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De Cantinflas a Mario Moreno
D

urante décadas, decir cine mexicano era mencionar a Jorge Negrete, Pedro Infante y Cantinflas. El mundo los reconocía como nuestros grandes embajadores culturales, y el pueblo mexicano y latinoamericano los veía como sus ídolos indiscutibles.

Los dos primeros, porque eran la aspiración del ser varonil y además dulce sueño de las mujeres; el último, por ser el campeón de los desposeídos, de los desarrapados. Donde ellos estuvieran las multitudes los abrazaban y sus obras fílmicas se consumían a manos llenas. Como se decía en ese entonces en el medio fílmico, eran cheques al portador.

Con motivo de los 100 años del nacimiento de Mario Moreno Cantinflas, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes impulsó una abrumadora campaña publicitaria. Bien, se lo merece. Fue un ídolo y por eso merece ser recordado.

El peladito Cantinflas es una de las pocas figuras fílmicas mexicanas que trascendió las fronteras y el tiempo. Homenajes como estos también se los merecen los otros ídolos populares, sobre todo Jorge Negrete, quien nació el mismo año. Quiso la diosa fortuna ponerlos nuevamente frente a frente por la contienda del lugar de honor, tal como sucedió en su momento al disputarse la secretaría general de la Asociación Nacional de Actores y la del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, en 1948, hecho que dio inicio a su distanciamiento; pero ésa es una historia tan apasionante que se las narraremos próximamente.

Con tanto homenaje, las figuras que lo citan lo pintan con una serie de características que tienden a pensarlo como un santón, un hombre sin defectos y un líder inmaculado. Personalidad que el gran cómico dista mucho de haber tenido; valgan como ejemplo sólo dos botones:

De Cantinflas a Mario Moreno

El actor y su personaje surgieron de lo más bajo de la clase popular. En su momento, el cómico de la gabardina representó al peladito revoltoso que podía burlarse de los poderosos sin sufrir las consecuencias, gracias a su ingenio verbal e irreverencia. El sueño de millones de desheredados.

Para lograr este impacto, trabajó de la mano de grandes directores, como Arcady Boytler, Juan Bustillo Oro y Alejandro Galindo, con guiones de Humberto Gómez Landeros, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, entre otros. Desgraciadamente, él se sentía amarrado por las tramas y los personajes a interpretar. A partir de 1941 trabajó con Miguel M. Delgado, en El gendarme desconocido, y se sintió cómodo con él, ya que lo dejaba ser. Año tras año, el personaje se fue modelando y desdibujando en los 33 filmes en los que colaboraron juntos.

Al paso del tiempo, y gracias a su crecimiento económico, Mario Moreno terminó traicionando sus orígenes y, de estar al lado de los pobres, se pasó al del poder político y económico. Se podría resumir que pasó del blanco y negro al color, imagen que sintetiza su cambio de ideología en su personaje. De pronto, en sus películas a color empezó a lanzar mensajes morales de superación, de esfuerzo, de respeto a la autoridad, y su influencia nacional y mundial fue mermando. El extremo llegó con el discurso que pronunció en la película Su excelencia, donde su mensaje por la paz aburría a cualquiera del público, incluso a los mismos embajadores en la Organización de Naciones Unidas.

Foto
Mario Moreno frente a un cuadro de Deschlar, ca. 1953Foto Fondo Hermanos Mayo/AGN,
tomada de la revista Zonas

De películas nacionales a Columbia Pictures

Esta traición a su esencia se extendió al cine mexicano en 1946, tal como denunció en su oportunidad el director de cine Miguel Contreras Torres, gran defensor de nuestra industria fílmica, en su Libro negro del cine mexicano, en las páginas 375 y 376, donde alertó que Mario Moreno Cantinflas ya filmaba para la Columbia y a cambio recibía acciones y anticipos. El cheque al portador pasó a manos de la trasnacional que lo financiaba, ya que las cintas del mimo les permitían competir contra el cine mexicano en los mercados naturales, como eran América Latina y el Caribe. Si un exhibidor argentino o colombiano quería exhibir una cinta del peladito mexicano (que en su momento facturaba más que Harry Potter actualmente), tenía que exhibir además 10 o más estadunidenses dobladas al español. Sus películas fueron la cabeza de playa para que la industria estadunidense recobrara los mercados latinos que había perdido durante la Segunda Guerra Mundial, y los resultados a largo plazo saltan a la vista: hoy, 88 por ciento de nuestras pantallas exhiben cintas estadunidenses.

Trabajando para el enemigo

Otro momento fue cuando el gobierno del Distrito Federal decidió congelar el costo del boleto al cine en defensa de las clases populares. Mario Moreno maniobró para que subieran los precios de los cines y, en caso de que no lo hicieran, amenazó con levantar al pueblo, ya que no permitiría exhibir sus películas en México si no se incrementaba el costo del boleto. Obviamente los beneficiarios de esta acción eran las distribuidoras estadunidenses.

Actualmente los derechos de los filmes de Cantinflas los explota Columbia mediante Sony, y las regalías que producen le pertenecen en 32.5 por ciento a su ex pareja estadunidense, estando el porcentaje restante en litigio entre su hijo y su hermano desde hace más de 18 años, hecho que impidió la realización de un documental sobre el mimo y la película de recreación que estaba programada.

En esta conmemoración, ¿con cuál nos quedamos? ¿Con el cómico lépero que encarnó la revancha de los desposeídos frente a los poderosos y creó el término cantinflear, o con su verdadero yo, Mario Moreno, hombre que vio por sus intereses económicos en contra de los que lo encumbraron a la fama? Yo prefiero al primero, al de blanco y negro. No me gusta el de color, como fue su papel de Pepe, película que lo exhibe como sirviente de los estadunidenses por unas cuantas monedas.