Consuelo Sánchez
El Nuevo Proyecto de Nación del Movimiento de
Regeneración Nacional (MORENA), encabezado
por Andrés Manuel López Obrador, recoge muchos
de los reclamos, sentimientos y anhelos
que ha venido expresando gran parte de los mexicanos
y, entre ellos, los pueblos indígenas y los campesinos. Se
trata de un proyecto colectivo en su elaboración,
inspiración y vocación. Es una
propuesta para ser discutida y enriquecida
por el conjunto de los mexicanos
preocupados por recuperar a México y
construir acuerdos alternativos.
El proyecto incluye uno de los temas
claves para la regeneración de México:
la cuestión de la diversidad cultural y
los derechos de los pueblos indígenas, históricamente relegados. En el proyecto
se rememora y revalora la destacada
participación de los pueblos originarios
en los momentos decisivos de construcción
y afi rmación de nuestra nación: Independencia,
restauración de la República,
Revolución mexicana, cardenismo
y, en fechas recientes, la rebelión de los
indígenas zapatistas de Chiapas por la
justicia, la libertad y la democracia, así
como la movilización de la sociedad mexicana a favor de
un diálogo de paz entre el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) y el gobierno. Tiene presente el incumplimiento
de los acuerdos de San Andrés sobre derechos
y cultura indígena, burlados y traicionados por los tres
poderes del Estado en la reforma constitucional de 2001.
En el primero de los diez puntos (“Promover la revolución
de las conciencias y un pensamiento crítico”), el proyecto
asume que “es un compromiso irrenunciable el cumplimiento
de los Acuerdos de San Andrés”. Pero va más allá
en el reconocimiento de derechos de los pueblos indígenas
y en el enfoque sobre los cambios que se requieren
en el país para que esos derechos se hagan efectivos. Recupera
la propuesta inicial de los zapatistas y de las organizaciones
indígenas, orientada a reconstruir un México
plural, incluyente y democrático. También hace suya la
demanda central de autonomía de los pueblos indígenas
y el derecho que tienen a existir, a ser diferentes, a ser
felices, a dignificar y engrandecer su propia cultura y, en
suma, a autodeterminarse.
El proyecto de nación rechaza las políticas que el Estado
y la oligarquía han aplicado contra los pueblos durante
siglos, provocando “un verdadero etnocidio” y perpetuado
el racismo y las relaciones coloniales. Colocadas en
este horizonte, las políticas proseguidas por los gobiernos
priístas y panistas “no han resuelto con justicia las
cuestiones que implica la diversidad y, en cambio, han
sido extremadamente homogeneizadoras y destructoras
de culturas”. La falta de respeto y reconocimiento de los
pueblos indígenas “ha dejado a su paso una trágica estela
de disolución cultural, destrucción de identidades, miseria
social, despojos, opresión política y confl ictos cada
vez más agudos”.
En contraste, el proyecto de nación de MORENA considera
la diversidad “como una riqueza del país que debe no
sólo ser reconocida y protegida, sino también fecundada
en todos los sentidos”. En consecuencia, plantea que
para construir una sociedad justa en nuestro país, es preciso
“buscar las fórmulas de justicia e igualdad que permitan”
a los pueblos indígenas “participar en las estructuras
sociopolíticas nacionales”. Para ello, considera que
se requiere “descolonizar el pensamiento y las prácticas
sociales” e impulsar un nuevo pensamiento que, entre
otras cuestiones, valore los aportes morales, culturales,
identitarios, ambientales y productivos de los pueblos indígenas,
así como su potencialidad, junto con la de otros
sectores populares, en la refundación ética, política, social
y económica de la nación. Advierte que ese proceso
debe ir acompañado de reformas de fondo, que vayan a
la raíz de los problemas, para 1) establecer un pluralismo
que permita “el despliegue de toda la riqueza cultural
propia del país”, 2) “crear la plataforma básica de una
sociedad más igualitaria y justa”, y 3) constituir “nuestro
propio régimen de autonomía, acorde con lo mejor de
nuestras raíces históricas y nuestras necesidades como
país”.
