as calificadoras de crédito son empresas cuyo objetivo es analizar la economía de un país o de una determinada corporación para elaborar un índice o calificación que permita normar el criterio sobre el riesgo que existe en la compra de determinadas acciones, bonos o certificados emitidos por alguna de esas entidades. Sus calificaciones se toman como indicador de las condiciones que existen para invertir en tal o cual mercado. Lo que hay que destacar es que tienen estrechas relaciones con Wall Street y otros mercados financieros, que se benefician de la oscura forma en que se construyen esos índices.
Uno de los casos más patéticos del modus operandi de estas empresas es la calificación que una de ellas, la Standard&Poor’s (S&P), dio a la corporación Lehman Brothers, causante, entre otras, de la debacle del mercado financiero y la profunda crisis económica de la que el mundo aún no puede reponerse. Cuando todo indicaba que esa corporación caminaba al abismo, S&P la consideró financieramente saludable, lo que en términos prácticos fue una invitación a invertir en ella. Poco tiempo después Lehman quebró, arrastrando a la desesperación a miles de inversionistas.
Cuando varios economistas de las más diversas tendencias opinaron sobre las causas de la crisis, se refirieron al grave error de S&P que irresponsablemente dio seguridades a quienes invirtieran en esa corporación financieras. En esa ocasión los representantes demócratas criticaron acremente la decisión de S&P. No sería extraño que la molestia que en su momento causó esa crítica se haya patentizado ahora con la degradación que S&P hizo al crédito del gobierno de Estados Unidos, presidido por un demócrata. En lenguaje llano se envió una señal a quienes quieran invertir en bonos y certificados emitidos por el Tesoro estadunidese.
La lectura que se puede hacer de este episodio es doble. Por un lado fue una revancha por la opinión que en 2007 hicieron los demócratas sobre el contubernio de la calificadora con una de las corporaciones responsables de la crisis. Por el otro, fue una llamada de atención de Wall Street a los congresistas demócratas por negarse a disminuir aún más los niveles de gasto y el tamaño del gobierno.
Por lo pronto, fue causa de una pérdida de confianza en la forma en que se manejó el asunto del aumento del nivel de la deuda en el Congreso estadunidense. En este marco, algunos observadores creen que Obama, y con él los demócratas, todavía pueden salir airosos de esta crisis si no continúan cediendo a las pretensiones del ala más conservadora del Partido Republicano, en la jibarización del gobierno y sus programas sociales. La pregunta que se antoja en este incierto panorama es: ¿adónde recurrirán ahora quienes busquen una inversión financiera segura después que los misteriosos cálculos matemáticos de la S&P redujeron el nivel de confianza en el Tesoro estadunidense?