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Oaxaca Más educadas, pero más migrantes
Las mujeres jóvenes del medio rural están experimentando cambios drásticos con resultados mixtos: Hay mayores grados de educación y de organización, así como nuevas prácticas sociales que han influido en la conformación de las familias, por ejemplo con el hecho de que cada vez existen menos matrimonios arreglados. Pero al mismo tiempo, se observan mayores índices de migración de las y los jóvenes. Estas son consideraciones de Josefina Aranda Bezauri, secretaria técnica del Grupo Diálogo Rural Oaxaca (GDR Oaxaca) del Proyecto Conocimiento y Cambio en Pobreza Rural, quien afirma que el hecho de que la mujer joven rural adquiera una mayor preparación en diferentes tipos de educación ha facilitado su emigración, aun cuando los nuevos cambios en el ámbito productivo rural permiten la creación de trabajos específicos para las mujeres. Hoy día, explica Aranda Bezauri, las familias rurales dependen cada vez menos de la agricultura en sus ingresos y en su empleo, y hay áreas económicas, sobre todo de servicios, que se desarrollan alrededor del campo, como es la comercialización, la certificación o la generación de valor agregado, que ofrecen posibilidades a las jóvenes instruidas. “Tenemos que revertir el proceso de emigración de las jóvenes”, asegura Aranda Bezauri, quien es a demás directora de Programas Estratégicos de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO). En una ponencia expuesta en un seminario del Proyecto –el cual es desarrollado por Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, junto con la Secretaría de Agricultura y con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)–, la académica considera que la clave para impulsar la permanencia de las mujeres jóvenes en el medio rural está en transformar el sistema escolar pues “hemos visto, está orientado al mundo urbano; sus curriculum tienen el sesgo urbano, y por lo tanto está socializando a la joven en el sentido de considerar el mundo urbano como lo mejor, lo deseable, lo que es necesario alcanzar”. De acuerdo con Aranda, las mujeres representan una tercera parte de la población rural, generan 15 por ciento del empleo nacional y están involucradas directamente en el manejo de la biodiversidad, por lo cual son garantes de la sustentabilidad de la agricultura. Asimismo, 80 por ciento del territorio nacional es ocupado y manejado por las mujeres aunque sin posesión legal de las tierras, y ellas son pilar fundamental de la producción familiar campesina: “sus estrategias de sobrevivencia han evitado que la producción interna de alimentos se desplome, que aumente más la pobreza, que la emigración sea totalmente compulsiva y que la desestabilidad social se agrande”. Por ello las mujeres requieren que se revalore su posición en la sociedad, y se considere la situación particular de las jóvenes. Un aspecto destacable es que “las actuales políticas sociales focalizadoras de pobres y sin alternativa” generan desánimo de las campesinas y los campesinos en los esfuerzos por lograr organizaciones autónomas. Tales políticas propician la actitud de no querer trabajar y “sólo estirar la mano” para recibir los apoyos asistenciales, comentó Josefina Aranda citando a mujeres rurales que se quejan de la situación (LER). Oaxaca Juventud triqui: voces que rompen el silencio Carmen Cariño Trujillo Los jóvenes han sido actores fundamentales en la histórica lucha del pueblo triqui. Jóvenes que han sido sujetos activos en las propuestas de soluciones a los problemas de sus comunidades, que se han comprometido y han luchado por causas justas. El reconocimiento de su participación no ha sido fácil, y muchas veces esta participación ha sido invisivilizada por propios y extraños, más aún cuando se trata de jóvenes mujeres. Han enfrentado la represión institucional, han sido manzana de la discordia de los grupos políticos triquis en conflicto y además han tenido que luchar fuerte para lograr espacios de participación dentro de sus comunidades. Hoy en día se recuerda a líderes que durante su juventud marcaron la historia triqui, algunos de ellos ofrendaron su vida, otros alcanzaron a burlar la muerte y continúan en la lucha. Lo cierto es que esa historia de resistencia está marcada por la participación de sus jóvenes en las distintas páginas de