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Miseria en el agro colombiano
Santiago Perry En las áreas rurales colombianas viven 11.8 millones de personas, el 26 por ciento de la población nacional. De ellos, 7.3 millones sufre pobreza y 2.5 millones pobreza extrema. De esta manera, casi dos terceras partes de los moradores rurales son pobres y más de la tercera parte se halla en la indigencia. Distintos estudios concluyen que en Colombia, como en el resto de Latinoamérica, “la pobreza tiene un marcado carácter rural”, pero en este país, además, la mayoría de las tensiones sociales se expresan de forma más aguda en las áreas rurales, que son el escenario principal del conflicto que sufre Colombia y la cantera fundamental de la que provienen millones de desplazados. El problema de la concentración de la propiedad territorial y del escaso acceso de la mayoría de los habitantes rurales a este y otros factores productivos continúa vigente en la Colombia del siglo XXI. La mayoría de las mejores tierras del país se encuentra en pocas manos, y la mayoría de los moradores rurales no tienen acceso a tierras de buena calidad. Más aún: todavía una significativa cantidad de las mejores tierras del país –planas, con agua y con infraestructura– continúan utilizadas en una ganadería poco tecnificada y poco productiva, mientras que millares de minifundistas se ubican en tierras de ladera a las que deben sobreexplotar. Según la información más reciente, en 2009 los propietarios mayores de 200 hectáreas eran el 3.8 por ciento del total y usufructuaban el 41.1 por ciento del área catastral del país, mientras 39.3 por ciento de los propietarios, con predios menores de tres hectáreas, poseían únicamente el 3.7 por ciento de la misma. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en una muestra de 70 países Colombia tenía el lugar 11 en el coeficiente Gini más alto en esta materia. El problema de la concentración de la tierra parece haberse agudizado en años recientes, en razón del conflicto que asola a las zonas rurales colombianas. Diversos estudios coinciden en destacar el vínculo entre el conflicto, el desplazamiento y la concentración de la propiedad territorial. La más reciente y completa encuesta que se ha hecho sobre desplazamiento forzoso confirma que nos enfrentamos a un drama de enorme magnitud: entre 1980 y julio de 2010, 434 mil cien familias se vieron obligadas a abandonar, vender o entregar a terceros forzosamente 6.6 millones de hectáreas. Sin lugar a dudas, el acceso a la tierra no basta para que los pobres rurales puedan superar su actual condición y se encaminen hacia el progreso y el mejoramiento de su calidad de vida. Se requiere, asimismo, que cuenten con actividades económicas factibles y rentables que les permitan aprovechar el potencial de sus factores de producción y su capacidad de trabajo y de generar riqueza. Empero, esta no es una tarea fácil. Los casos de proyectos productivos y/o de generación de ingresos de comunidades rurales pobres y de emprendimientos empresariales exitosos son relativamente escasos. La política gubernamental en esta materia ha tenido numerosos fracasos, pues se ha basado en subsidios puntuales y compartimentados, que no toman en cuenta la complejidad de los procesos de desarrollo rural –en especial sus aspectos sociales–, ni la necesidad de fortalecer el desarrollo del capital humano y social, ni la importancia de contar con una visión y un horizonte de mediano y largo plazos. En síntesis, la pobreza rural en Colombia continúa siendo un problema de considerable magnitud y la acción gubernamental en la materia no ha tenido un significativo impacto para reducirla. Numerosos son los factores que inciden en la situación descrita, y la lucha contra la pobreza y por el desarrollo de las comunidades rurales es un tema complejo. Sin lugar a dudas, el insuficiente y precario acceso a la tierra y a los otros factores productivos es uno de los determinantes claves de esta situación, al igual que la falta de estrategias y de políticas adecuadas para apoyar los esfuerzos de desarrollo socioeconómico y de generación de ingresos de las comunidades rurales pobres. Las singulares carencias de infraestructura que se viven en los campos colombianos, en especial en las zonas periféricas, agravan la situación de los pobres rurales y entorpecen sus esfuerzos de mejoramiento económico. La escasa cobertura y la deficiente calidad de los servicios públicos, educativos y de seguridad social en las zonas rurales refuerzan las dificultades de la población pobre para superar su difícil situación. Y las deficiencias institucionales limitan la efectividad de la acción del Estado en la materia. El Grupo de Diálogo Rural (GDR) en Colombia, tras analizar esta problemática y teniendo en cuenta que existen numerosos esfuerzos y equipos de trabajo centrados en el vital tema de la propiedad territorial, decidió concentrar sus esfuerzos en dos tópicos fundamentales en los que consideró que puede hacer un aporte significativo: la estrategia de desarrollo socioeconómico y generación de ingresos que se debe impulsar y el tipo y las características de la institucionalidad que se debe construir para hacer frente a este complejo y multidimensional problema. Para este efecto, creó dos subgrupos de trabajo, que combinan la mirada global, o macro, de estos problemas, con la mirada micro de analizar experiencias exitosas de desarrollo de comunidades rurales pobres y de construcción de estrategias institucionales locales que las apoyan. Sin lugar a dudas el estudio de casos internacionales interesantes en estas áreas complementará el trabajo de los subgrupos y facilitará que puedan definir y proponer estrategias novedosas que contribuyan a la superación de la pobreza y al desarrollo de las comunidades rurales colombianas. Secretario Técnico del GDR Colombia, del Proyecto Conocimiento y Cambio en Pobreza Rural y Desarrollo
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