Tales reformas deben enfrentar simultáneamente la
desigualdad socioeconómica y la sociocultural. En consonancia
con ello, se habrán de desplegar dos políticas
interrelacionadas: una orientada a establecer la equidad
social y económica, y otra a procurar la igualdad entre
culturas, visiones y preferencias diversas. El logro de la
igualdad sociocultural (“la igualdad entre los componentes
identitarios de la sociedad nacional”) implica, a su
vez, “alcanzar algún género de arreglo autonómico”.
El proyecto de nación entiende la autonomía como una
derivación del derecho de los pueblos indígenas a la autodeterminación
(reconocido ampliamente por los instrumentos
internacionales). Y asume la autonomía concebida
por los pueblos indígenas como acuerdo encaminado
a reconstruir la nación “a partir de nuevas relaciones
entre los pueblos y los demás sectores socioculturales;
igualmente contiene las líneas maestras
de los vínculos deseados entre etnias y
Estado, como ordenación para cambiar
aspectos básicos de la política, la economía
y la cultura del país en un sentido
democrático, tolerante e incluyente”.
En suma, el proyecto de nación de MORENA
considera como requisitos indispensables
“para la construcción de una
verdadera democracia” en nuestro país:
1) la participación de los pueblos indígenas
en la vida nacional, en condiciones
de dignidad y justicia; 2) “la instauración
de un régimen de autonomía, incluyente
y tolerante, que permita a los pueblos
indígenas determinarse en el marco de
la unidad nacional, mediante el respeto
a sus autogobiernos, sus sistemas culturales
(abarcando lenguas, creencias,
usos y costumbres) y el efectivo reconocimiento
y protección legal de sus territorios y recursos”;
y 3) “terminar con el despojo y otros abusos de que son
víctimas nuestros pueblos originales”. A fi n de garantizarlo “se debe dar vigencia al derecho de los pueblos a la
consulta y el consentimiento previo como requisito para
dar sentido a las decisiones de las autoridades respecto
del patrimonio y modo de vida de aquéllos”. Finalmente,
refiere que este “bloque de principios y derechos debe
ser incluido en nuestra carta magna y constituir una plataforma
medular de la nueva sociedad y el nuevo país
que queremos construir”.
FOTO: Gobierno Legítimo |
En el punto 9 “Campo y soberanía alimentaria”, el proyecto
alternativo de nación también advierte el vínculo
histórico entre los pueblos indígenas y la nación mexicana,
y de su futuro compartido. Propone la recuperación
económica, social y ambiental del campo mexicano,
devastado por el neoliberalismo. Plantea que el punto
de partida para el debate en torno a la recuperación del
campo es “reconocer que el agrocidio en curso fue premeditado
y alevoso”, producto de un conjunto de políticas (que incluyen reformas constitucionales y legales)
“desplegadas por los gobiernos del PRI y del PAN desde
1982 a la fecha”, con el propósito de reestructurar la economía capitalista mexicana según las “políticas de ajustes” o “reformas estructurales” dictadas por
los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional
y Organización Mundial de Comercio), y en congruencia
con las directrices del Consenso de Washington.
En concordancia con estas pautas de corte neoliberal,
los gobiernos del PRI-PAN han privatizado prácticamente
todas las empresas públicas, y en particular las ligadas
al campo; suprimieron los controles a las importaciones
de alimentos; retiraron todos los apoyos estatales a los
campesinos y los dejaron desguarnecidos en el mercado
global de alimentos dominado por la agroindustria trasnacional.
En suma, la reestructuración
de la economía del país según el orden
mundial neoliberal ha arruinado a la
agricultura y a los campesinos mexicanos,
y ha subordinado al país al modelo
agroalimentario global, promovido principalmente
por Estados Unidos y sus corporaciones.
Este modelo es de naturaleza
intencionadamente anticampesina y
antiagraria, pero también antiurbana.
