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Rupert Murdoch y los latifundios mediáticos
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ficionado a los escándalos con los que ha hecho una fortuna, el magnate Rupert Murdoch está en el centro de una tormenta de gran magnitud. Su imperio mediático en Gran Bretaña se tambalea, luego de que se divulgaron las prácticas de espionaje telefónico de su semanario News of the World, con más de 7 millones de lectores. Una investigación del diario The Guardian le propinó un severo descontón.

News of the World espió a 4 mil personas. Integrantes de la familia real, políticos, celebridades fueron vigilados ilegalmente por el semanario. Sotland Yard lo supo y lo ignoró. La publicación sobornó a varios policías.

Para contener daños, el pasado sábado Murdoch publicó en todos sus periódicos de alcance nacional un desplegado de plana entera titulado Lo sentimos, cerró News of the World, renunció a dos altos ejecutivos del corporativo que editaba el tabloide dominical, el día de hoy se presentará ante la Comisión de Cultura de la Cámara de los Comunes, y retiró su oferta para adquirir 61 por ciento de British Sky Broadcasting, con lo que habría obtenido el control total de la empresa que domina el mercado de la televisión digital en Reino Unido.

Rupert Murdoch es una especie de Ciudadano Kane, protagonista dela célebre cinta de Orson Welles inspirada en la biografía del empresario de la prensa William Randolph Hearst. Como muestra Michael Wolff en su libro The man who owns the news, su vida y su emporio son uno solo. Nació en Australia hace 80 años. En 1986 se nacionalizó estadunidense con la ayuda del presidente Ronald Reagan para poder ser propietario de canales de televisión. Y es que, en Estados Unidos, las leyes impiden a un extranjero ampliar sus inversiones en el país por encima de 2 mil millones de dólares. Cuando los periodistas le preguntaron el porqué de su decisión, les respondió: Porque quería ser estadunidense, y estoy muy contento y gratificado.

Murdoch es uno de los hombres más ricos del mundo: más de 32 mil millones de dólares. Ha hecho esa riqueza forjando un imperio mediático, que posee canales de televisión, periódicos, revistas, editoriales e intereses en el mundo del cine e Internet por todo el planeta.

Comenzó su aventura empresarial en su natal Australia, en la década de los cincuenta, donde adquirió más de un centenar de publicaciones. A finales de los setenta incursionó en Gran Bretaña y compró cuatro publicaciones relevantes: News of the World, The Sun, The Times y The Sunday Times. En 1988 controló 20 por ciento del capital del grupo Pearson, propietario de Financial Times, adquirió la mitad de The Economist y compró 14 por ciento de las acciones de Reuters, aunque posteriormente se deshizo de ellas.

En Estados Unidos adquirió el periódico The New York Post, la empresa Dow Jones propietaria de The Wall Street Journal y canales de televisión. Fundó en 1986 la compañía Fox Broadcasting, propietaria de los estudios 20th Century Fox, productora de películas como La guerra de las galaxias y Titanic. Diez años más tarde incursionó en la televisión por cable con el poderoso Fox News.

La propiedad sobre tantos y tan importantes medios comunicación le da una influencia política inmensa. Murdoch fue un joven con ideas progresistas que rápidamente se convirtió un hombre conservador. “Cuando era estudiante en la Universidad de Oxford –dijo– era un socialista idealista y tenía un busto de Lenin en mi dormitorio. Sigo siendo idealista, aunque ahora me siento más partidario del libre mercado que de otra cosa”. Apoyó al gobierno de George W. Bush y la invasión a Irak. No podemos echarnos atrás ahora, dando a Saddam Medio Oriente entero... Creo que Bush está actuando de manera moral y correcta, y creo que va a continuar con ello, señaló. En otra ocasión, sin ningún pudor, advirtió: La consecuencia más importante [de la guerra en Irak] para la economía de Estados Unidos... serán los 20 dólares por barril de petróleo. Es más que cualquier reducción de impuestos en cualquier país. En Estados Unidos Fox News ha dado al Tea Party una gran difusión de su propuesta política y sus candidatos. En 2006 apoyó al campaña de Hillary Clinton por la nominación como candidata presidencial del Partido Demócrata.

Los medios de comunicación de su propiedad impulsan una agenda que difunde valores conservadores y neoliberales, bloquea la información sobre el cambio climático y promueve sentimientos racistas, contra los inmigrantes, los árabes y los mulsumanes.

La biografía de Murdoch y su emporio sintetiza los cambios operados en las últimas tres décadas en la industria del entretenimiento: la creación de un oligopolio global, similar a los existentes en la industria petrolera y en la automotriz. La propiedad de los medios de comunicación se ha concentrado en cada vez menos manos, conformando verdaderos latifundios mediáticos, muchos de ellos trasnacionales.

Este proceso de monopolización se ha acompañado de la fusión empresarial de varias actividades económicas. La industria editorial, la producción y distribución de películas, las salas de cine y los teatros, la prensa escrita, los canales de televisión, las compañías disqueras, las agencias informativas, pero también las telecomunicaciones, tienden a ser controladas por un pequeño grupo de empresarios y sus empresas.

Lo que sucede en los países de habla inglesa con Murdoch es similar a lo que pasa en México con Televisa. Esta empresa posee cuatro canales de televisión (más muchas de sus repetidoras), dos compañías de cable, teatros, uno de los más grandes grupos editoriales de América Latina –que publica las ediciones mexicanas de Comopolitan y Esquire–, estaciones de radio y varios clubes de futbol. Es propietaria de 5 por ciento de Univision, el principal canal de televisión en español de Estados Unidos. Los programas de Televisa acaparan 70 por ciento de las cuotas de audiencia y publicidad del mercado mexicano de televisión. Sus contenidos se reproducen en toda América Latina. El intento de Emilio Azcárrga Jean, su principal accionista, de seguir el camino del australiano y nacionalizarse estadunidense fracasó.

Latifundios mediáticos como los de Rupert Murdoch y Televisa debilitan la libertad de información y la democracia. Para recuperar la función de la información como un bien público es necesario desalambrarlos.