l artículo de Damien Cave aparecido en el New York Times el 6 de julio, plantea que la migración mexicana hacia Estados Unidos ha descendido en forma impresionante. Las explicaciones son: mejores oportunidades económicas y de educación para la población, los crímenes en la frontera, la disminución del tamaño de las familias, una democracia más plena, el aumento de los salarios y la disminución de la pobreza. Todo ello junto ha hecho que el flujo de indocumentados se haya reducido en forma importante.
Se trata de un documento, en muchos sentidos provocativo y que no sólo nos mueve al debate y a la discusión, sino a analizarlo con mucho detenimiento.
Los datos sobre los que sostiene Damien Cave su argumentación es, por un lado, que el último Censo de Población mostró cuatro millones más de personas, y esto puede ser resultado de que los migrantes potenciales decidieron mantenerse en el país. Por otro lado, están los datos del Pew Hispanic Center y de otros expertos que señalan que los flujos de migración indocumentada se han reducido drásticamente en los años recientes. El autor da un peso clave a la cuestión demográfica al señalar una importante reducción de la tasa de natalidad, lo que ha provocado que los buscadores de empleo que antes se contaban en un millón por año, a partir de 2007 hayan disminuido a 800 mil personas y se espera que para el año 2030 alcance solamente 300 mil personas. Por otro lado, el producto interno bruto y el ingreso familiar ha crecido 45 por ciento desde el año 2000, según el economista Roberto Newell, y de acuerdo con David Fitzgerald, la disparidad de salarios entre México y Estados Unidos se ha reducido, pues si antes podía hablarse de una diferencia de diez a uno, ahora está a sólo 3.7 veces. El acceso a la educación es un factor que para el autor explica la nueva tendencia migratoria. Aunque habría que señalar que, en este aspecto, se refiere básicamente a lo que está sucediendo en Arandas, Jalisco, estudiado por el destacadísimo experto en migración Douglas Massey, pero que por lo visto, Damien Cave lo hace extensivo al resto del país. Argumentando a favor de ello está Passel, del Pew Hispanic Center, al sostener que aquellos que han estudiado un doctorado, tienen más probabilidades de mantenerse en el país pues consideran que sus estudios tienen más valor en México que en Estados Unidos. De tal manera que, según este propio autor, si México sigue bajo esta tendencia de crecimiento económico, es muy posible que cuando Estados Unidos requiera nuevamente trabajadores migrantes va a haber muchos menos.
Desde mi punto de vista, esta es una visión que no corresponde, ni de lejos, a la realidad, lamentablemente, pues no es que no se desee que la migración se reduzca por efecto de mejoras económicas sino que dadas las condiciones actuales la disminución del fenómeno tiene que ver con otros determinantes.
En primer lugar, efectivamente la migración indocumentada disminuyó en forma sustancial, porque la migración es un fenómeno de dos vías, es decir, responde a un factor de atracción y a otro de expulsión. Si el primero no se produce, como fue la demanda por parte de Estados Unidos –que vivió una de sus grandes crisis y el incremento sustancial del desempleo–, la migración cesa o se reorienta. No pudo reorientarse porque el resto de los países receptores también enfrentaron crisis profundas. Es muy posible, y aquí concuerdo, que los cuatro millones más de personas en el censo respondan a que los flujos migratorios se detuvieron, pero no concuerdo a que deba a mejoras económicas, pues los datos muestran lo contrario.
En primer lugar, los niveles de desempleo se han mantenido altos, sobre todo si consideramos que 29 por ciento de la población ocupada se encuentra en el trabajo informal, que supone ingresos irregulares, y no cuenta con prestaciones sociales. El déficit de empleos se ha mantenido, pues hasta mayo de este año sólo se habían generado 327 mil del millón 200 mil que se requieren. En cuanto al factor educación, las universidades públicas han sido incapaces, por falta de presupuesto, de incorporar a todos los solicitantes de estudios superiores. El caso de la Universidad Nacional Autónoma de México es dramático: de 150 mil estudiantes, sólo ingresó 15 por ciento. Es de todos conocidos las condiciones lamentables de 7 millones de jóvenes que no encuentran ni trabajo ni pueden ingresar al sector educativo, y se sospecha que ante tal desesperanza muchos de ellos están ingresando a las filas del crimen organizado. El salario mínimo es de menos de 60 pesos al día, cuando en Estados Unidos se sitúa entre cinco y seis dólares la hora. Y en cuanto al nivel de pobreza en México, de acuerdo con el Banco Mundial, ha alcanzado los 55 millones de personas, y en la administración de Felipe Calderón se incrementó en 6 millones. En relación con los aspectos demográficos, la tasa de natalidad puede bajar a menos uno, pero si el país no crece de acuerdo a su población, el fenómeno de expulsión se mantiene.
Desafortunadamente, la migración se ha detenido en forma momentánea por problemas de demanda de Estados Unidos, como ha sucedido históricamente, y por la inseguridad rampante en el tránsito. Y sólo revertirá su tendencia cuando se produzca un cambio de proyecto nacional, incluyente, cuyo objetivo prioritario sea el desarrollo. Lamentablemente, muy lejos de lo que hasta ahora se avizora.