Opinión
Ver día anteriorSábado 13 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad
A

nte las noticias que confirman la participación del gobierno estadunidense en los asuntos internos de México y la subordinación del gobierno de Felipe Calderón, obstinado en continuar sus políticas de destrucción y violencia a las que está llevando al país, con la complicidad de los partidos políticos y del Congreso, como ha sido denunciado y aceptado por sus propios líderes, es claro que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezado por Javier Sicilia, representa hoy la única esperanza que tiene la sociedad mexicana para detener toda esta locura.

Seguramente hay muchos que no piensan así y están en su derecho; sin embargo, valdría la pena preguntarse: ¿qué otra alternativa tenemos? Los logros de este movimiento, criticado por muchos como ingenuo, por otros como oportunista o como simple comparsa del gobierno, son inéditos, en cuanto a que han obligado al Presidente mismo a soportar, frente a la prensa y la televisión, los reclamos y la indignación de centenas de ciudadanos lastimados e ignorados por él mismo, por sus colaboradores y por las diferentes autoridades, que supuestamente tienen la obligación de asegurar la paz y la tranquilidad de la sociedad. De igual manera, la convocatoria para reunir a los líderes de las diferentes fracciones del Congreso y hacerles notar la complicidad de sus acciones en torno a la asignación de recursos para instrumentar la guerra que hoy agravia y enluta al país, con sus secuelas de tragedia y confusión; reclamarles su falta de compromiso para con la sociedad mexicana, para mejorar sus expectativas de vida, de alimentación, de salud y de educación, y la aceptación tácita de esas culpas por parte de los congresistas, constituyen por sí mismos un hito en la historia de nuestro país.

Gracias a todos estos hechos, la sociedad mexicana cuenta hoy con capacidad de movilización política de la cual ha estado carente por bastante más de una década; durante los últimos días he tenido oportunidad de plantear mis dudas y certezas a diversas personas amigas en torno a este tema, encontrándome en todos los casos con una corriente de simpatía creciente hacia Javier Sicilia y los demás líderes e integrantes de este movimiento, la cual comparto cada día con más entusiasmo.

Contar con esta capacidad de distensión no nos asegura que la guerra pueda ser detenida o que pueda darse una solución que ponga fin a la actual escalada de violencia y de inseguridad, la cual parece estar vinculada a intereses ajenos y desconocidos a la sociedad mexicana, pero es la única opción ciudadana que tenemos.

En días pasados he leído algunas críticas fuertes contra Javier Sicilia, de que se están utilizando los justificados motivos de protesta de familiares, respecto de la desaparición de personas, incluyendo a miles de centroamericanos o de muertes causadas por las propias fuerzas de seguridad, para plantear asuntos de otra índole, como los referentes a la desatenciones gubernamentales en materia de salud, educación y empleo o las reformas políticas discutidas por el Congreso sobre candidaturas ciudadanas. Quienes hacen esas críticas parecieran no querer entender que este tipo de conducta forma parte natural de los movimientos civiles, que una vez puestos en marcha se deben nutrir de otras causas de descontento relacionadas con la suya, para incorporar a otros segmentos de población agraviada, especialmente cuando los temas están relacionados entre sí.

Por otra parte, para los líderes de cualquier movimiento social que resulta exitoso en su capacidad de convocatoria, la presión que reciben, en torno a la politización de su movimiento, crece en razón directa de su éxito. ¿Cuántas sugerencias ha recibido el señor Sicilia para convertirse en candidato a la Presidencia de la República por ciudadanos que lo ven como la mejor opción para un mejor futuro del país? No lo sé, pero puedo pensar que muchísimas y que esto es independiente de que él lo quiera o no, ésta es la esencia de los movimientos sociales, cuando se dan en contextos de vacío como el actual. Por ello, debiéramos pensar si existen hoy opciones por las que la sociedad pueda sentirse atraída para emitir su voto en 2012.

En el caso del PAN, ciertamente que no, después de los 12 años de retroceso inocultable para la sociedad en su conjunto, y menos aún al pensar en el conjunto de personajes que aspiran a la candidatura por ese partido. El hecho de que sea la señora Josefina Vázquez Mota quien aparezca como la mejor posicionada entre ellos se antoja concluyente. Respecto del PRI, para el cual su capacidad de triunfo parece indiscutible, ello se debe no a la simpatía que sus candidatos puedan tener, sino a sus posibilidades de triunfos basados en los enormes recursos con los que cuenta para comprar votos, así como en la existencia de personajes siniestros capaces de tejer las redes de los intereses más corruptos, los mismos que han llevado al país a su situación actual. Para el caso del PRD, con mucho menos posibilidades de triunfo, la imagen es un poco mejor, pero está lejos de constituir un atractivo para la sociedad en su conjunto. La polarización existente en torno a Andrés Manuel López Obrador hace difícil pensar en que ese candidato pueda atraer un apoyo mayoritario de la sociedad, mientras que las posibilidades de Marcelo Ebrard siguen siendo reducidas.

En este escenario, la imagen diferenciada de Javier Sicilia puede parecer ingenua, pero ciertamente fresca y mejor que todas las demás. A mí en lo personal me gustaría verlo como candidato; su participación en la próxima contienda electoral haría cuando menos posible regresar a la discusión de ideas y principios, en lugar de las campañas de lodo y baratijas a las que hemos sido expuestos en los recientes procesos electorales.