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Andanzas

Farnesio de Bernal, medalla de oro de Bellas Artes

C

onversar con un viejo amigo, compañero de la danza, siempre es encantador. Se reviven recuerdos, se aclaran puntos, pero sobre todo se vive el gusto enorme de encontrarnos una vez más, como en aquellos tiempos en que nos topamos en los pasillos de Bellas Artes, muy jóvenes, en busca de un futuro.

Por fin, Farnesio de Bernal fue reconocido con un enorme galardón: la medalla de oro de Bellas Artes, que le fue entregada en la sede de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), que no es otra que la vieja casona de miss Ana del Castillo, su escuela de ballet.

No supo por qué no se la entregaron en el Palacio de Bellas Artes. Lo importante es que la recibió en plena actividad artística como actor emérito de la compañía que dirige Luis de Tavira. La ceremonia se llevó a cabo después de una función de teatro. Estuvo encabezada por Teresa Vicencio, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), entre otros.

Farnesio obtuvo su medalla y la calidez y reconocimiento de todos sus amigos y compañeros de danza y teatro, gozando de salud, hermoso y trabajando. Qué más se puede desear.

Él y yo trabajamos muy cercanamente en aquellos tiempos en que aún palpitaba con todo vigor la Compañía de Danza Contemporánea de Bellas Artes, aunque ya sin la égida del inolvidable Miguel Covarrubias y Santos Balmori, legendarias personalidades que impulsaron la famosa época de oro de la danza mexicana.

Hace un montón de decenios, Farnesio, alumno también no recuerdo si de Wagner o Andrè Moreau, saltó por pura curiosidad a una presentación de José Limón, en el gran foro de Bellas Artes. Pauline Konner, Betty Jones, Luckas Hoving y el propio José Limón bailaban La pavana del Moro, capo laboro, del gran maestro de origen mexicano, y Farnesio quedó prendado para siempre de la danza.

Fue una amiga del teatro, Carmen Sagredo, quien lo llevó a la Academia de la Danza Mexicana, y ahí, con el apoyo de Santos Balmori, en esa época director de la academia, ingresó a clases y a la compañía. Años después, con Farne ya convertido en bailarín y coreógrafo de dicha agrupación, dirigida entonces por el inolvidable Horacio Flores Sánchez, quien tanto se distinguió por impulsar nuevos valores, a pesar de la errática dirección de Ana Mérida, que prácticamente lo decidió a renunciar, y quien finalmente llevó la compañía a su extinción.

“Fue la época en que me tocó bailar, para José Limón, Los gallos, con la música del inolvidable Raúl Cosío, así como Quinteto y En el río; mientras, El cuento, Cazadores y otras piezas formaban ya parte importante del repertorio de tan memorable compañía”, comenta Farnesio en breve estrevista.

Dice que fue muy afortunado cuando recién entrado al grupo fue becado, junto con otros bailarines, al Connecticut College, donde daban clase Doris Humphrey, Louis Horst, Martha Graham y Lukas Hoving, “con quien estudié coreografía, en aquellos cursos de verano inolvidables.

El cambio nuevamente al teatro se debió a que nos ponían a bailar folclor, concheros, penachos y zapateados, que no tenían nada que ver con nuestra formación técnica, y esa revoltura no me pareció. Son cosas que nunca pueden dejarse. Se aman profundamente y por igual haces teatro, cine y danza.

Respecto del desarrollo de la danza, De Bernal opina que ha sido maravilloso, “pero la técnica Graham ha marcado profundamente a los bailarines, sobre todo a quienes se entregan a ella de lleno... algunos, hasta el presente, las obras que componen son lo mismo, usan los mismos pasos y evoluciones de la clase en sus coreografías y resulta aburrido. No hay un lenguaje libre para cada situación como en la técnica Limón, que imbuye del espíritu del personaje y el lenguaje corporal adecuado, de lo que quieres decir, o sea, bailar. Merce Cunningham dijo: un ‘bailarín clásico que posee el sentido de la danza moderna es, sin duda, un gran bailarín’.”

La carrera de Farnesio de Bernal en el cine, teatro, telenonelas, etcétera, es sólida y fructífera. Desde sus inicios con Alejandro Jodorowsky en La sonata de los espectros, de Strindberg, no ha dejado de trabajar. Piensa que el cine mexicano ha venido desarrollándose y afirmándose, incluso políticamente.

Farnesio concluyó: Los gringos hacen cine con mucho dinero, los europeos con mucho talento y los mexicanos con muchos problemas.

El rostro fantástico, lleno de matices y noble mirada de Farnesio, lo delata como un ser hermoso que sabe apreciar la vida, el arte, y sobre todo a la gente bella con la que convive cada día en la CNT. Ciao, Farne.