Tras la suspensión de su periplo a Israel, buscará otras conquistas
Pide no más corrupción y que los gobernantes ayuden a la gente
Miércoles 6 de julio de 2011, p. a15
La velerista Galia Moss se confiesa nacionalista, no patriotera. Su orgullo de mexicana crece cuando ve ondear el lábaro patrio en lo más alto de un mástil y no consigue evitar las lágrimas cuando las notas del Himno Nacional retumban, lo mismo en suelo propio que allende fronteras.
El mes pasado debió bajar a tierra firme porque uno de sus mejores amigos, al velero Azul, no le alcanzó para llevarla hasta la costa de Israel, por fallas técnicas, con lo que la habría convertido en la primera mujer en navegar en solitario de México, su primera patria, a aquella nación, su segundo hogar.
Frustrada, sí. Triste, también, pero igual contenta y agradecida porque ese amigo de mil batallas náuticas la condujo hasta las Azores, frente a las costas de Portugal, donde ante la impotencia de aliviar su nave de los males que le ocasionaron las tormentas días antes, sintió que había llegado mi momento de decir hasta aquí
. No más navegación en solitario, decidió.
Recordó a algunos de sus amigos que se empeñaron en subir una montaña, aún en las peores condiciones, y por desgracia nunca pudieron bajar
. Realidad con la que explicó que su temple sigue intacto, como su necesidad de aventura, pero supo que es primero la seguridad por encima de cualquier emoción.
La aparentemente frágil ex gimnasta olímpica, de 46 kilogramos y 1.52 metros de estatura, sabe que su dinámica de vida no le permitirá acaso descansar más que unos días, antes de meterse de lleno en otra aventura –pospuso el seguimiento de las ballenas en su viaje a las aguas del norte, en esta temporada–, que espera sea una combinación de velero-musical, que mucho le gustaría sirva de labor en favor de los niños mexicanos.
Galia tiene casi toda su vida en el deporte. Desde los 5 años empezó en la gimnasia, estudió en las aulas nacionales y en el extranjero hasta sorprender a su familia cuando le anunció que navegaría en solitario, pero luego la tranquilizó al demostrar a sus padres y hermanos que estaba lista para zarpar, tras haberse preparado. Así, también se ganó su apoyo.
De palabra fácil, trato afable, la navegante moderna apoyada con la tecnología del siglo XXI ya había cruzado sola el oceáno Atlántico de España a México y ahora buscaba llegar a Israel, en una aventura medida milimétricamente, pero los imponderables echaron por la borda, literalmente, sus planes.
Humana en esencia, el miedo se apoderó en más de una ocasión de sus pensamientos, pero supo trocarlo en concentración cuando a la mitad del oceáno verdaderamente se sintió frágil, desprotegida, tentada, incluso, a apretar el botón para que fueran a rescatarme
, pero lo superó. Hubo lágrimas, temblor de manos y piernas, pero su fortaleza su impuso.
Ya en tierra firme, segura, piensa vender el Azul para comprar algo mejor o crear un equipo mexicano de velerismo del otro lado del mundo con ese que, insiste, es uno de sus mejores amigos, aunque le haya fallado.
Galia Moss se cansa, pero no se vence; se dobla, pero no se rompe. A la ex velerista en solitario le gustaría que los políticos no busquen el poder sólo por ejercerlo, sino para ayudar a sus compatriotas. Quisiera que se acabará la corrupción, uno de los males terribles que aquejan al país, y nada desearía más que los mexicanos nos amáramos y aprendiéramos a respetarnos
.
Terminó la plática, pero no rompe sus cartas de navegación de la vida, porque las seguirá usando para llegar a donde sus sueños la lleven.