivir a una crisis multimodal y permanente como la que padece la agricultura. En este mundo complejo y globalizado la riqueza ya no está medida sólo por la posesión de capital financiero y recursos naturales, sino por la producción, generación y manejo del conocimiento y la información.

La universidad como institución social nacida para el conocimiento y la reflexión académica no puede esconderse y desarrollarse sin adquirir compromisos. Los aportes de la universidad dependen de sus fortalezas, y su acción es más eficaz cuando los problemas sociales que enfrenta y a los cuales pretende dar respuesta han sido trabajados y vinculados a realidades concretas.

Si las universidades agrarias no asumen un rol de mayor involucramiento en la problemática de la sociedad rural, sus futuros egresados definitivamente no lo harán y además deben estar alerta ante la tendencia creciente de transformar el conocimiento en una simple mercancía, sujeta a reglas del mercado y ajena a las consideraciones éticas de su quehacer, de su origen y del papel que la sociedad rural espera de ellas: una universidad cercana al mundo real, a sus demandas, desafíos y necesidades.

Jefe del Programa Docente de Ingeniero Agrónomo en Desarrollo Rural, Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, Saltillo, Coahuila [email protected]