Comparsa sangrienta
a estadística indica 50 mil muertos en la hora 11 del sexenio. La alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos sentenció que el crimen organizado, con sus acciones y métodos brutales, amenaza el corazón profundo del Estado, mina las raíces de la democracia y ataca los derechos humanos básicos.
Al borde de un canal en Chalco, en las aguas negras que reclaman las cuencas lacustres del Valle de México y subrayan la incuria de las autoridades, aparecen 11 cadáveres. Muertos por las balas de la violencia que derrama sangre en todo el territorio nacional. En Michoacán bloquean caminos, imponen el estado de sitio y el pánico. No hay suspensión de garantías individuales, pero los Templarios disputan a tiros la soberanía del estado con la Policía Federal. Y Monterrey es zona roja de antros y narcomenudeo, donde un comando de criminales ejecuta a 19 personas en un bar del centro de la industriosa capital de Nuevo León.
En pleno estío, con los montes en llamas, llegan los huracanes a Tamaulipas, se salen de madre el Pánuco y el Tamesí; los pueblos que no habían sido abandonados por el miedo a los criminales y a las fuerzas del orden, quedan bajo el agua; sus habitantes son trasladados a albergues temporales. Hace unos días, el gobierno del estado y las llamadas fuerzas productivas exigían informes sobre el asesinato del candidato del PRI, doctor Rodolfo Torre Cantú, hermano del ingeniero Egidio Torre Cantú, gobernador del estado. Desplegados y manifiestos: el silencio se hizo en la sala del juicio allá donde se cierra el círculo vicioso de la impunidad
, nudo gordiano de Felipe Calderón.
Cincuenta mil son una estadística. María Isabel Ayala Nava, viuda de Lucio Cabañas, y su hermana Reyna, acribilladas en Xaltianguis, Guerrero, son un agravio al imperio de la ley y al estado de derecho supuestamente instaurados y sustentados por la alternancia que llegó con la democracia sin adjetivos. Micaela Cabañas Ayala, hija del comandante guerrillero Lucio Cabañas Barrientos, anunció que la familia dejaría su tierra, que se incorporarían al nomadismo amenazado por la violencia de la comparsa sangrienta: ya no hay escapatoria en la emigración al norte en busca del empleo, de la dignidad a todo precio; se ha reducido la corriente de mexicanos que cruzan el río Bravo. Al sur, en las goteras de Acapulco asesinan a la viuda de Lucio Cabañas. No bastan los argumentos de antropólogos sociales. ¿Quiénes ponen las armas en manos de los matones que brotan del turbio pasado para esconderse a la sombra de la impunidad presente?
Cincuenta mil muertos y reaparecen los mercenarios al servicio del mejor postor; vuelven los fantasmas de la guerrilla, la pesadilla de las matanzas a contrapelo de la reforma política, del llamado reyesheroliano a incorporar el guerrillerismo a la vía legal. De golpe, el amargo rencor por el crimen de Aguas Blancas. Ernesto Zedillo, sentado ante una mesita estilo Chippendale, recibe el llamado de Ruben Figueroa, hijo, su amigo y compadre, gobernador de Guerrero, hijo: ¿Cuántos muertos?, preguntaba el presidente Zedillo. Y su amigo dejó el gobierno del estado, en aras del rito de investigar a fondo, caiga quien caiga
, y Ángel Heladio Aguirre asumió el cargo y la carga de odio y dudas, el eco de los disparos, la sangre campesina en la cuneta del camino.
Después de diez años de panismo, cuando el remolino se convirtió en huracán, Ángel Heladio Aguirre dejó el PRI, se convirtió en candidato del PRD y aliados, incluido el candidato del PAN que a última hora tiró el arpa y dejó a su partido sin registro. Hoy es gobernador constitucional de Guerrero. Micaela Cabañas Ayala culpa al gobierno, al desinterés, la falta de protección y comprensión en el gobierno pasado y el actual. Ambos del PRD. Ángel Aguirre volvió a heredar la responsabilidad social y judicial; el cargo político, ahora con la virtud del mandato popular y el vicio camaleónico de las alianzas. Algo ha cambiado a pesar del gatopardismo: Ángel Aguirre respondió al reclamo y ofreció protección y garantías a los sobrevivientes de la familia del guerrillero. Vamos a ver.
