Violeta Luna, actriz mexicana que combina el teatro y el performance, vive desde hace cinco años en San Francisco, California, donde combate, de manera permanente, estereotipos y etiquetas adjudicadas a los migrantes. Negocio con eso y lo hago desde el arte, en comunidades, con mujeres inmigrantes indocumentadas, a través de dinámicas teatrales, señala después de presentar el performance Apuntes sobre la frontera, durante el encuentro Siete Caminos Teatrales, que se realiza en Guanajuato.

La actriz interpreta a una inmigrante que deja su país para buscar mejores condiciones de vida. Apuntes sobre la frontera es un performance interactivo basado en el Tríptico de la frontera, proyecto de Secos&Mojados, donde hay secuencias corporales intercaladas con diferentes acciones e imágenes de gran carga política y social, que dejan mudo al espectador.

En una escena invita al público a colocarle sellos o etiquetas en el torso desnudo que dicen immigrant (inmigrante), criminal (criminal), illegal (ilegal), terrorist (terrorista) y la gente, conmovida, llora e incluso se coloca los sellos.

Con su trabajo, Violeta ha cruzado las fronteras geográficas y estéticas. Como artista, para mí es una preocupación y responsabilidad articular una dialéctica y praxis con lo que vivo. Resignificar mi identidad como mexicana-latina, como algo relacional y abierto a la diferencia. Asumo este proceso desde lo creativo de dos maneras: contestataria con el poder, y dialógica con la gente.

Esta actriz, nacida en el Distrito Federal y egresada del Centro Universitario de Teatro, colabora en San Francisco con los colectivos Secos&Mojados, La Pocha Nostra y La Colectiva de Mujeres. Éste implementa programas de ayuda social y legal para mujeres. Ella ejerce su activismo mediante el performance.

Mi trabajo ha sido un pasaporte no sólo para viajar, sino para involucrarme con diferentes comunidades. Es un espacio de resistencia donde puedo reflexionar, cuestionar, tener conclusiones y opiniones sobre temas sociales y políticos.

Y habla de la gente de los 400 Pueblos para explicar cómo utiliza su cuerpo para dar voz a sus demandas: “En una entrevista, una campesina explicó por qué se desnudan. Dijo: ‘a nosotros nos han quitado todo: tierras, cultura; yo lo único que tengo es el cuerpo para expresarme’. Eso es lo mismo que te dice un artista de performance: mi cuerpo es mi territorio de creación.

“No hay diferencia entre un artista de performance que se desnuda y un hombre de los 400 Pueblos que muestra su cuerpo, si partimos de que el cuerpo del performer es el territorio, el mapa donde construye sus cartografías, el libro donde escribe sus poemas.”

Reconoce que el performance aporta mucho al activismo, pues sin él se ve acartonado, como las viejas voces de protesta. Todas las manifestaciones son perfomativas, y eso tiene más impacto. Cuando hablas de un tema a través de imágenes poéticas, simbólicas o plásticas, hay conexión, el mensaje es más humanizado y directo que un discurso.

Explica que en el performance al artista le interesa intervenir el espacio, más que transformarlo. Es un lenguaje que nace de las artes visuales y congrega muchas disciplinas, como cine, video, poesía, ritual, teatro, danza, filosofía, etcétera. Finalmente, señala que el teatro y el performance tienen puntos de encuentro, pero maneras distintas de abordar los conceptos.

En Siete Caminos Teatrales ofrece el espectáculo Apuntes sobre la frontera en el patio de las Catacumbas del Mesón de San Antonio; imparte el taller El cuerpo, territorio y frontera, y dará una conferencia magistral con el mismo tema el sábado 16 de julio, en el Teatro Principal de Guanajuato.