dignidad escritas. El trabajo de organización política del joven Guadalupe Flores Villanueva, mejor conocido como Nato, a finales de los 60s, y la recuperación de tierras encabezada por Luis Flores García y Agustín Ramón Flores, de 17 años de edad ambos, durante los 70s, son dos vivos recuerdos que muestran la participación juvenil y que permanecen frescos en la memoria colectiva dentro y fuera de la región triqui. El ejemplo de esos jóvenes líderes históricos ha impulsado a los jóvenes triquis contemporáneos, pero también a las jóvenes de huipil rojo. Ellos y ellas no recuperaron tierras, pero lograron hazañas dignas de estos tiempos: ejercer su derecho –como indígenas y como jóvenes– a la comunicación, impulsando el proyecto de la radio comunitaria La Voz que Rompe el Silencio, la cual inició su programación el 20 de enero de 2008, en el marco del primer aniversario del Municipio Autónomo de San Juan Copala (MASJC). Desde sus primeras transmisiones los y las jóvenes se enfrentaron a un panorama totalmente adverso: el vacío legal que niega el derecho de los pueblos indígenas a generar sus propios medios de comunicación, la criminalización en contra de los impulsoresy amenazas por parte de caciques de la región. El acoso y las amenazas a los impulsores de la radio se cumplieron el 7 de abril de 2008, cuando dos de las locutoras fueron emboscadas y asesinadas: Felicitas Martínez (21 años) y Teresa Bautista (23 años). El coordinador de La Voz que Rompe el Silencio denunció que desde el mismo día de inicio de transmisiones habían recibido amenazas de caciques y opositores a la autonomía: “Dijeron que iban a quemar la estación, que la radio estorba, pero no esperábamos que asesinaran a nuestras jóvenes compañeras”. Pese al riesgo que significó continuar con las emisiones y a las múltiples dificultades que enfrentaron como falta de apoyo técnico y económico, los jóvenes radialistas decidieron seguir con el proyecto. “Lo primero que hicieron los paramilitares fue destruir la radio”. El 29 de noviembre de 2009, San Juan Copala, sede del MASJC, fue sitiado por grupos paramilitares; población y autoridades autónomas denunciaron que la organización priísta Unidad de Bienestar Social para la Región Triqui (Ubisort-PRI), así como el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui del Partido Unidad Popular (MULT-PUP) se parapetaron desde los cerros disparando día y noche con armas de grueso calibre contra la población. El mismo día en que tomaron por asalto la presidencia municipal autónoma, los paramilitares se dirigieron también a la cabina de radio, que hasta ese momento seguía transmitiendo, balearon y destruyeron el equipo que los y las jóvenes habían conseguido y mantenido durante casi dos años. Las locutoras de la radio comentaron que “lo primero que hicieron los paramilitares fue destruir la radio” y cuando disparaban contra las instalaciones gritaban: “¡Esto que le está pasando a su pinche radio es lo que les va a pasar a ustedes si siguen con su autonomía!”. Durante los diez meses de cerco paramilitar, los autónomos resistieron, negándose a abandonar San Juan Copala, niños y jóvenes también resistieron el acecho de los paramilitares, algunos de ellos y ellas sucumbieron ante las balas del MULT-PUP y de la Ubisort-PRI, resultando heridos Timotilín Velasco, de 15 años; Jacinto Velasco, de 16;, Adela Ramírez López, de 14, y Selena Ramírez López, de 15 años. Allí también fue asesinado Felipe Pérez Ramírez, de 17 años, y decenas de jóvenes resultaron desplazados junto con sus familias. Los y las jóvenes de la radio también abandonaron su comunidad. Hoy en día luchan desde distintos espacios por retomar su vida. Hoy son los jóvenes varones y las jóvenes mujeres quienes encabezan la lucha por el retorno de los desplazados a sus hogares; quienes toman la palabra y expresan desde múltiples tribunas su rechazo a la violencia, la denuncia de las agresiones de las que han sido objeto y la exigencia por un retorno pacífico, seguro y digno a San Juan Copala, como lo refiere el testimonio de una joven desplazada en el plantón de la ciudad de Oaxaca: “Ahora no tenemos casa, no tenemos escuelas, nos han robado todo, por eso exigimos justicia para nuestro pueblo y justicia a los compañeros y compañeras asesinados, por eso desde aquí decimos que volveremos a Copala y seguiremos con la autonomía”.
