Opinión
Ver día anteriorSábado 2 de julio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y sociedad

Límites a los monstruos

E

l burro hablando de orejas. Si algo puede verse como monstruoso en la educación básica y sus escuelas normales es su imposibilidad de producir, hasta ahora, generaciones de maestros y alumnos lo suficientemente lúcidos, insumisos y fuertes, para ser capaces de poner límites a sus gobernantes y a sus líderes sindicales con sus –ésos sí, monstruosos– poderes abusivos y pactos ilegales.

Y digo educación básica porque es en ella –no en la media ni en la superior– donde se forman las bases para un pensamiento crítico y una voluntad política individual.

Deberían estar agradecidos, entonces, los grupos de poder –incluido el SNTE– de que nuestras escuelas básicas impartan sobre todo lecciones continuas de obediencia, a través de sus herramientas fatales: absurdos programas de estudio, exámenes que sólo miden memoria, inútiles tareas y sus calificaciones que sirven de instrumento de castigo y competencia estéril. Se trata, en conjunto, de domesticar mentes y espíritus aun contra la voluntad de los maestros, pues existe un currículum implícito que transmite fuertes lecciones en las formas de relación con la escuela, con el conocimiento y la autoridad. Nadie puede enseñar lo que no practica.

Renovar nuestro sistema educativo exige poner fin al cacicazgo del SNTE, cuya perversidad contamina todo el sistema y llega hasta los salones de clase, porque tener mejores maestros significa, primero, que recuperen su dignidad laboral y se den la oportunidad de revisar y sistematizar sus propios saberes, para que entonces puedan transmitir sentido de libertad, ética de vida, amor y gusto por el conocimiento.

La diferencia entre los chimpancés y los humanos es que a los primeros sólo se les puede entrenar, mientras que a los humanos se les puede y debe educar: ofrecerles las condiciones para construir su espíritu y desarrollar su mente. Mas, tal como está diseñada, nuestra educación básica no cumple esos cometidos; menos, ahora que la costosa prueba Enlace viene a imponer unos pobres parámetros de calidad que se limitan a medir entrenamiento para contestar exámenes, pero no si los alumnos son capaces de contextualizar la información.

Si comparamos los ácidos nucleicos, sólo nos diferenciamos de los chimpancés en uno por ciento, pero esa pequeñísima diferencia es, entre otras cosas, la que nos permite desarrollar lenguaje que, a su vez, nos hace seres productores de cultura e historia. El modo variado y rico en que se nos facilite interactuar desde pequeños con el medio cultural es lo que determina el crecimiento de la inteligencia, del pensamiento crítico y de la conciencia.