Está diseñado para 1) encarrilar la descampesinización
y el desmantelamiento
de las culturas campesinas milenarias,
como las que existen en México (y también
en África, Asia y América Latina), 2);
la concentración de pequeñas parcelas
en agroindustrias de gran escala, principalmente
de capital trasnacional, y 3) la
importación de alimentos a corporaciones
estadounidenses y de otros países
del Norte que concentran la producción
mundial de alimentos.
La imposición de este modelo ha llevado
al país a “la mayor crisis social y alimentaria desde tiempos
de la Revolución mexicana de 1910”. La importación
de alimentos es atroz: “En los últimos 15 años, México
incrementó 400 por ciento las importaciones de alimentos,
para lo cual se erogaron alrededor de 180 mil millones
de dólares”. El proyecto de nación advierte que de
continuar el modelo agropecuario neoliberal, el país será
“puesto de rodillas” ante corporaciones y países concentradores
de alimentos, a cambio de provisiones cada vez
más caras y escasas. Y anticipa, de acuerdo con muchos
analistas, que los precios de los alimentos se incrementarán
aún más en los próximos años debido al cambio
climático, la crisis energética y el incremento del uso de
maíz y de otros cultivos en comida para ganado y para
producir combustibles.
El proyecto de MORENA señala que la renuncia de los gobiernos
neoliberales a la “seguridad alimentaria basada
en autoproducción y en reservas estratégicas propias”,
y la consiguiente dependencia en la importación de alimentos,
así como el fomento de la mercantilización y
privatización de la tierra y de los bienes comunes (con la
contrarreforma al 27 constitucional y otras leyes, y por
medio de programas como el de Certificación de Derechos
Ejidales y Solares Urbanos, Procede, y otros) han
propagado la destrucción de la cultura, de los modos
de producción y consumo campesinos e indígenas, así
como de los ecosistemas; han causado la ruina y el empobrecimiento
de los campesinos (indígenas y mestizos),
y han obligado a muchos de ellos a abandonar el campo
y a desplazarse a las ciudades del país y algunas en el
extranjero buscando empleo. En suma, la violencia del
capitalismo neoliberal defendido por los gobiernos neoliberales
PRI-PAN, mediante el uso del poder del Estado,
ha intensifi cado la desigualdad, la exclusión, la descampesinización,
la destrucción de trabajo y de los vínculos
sociales, comunitarios y familiares.
El proyecto alternativo de MORENA plantea que para
salir de la violenta crisis social, laboral, ambiental y
alimentaria es indispensable cambiar radicalmente “la
ruta antiagraria, anticampesina y antinacional impuesta
por los gobiernos neoliberales”. Plantea como punto de
partida recuperar la soberanía y seguridad alimentarias.
Entiende por soberanía alimentaria “el derecho de los
pueblos a defi nir sus propias políticas y estrategias de
producción, distribución y consumo de bienes básicos;
pero también como derecho a un trabajo y un ingreso
que nos permitan acceder con dignidad a una alimentación
adecuada y suficiente”.
Sostiene que la “alternativa local, nacional y global” a
la crisis energético-alimentaria mundial “es la pequeña
y mediana producción familiar o colectiva, operando en
un marco institucional que, en vez de inhibirlas o suplantarlas,
potencie sus virtudes sociales, ambientales y económicas”.
En México, afi rma el proyecto de MORENA, “el
derecho a la alimentación sólo se garantiza fomentando
la agricultura destinada al mercado interno y, en particular,
respetando y promoviendo los modos campesinos e
indígenas de producción agropecuario, forestal, pesquera,
artesanal, así como sus sistemas de comercialización
y de gestión de los espacios rurales”.
FOTO: Gobierno Legítimo |
Pero hay otras razones por las que el proyecto de MORENA
considera a estos sectores (campesinos indígenas y
mestizos) fundamentales para la regeneración del campo
y el rescate de la soberanía alimentaria, porque: 1)
desempeñan múltiples funciones (alimentaria; laboral;
ambiental; cultural, y de manejo de los bienes comunes,
de la biodiversidad y patrimonios colectivos), lo que los
hace socialmente prioritarios, y 2) “pueden ser mucho
más efi cientes que los empresarios en la generación de
empleo e ingresos dignos; en la producción de comida y
seguridad alimentaria, y en la preservación y reproducción
de los recursos naturales y la biodiversidad.”