Veracruz Crecer en la huasteca Octavio Bautista Serna Desde muy pequeño he tenido el interés por los saberes tradicionales, los cuales heredé de mis abuelos y padres en Ahuatitla Arriba, municipio de Chicontepec, Veracruz. El primero fue el náhuatl, que aprendí en casa por mi familia y amigos; el segundo, el español, al cual me familiarizó la escuela por medio de libros y maestros. Mis padres practicaban algunos usos tradicionales de la comunidad, como el Tlaitlanilistli (pedimento de mano de la muchacha); el Konemaltilistli (el primer baño del bebé), y Xantolo (día de muertos), que se celebra con gran intensidad. La milpa fue uno de los espacios más importantes durante mi educación, ya que no es un simple lugar de trabajo, sino un centro de convivencia y lugar de aprendizaje, un lugar en donde trabaja toda la familia. La milpa no sólo da matas de elotes, sino una diversidad de plantas comestibles que el campesino produce. Mi padre y mi tío practicaban la molienda en la que participábamos todos: mi mamá, mi hermana y mis tías hacían labores de cocina, y mis hermanos, mis primos y yo acarreábamos la caña y hacíamos el pilón. Todas estas actividades se llevaban a cabo en la milpa, pero algunas se han ido perdiendo con el paso de los años. Durante los últimos semestres de la preparatoria comencé a tomar interés por las necesidades de mi comunidad, pero había varios obstáculos que tenía que enfrentar y que me preocupaban, pues me daba cuenta de que con el tiempo, varios de los jóvenes emigraban a las ciudades. Algunos factores que los empujan son el desempleo, la falta de recursos económicos, la pobreza y la marginación. A mí no me gustaba eso, pues muchos de ellos ya no estudiaban. Fue de esa manera que decidí, en 2006, ingresar a la Universidad Veracruzana Intercultural, sede Huasteca, donde estudié la licenciatura en gestión intercultural para el desarrollo. Durante los últimos semestres realicé un trabajo de investigación, junto con Elpidia Cabrera Guzmán, sobre el ritual de Elotlamanilistli, con un grupo de ritualistas de la comunidad de Colatlán, en Ixhuatlán de Madero, Veracruz. Meses después se hizo una recopilación, grabación y edición de cuentos tradicionales, junto con un video documental llamado Elotlamanilistli (ofrenda al elote), con el fin de revitalizar y difundir esta costumbre. El vocablo Elotlamanilistli proviene de elotl = elote y tlamanilistli = ofrenda. En español puede traducirse como “ritual del elote”; sin embargo, su significado va más allá de una simple acción de ofrendar. Este ritual se realiza a mediados de septiembre en las comunidades indígenas de la Huasteca veracruzana y conserva una estrecha relación con la reproducción agrícola y el pensamiento religioso de los pueblos nahuas de la región. La música tradicional (que nosotros la clasificamos como sones de costumbre) es común durante el ritual. También está presente la danza o baile del elote y el lenguaje simbólico compuesto por ofrendas, sacrificio de animales, rocío de sangre sobre recortes de papel, limpias y purificaciones con humo de copal. Para noviembre de 2007 hice, junto a un equipo de promotores, un diagnóstico comunitario en el poblado de Ojital Cuayo, municipio de Ixhuatlán de Madero, con la finalidad de identificar los problemas comunitarios y conocer la relevancia de sus tradiciones y costumbres. Este trabajo cerró el 28 de noviembre del mismo año, con un taller que tuvo por nombre “Conociendo nuestros derechos”, cuyo propósito fue dar a conocer a la población elementos de sus garantías individuales. Entre el 2010 y 2011 elaboré una investigación en mi comunidad titulada “Monografía de Ahuatitla Arriba, desde una visión auto etnográfica”, y en el curso de este año llevé a cabo un diagnóstico sobre flora y fauna para una asociación civil, en el centro turístico Tlenkuali, titulado “Centro ecoturístico TlenkualiI, patrimonio ambiental cultural”, que fue escrito en náhuatl y español. Este material se hizo con el propósito de resguardar y conservar la biodiversidad regional. |