Balcanización petrolera del añejo Sudán y nacimiento de Sudán del Sur
a oficial balcanización petrolera de Sudán constituye para el mundo árabe el modelo operativo que pretende implementar lo que queda del caduco orden unipolar estadunidense?
Los cuatro cuadrantes del radar geopolítico de Medio Oriente se movieron dramáticamente en la semana y culminaron en el parto distócico de Sudán del Sur (ver Bajo la Lupa, 3 y 6/7/11) que representa el integrante número 193 de la ONU y el 55 de la Unión Africana (de un total de casi mil millones de habitantes en 30 millones de kilómetros cuadrados).
Simultáneamente ocurrieron hechos significativos que impactan en su suma y resta la dinámica de la nueva correlación de fuerzas.
El verano, de suyo candente, puede ser superado en grados celsius tanto por la velocidad de la extática revolución del jazmín del paradigma tunecino –que en algunos lugares se ha descompuesto malolientemente por la flagrante intervención anglosajona– como por el redoble de los tambores bélicos de parte de Israel, quien no construye nada, salvo para sí, pero que preserva un inmenso poder de masiva destrucción militar.
La apretada aprobación por el parlamento libanés del gabinete del primer ministro Najib Miqati constituyó una victoria mitigada del eje Siria-Irán-Hezbolá, la cual, a mi juicio, intentó ser contrarrestada por el insólito encabezamiento (literal), contra todos los buenos modales diplomáticos, por el embajador estadunidense en Siria, Robert Ford, de la masiva protesta de los sunitas –subyugados por los fundamentalistas salafistas– de Hama (ciudad de 800 mil habitantes legendariamente antagónica al régimen de los Assad). Este solo acto unilateral de Estados Unidos (EU), que abre dramáticamente sus cartas balcanizadoras en Siria, merece un análisis especial.
En Egipto, la infatigable revolución de las pirámides confronta ahora al mariscal de campo (como recalcan en broma los siempre simpáticos cairotas) Mohamed Hussein Tantawi, quien jefatura la junta militar que empieza a meterse en problemas innecesarios al pretender controlar los deseos y los tiempos de la revuelta nacional. El gobierno egipcio ha acusado a Israel y a EU de azuzar los disturbios religiosos entre la mayoría sunita y la minoría de coptos cristianos (ver Bajo la Lupa, 3/7/11).
Después del empantanamiento de la OTAN en Libia, Rusia entra al juego, para no decir al rescate, de la situación que se encuentra en un impasse entre la bipolaridad geográfica de Bengasi (capital de la provincia rebelde de Cirenaica apuntalada por la OTAN y las seis petromonarquías del CCPAG: Consejo de Cooperación de los Países Árabes del Golfo) y Trípoli (en manos de los seguidores de Kadafi).
Mientras en Yemen, los aliados del sátrapa Ali Abdalá Saleh (EU y el CCPAG) intentan transformarlo en una patética caricatura del Cid Campeador, en Bahrein, según filtraciones de Stratfor (8/7/11), Arabia Saudita e Irán han celebrado cinco negociaciones secretas
(sic) para resolver el contencioso de la estratégica isla de Bahrein, hoy invadida por el CCPAG y, sobre todo, base militar de EU en el golfo Pérsico.
A mi juicio, el juego en el tablero de ajedrez global es uno solo, pero con diferentes movimientos regionales, los cuales, en última instancia, resguardan tres hechos inextricables vistos geoestratégicamente de arriba abajo: 1) la irreversible decadencia multidimensional de EU; 2) el ascenso de China y su adicción energética (hoy Arabia Saudita es su mayor abastecedor: punto nodal sobre el que pronto abundaré con una tesis sobre la antagónica dicotomía geopolítica entre petróleo y gas, que he expuesto en mis conferencias privadas a mis interlocutores locales al más alto nivel), y 3) el repliegue militar de EU (y la hilarante OTAN) de Afganistán e Irak, concomitantemente al ascenso regional de Irán y Turquía.
A ninguno de los actores regionales se le escapó el tsunami geopolítico de la independencia de Sudán del Sur, con excepción, para mi gran sorpresa, de los portales israelíes que han guardado un estruendoso silencio, quizá, debido a que el Estado hebreo armó a los sureños secesionistas arabófobos.
Los multimedia anglosajones han sido prolijos y van desde la permanente arabofobia del Financial Times, The Guardian y The New York Times, pasando por el escepticismo de Global Security, hasta quienes señalan su inviabilidad, en la semántica freudiana, como el acto fallido
de otro Estado fallido
.
El común denominador se centra en su viabilidad como nación frente al acecho de los árabes
del norte (Jartum) a quien ya le preparan otro clavo en su féretro mediante el amago del desprendimiento de la provincia estratégica de Darfur (L’Orient Le Jour, 9/7/11). Sin infraestructura, con una población paupérrima, analfabeta y endémicamente enferma (según los criterios básicos de salud pública), Sudán del Sur parte desde cero y todo está por ser construido, cuando no reconstruido, tras haber librado contra el norte el mayor conflicto civil de la historia moderna africana.
El petróleo puede representar la manzana de la discordia o el puente entre lo que queda del añejo Sudán (que conserva refinerías, oleoductos y la relevante salida al mar Rojo a través del Puerto Sudán) y el nuevo Sudán del Sur (donde yace la mayor parte de su producción como de sus pletóricas reservas por explotar).
Si la balcanización del añejo Sudán huele a petróleo, la independencia de Sudán del Sur expele intensamente el olor de los hidrocarburos.
La dupla anglosajona (EU y Gran Bretaña) bendice la balcanización del añejo Sudán, mientras China, más hábil y en franca búsqueda de su seguridad energética, mantiene excelentes relaciones con ambos bandos que tienen mayor necesidad de las inversiones de Pekín cuando la banca de Wall Street y la City se encuentra en la inopia.
Quedan muchos pendientes que resolver en el divorcio entre Jartum (capital del añejo Sudán) y Juba (capital de Sudán del Sur), como el devenir de medio millón de sudsudaneses no-árabes (de religión cristiana y creencias animistas) que no han sido recolocados civilizadamente en su nuevo país cuando la situación transfronteriza se ha complicado en la disputada región de Abyei (capturada recientemente por las fuerzas militares norteñas).
Extraña independencia de Sudán del Sur, avalada por la Unión Africana y la mayoría de los países del planeta (con algunas reticencias árabes e islámicas), que todavía no define su frontera con el norte: el añejo Sudán.
Los bombardeos, que probablemente definirán el nuevo trazado transfronterizo, persisten en el Estado petrolero (but of course and curse!) de Kordofan.
Ambas entidades, la añeja y la nueva, dependen determinantemente de los ingresos petroleros que tendrán que compartir para su vigencia política y su viabilidad económica como países no-fallidos.
Un grave problema de Sudán del Sur radica en que carece de salida al mar, lo que puede, amén de reavivar la guerra civil con el añejo Sudán, obligar a su oxigenación marítima –algo así como el lebensraum (el espacio vital
de la impronunciablemente incorrecta geopolítica nazi)– por la vía de Etiopía/Eritrea o de Kenia.
El óptimo escenario pasa por un racional acuerdo petrolero (de corte ganar-ganar
) entre el añejo Sudán y el nuevo Sudán del Sur. ¿Los dejarán las trasnacionales petroleras anglosajonas?