Porque se agitaron las aguas mansas al paso de los huracanes, el viento del sur y la tempestad implacable en el estado de México, Coahuila y Nayarit. El único que no se ha dado cuenta de quién ganó y quién perdió es Gustavo Madero, dizque líder nacional del PAN. Al día siguiente del desastre reunió a los aspirantes panistas y algunos más, para una foto de familia, para encubrir las derrotas con el manto de victorias pírricas, como las de sus alianzas en Puebla, Oaxaca y Sinaloa. Claro que el señor Madero no invitó a Rafael Moreno Valle, priísta de raza, como Antonio Vargas Heredia/hijo y nieto de Camborios
; ni a Gabino Cué, antiguo militante del tricolor y ex alcalde oaxaqueño, bien visto porque no viaja de incógnito; ni a Mario López Valdez, Malova, empresario y ahijado de Juan S. Millán, de un priísta de veras y dirigente de la CTM. Si esas son victorias, el PRI no necesitará que su candidato a la Presidencia obtenga más votos que el de alguna alianza bajo palio panista.
Andrés Manuel López Obrador sí sabe. Aunque se pregunte cómo es que el pueblo vota a favor de sus verdugos, y luego asegure que no será lo mismo en 2012. El de Macuspana es solitario líder social en el país, pero la desmesura tropical y seis años de travesía en el desierto de la presidencia legítima
han derivado a prédica popular con un dejo de mesianismo; en el Zócalo, en la Plaza de la Constitución, dijo invocar los valores espirituales porque: Yo soy cristiano, sostengo que Jesús Cristo es un ejemplo para todos los luchadores sociales
. En el otro platillo de la balanza. Marcelo Ebrard hace su cuentas y confía en los cuentos de Manuel Camacho, viejo aprendiz de brujo empeñado en que los de 1988 no tengan memoria de su papel como negociador de Carlos Salinas. Para lo de 1994 no hay olvido posible.
Amén, diría, si no fuera porque nos gobierna una derecha confesional, intolerante, decidida a destruir el Estado laico y trastrocar las instituciones constituidas en el proceso histórico de la Reforma y la Revolución. Y el Ejército está en las calles, en defensa de la seguridad pública y no de la seguridad nacional, que es la tarea que la norma le impone. Y después de denunciar los peores usos del autoritarismo sexenal y declarar su inquebrantable voluntad de impedir el retorno del cesarismo, descubren que son su fiel reflejo en el espejo distorsionado del pragmatismo electorero y la vocación cortesana, ser súbditos, mandados y no mandantes: El PAN retoma la sucesión por voluntad unipersonal, la designación inapelable del sucesor. Con Ernesto Cordero como delfín de Los Pinos y combates imaginarios en el gabinete: Alonso Lujambio en el papel de Felipe el Hermoso y el poblano Javier Lozano en el del Gran Inquisidor.
Afuera, Santiago Creel denuncia el acuerdo entre Felipe Calderón y Elba Ester Gordillo. ¿No entendería lo dicho en voz alta por la maestra milagrosa y la respuesta altisonante de Miguel Ángel Yunes? “Pa’ los toros del Jaral, los caballos de allá mesmo”, decían los rancheros de nuestra vieja aristocracia pulquera.
No hay peor político que uno que no sepa contar. Votos, no cuentos. En cuanto contaron los de Eruviel Ávila, se reunieron en Toluca legisladores y líderes del PRI. Peña Nieto hizo un llamado a la unidad. Tanta que Manlio Fabio Beltrones creyó oportuno recordar que a estas alturas los candidatos únicos huelen a naftalina
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