Para regenerar el México rural y urbano, el proyecto de
MORENA planta que es fundamental establecer un nuevo
pacto entre el campo y la ciudad. Un pacto basado en el
reconocimiento y la retribución justa a las múltiples y vitales
funciones económicas, sociales, ambientales, laborales,
culturales e identitarias del campo y de los campesinos
indígenas y mestizos. Se trata de revalorarlo “como sector
viable de la producción, pero también como garante de
la autosufi ciencia alimentaria y la seguridad laboral, como
base de la socialidad solidaria e incluyente; como sustento
de los recursos naturales y la biodiversidad”.
El proyecto propone como compromisos: 1) Reactivar
el mercado interno e integrar las cadenas
productivas mediante el fomento
a “la pequeña y mediana producción
campesina y las agroindustrias y comercializadoras
asociativas”. 3) Recuperar la
soberanía alimentaria, por medio de la
promoción de “la producción campesina
de granos y otros básicos” destinada al
mercado interno. 4) Restablecer la seguridad
y la soberanía laborales, mediante,
por un lado, la promoción de la agricultura
campesina, una “agricultura doméstica y asociativa intensiva en trabajo”, y,
por otro, el impulso de una economía
“comprometida con la creación de empleo
y con la distribución más justa del
ingreso”. Ello comprende la defensa de
“los derechos del trabajo rural y en particular de los trabajadores migratorios
y jornaleros”. Reitera que garantizar un
empleo digno y bien remunerado en
México es condición para frenar la desruralización
y el masivo “éxodo rural”. Se
trata de devolver a los campesinos, y en
particular a los jóvenes, “la confi anza en un futuro digno”.
5) Contrarrestar la crisis ambiental, impulsando la
restauración de la naturaleza y la diversidad biológica del
país y “una producción campesina amigable con la naturaleza”.
Ello comprende el rechazo a la privatización del
agua, de los códigos genéticos, de la biodiversidad y de
los conocimientos comunitarios, así como a la introducción
y el uso de organismos genéticamente modifi cados
(transgénicos). El compromiso es con la preservación,
restauración y defensa de los derechos colectivos de
las comunidades indígenas y rurales a su patrimonio y
al usufructo de sus recursos genéticos y biodiversidad.
6) Reconocer las aportaciones y los derechos de las mujeres:
reproductivos, económicos, laborales, sociales,
políticos, agrarios, culturales, en la conservación de las
semillas y los saberes agrícolas.
Para avanzar hacia tales propósitos, el proyecto propone
un conjunto de acciones estratégicas: 1) cambios
constitucionales y legales, como la reforma al articulo
27 constitucional, “a efecto de garantizar y fortalecer la
propiedad social de la tierra y los recursos territoriales
de pueblos indios y ejidos y comunidades”, esto es “el
derecho al usufructo sostenible de recursos naturales y
el reconocimiento de sus territorios”; 2) reformas legales
que restablezcan el “papel rector del Estado en la estabilización
de los mercados agroalimentarios”; 3) el establecimiento
de programas estatales especiales para el fomento
a la producción campesina y sustentable y para la
creación de empleos rurales, mediante inversiones públicas
estratégicas y otros mecanismos; 4) la renegociación
del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN) y de los acuerdos sobre
agricultura y propiedad intelectual de la Organización
Mundial de Comercio; 5) la democratización del medio
rural mediante el combate al clientelismo y el corporativismo, el caciquismo y la represión; y, al mismo tiempo,
el impulso de nuevas formas de convivencia y socialidad
democrática y participativa en el México rural, a través
del apoyo y fomento al “asociacionismo autónomo y autogestivo, productivo y social”, y del reconocimiento de
“los derechos autonómicos de los pueblos indígenas”.
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