n los meses de mayo y junio ha ocurrido en Europa un hecho inusual. Se han presentado casos de enfermedad y muerte relacionados con la bacteria Escherichia coli. No sé si esta crisis hubiera tenido la misma resonancia si hubiera ocurrido en México o en alguna otra nación en desarrollo, donde estamos más habituados a lidiar con las patologías diarreicas. Pero su emergencia actual en los países europeos tiene como efecto importante que la mirada del mundo se dirige nuevamente hacia estos padecimientos, los cuales, a pesar de los cambios epidemiológicos producto del desarrollo, siguen siendo un flagelo, ya no sólo para las naciones pobres, sino en el mundo entero. Hay otro aspecto también muy importante, pues el episodio que se vive hoy en aquel continente ilustra la evolución de las patologías microbianas.
La primera señal de alerta se produjo en Alemania, y fue reportado por el Instituto Robert Koch de Berlín. Ese país, quizás el más rico de Europa, es en el que hasta ahora se ha presentado el mayor número de casos, aunque se han registrado también algunos eventos, en menor proporción, en otras 12 naciones de ese continente. La principal causa de alarma es que se trata de una variedad nueva de la bacteria, lo que representa un desafío para todos los sistemas de salud en el mundo.
Los estudios que se han realizado hasta ahora muestran que se trata de una nueva cepa de E. coli que resulta de la combinación inusual de dos variedades ya conocidas, una de las cuales (la llamada enteroagregativa), fue descrita por un mexicano, el doctor Alejandro Cravioto, en 1979. Esta variedad se adhiere a las células del intestino, formando agregados y una película sobre el epitelio intestinal, produce además una sustancia (toxina) que provoca una diarrea acuosa. La otra cepa (conocida como enterohemorrágica) posee una toxina llamada Shiga (por su similitud con la de otra bacteria llamada Shigella dysenteriae) y provoca diarreas con sangrado, que puede ser abundante. La presencia confirmada del material genético de las dos variedades en el nuevo espécimen (al que se ha dado el largo nombre de: E. coli O104:H4 productora de toxina Shiga 2a) ilustra la evolución del microorganismo.
La velocidad con la que se ha identificado el nuevo agente –cuya secuencia genética fue descifrada completamente el 2 de junio en el Instituto Genómico de Pekín, China–, contrasta con la indagación sobre los orígenes de la bacteria, que ha conducido a las autoridades germanas a dar palos de ciego. Primero se culpó a los pepinos españoles, luego se asoció con el consumo de vegetales crudos, como tomates, pepinos y lechugas; finalmente se localizó una granja en el norte de Alemania en la que se producen brotes de semillas germinadas para el consumo humano, la cual, finalmente, parece ser la fuente de la contaminación.
La bacteria es altamente patógena y puede conducir a una condición muy grave conocida como síndrome urémico hemolítico (HUS, por sus siglas en inglés), que ha sido la causa de la mayoría de los decesos en Europa. Consiste en la destrucción de los glóbulos rojos de la sangre, lo que produce anemia (anemia hemolítica), dañando la función del riñón, al grado de que éste deja de funcionar. También afecta la coagulación de la sangre, por la disminución de las células esenciales en este proceso, denominadas plaquetas. De acuerdo con el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades, se habían presentado hasta ayer 849 casos de HUS con 28 muertes en 13 países de la Comunidad Europea, y otros 2 mil 744 en los que no se desarrolla el HUS, con 12 fallecimientos más, todos ligados a la nueva variedad de E. coli.
Las infecciones por E. coli afectaban principalmente a niños. La nueva variedad de la bacteria afecta además a los adultos. En los casos que han sido documentados en Europa, 88 por ciento corresponde a mayores de 20 años. Hasta ahora, aproximadamente las dos terceras partes corresponden a mujeres. Desafortunadamente la nueva cepa de E. coli es resistente a la mayor parte de los antibióticos, por lo que el tratamiento es sumamente difícil, y los casos más graves requieren de hospitalización, sobre todo para enfrentar la deshidratación, la anemia y la falla renal.
La evolución genética de los microorganismos crea un panorama nuevo con el resurgimiento en diferentes regiones del planeta de patologías bacterianas que ya habían sido erradicadas o cuya incidencia había disminuido de forma significativa (enfermedades remergentes), como la tuberculosis, el cólera o la sífilis, entre muchas otras. Hasta ahora no se han reportado casos en México, pero el riesgo de diseminación existe, pues el nuevo agente tiene entre sus características novedosas que se trasmite de humano a humano. En México se cuenta con una gran tradición y experiencia en la investigación científica sobre las enfermedades microbianas, por lo que resulta indispensable fortalecer los grupos científicos existentes y acelerar la formación de recursos humanos especializados en este campo.