n el reciente debate entre los candidatos al gobierno del estado de México, el representante del Partido Acción Nacional, Luis Felipe Bravo Mena, propuso que se realizara a los tres aspirantes la prueba antidoping, sugiriendo con ello la posibilidad de que alguno de sus contrincantes fuera proclive al uso de alguna sustancia prohibida. Su propuesta, que seguramente nunca será llevada a la práctica –pues a cambio le exigieron revisar las cuentas bancarias–, resultó, sin embargo, profética. Al parecer, alguien lo tomó en serio, y realizaron este examen, no a los políticos, sino a los jugadores del equipo mexicano de futbol.
Cinco seleccionados para participar en la Copa Oro, competencia futbolística que se realiza actualmente en Estados Unidos, en la que el representativo nacional (como lo llaman los cronistas de este deporte) es uno de los favoritos, tuvieron que abandonar la competencia, al resultar sus muestras de orina positivas a una sustancia llamada clembuterol. El tema ha provocado gran escándalo, que ya tomó las proporciones de asunto de Estado, pues, con ánimos electorales, han expresado su apoyo incondicional a los deportistas implicados tanto el licenciado Felipe Calderón Hinojosa –quien dijo que son buenos muchachos
– como el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, quien llegó al extremo de afirmar que podía meter la mano a la lumbre
por ellos.
Pero ¿qué es el clembuterol? Se trata de una molécula sintética que, por su estructura química, puede asociarse con sitios especiales en la superficie de las células, sobre los que normalmente actúan sustancias naturales producidas por el organismo, como la adrenalina y la noradrenalina. A estos sitios se les conoce como receptores adrenérgicos, y los hay de dos tipos: los llamados alfa y los beta. A las drogas que actúan sobre ellos y producen efectos semejantes a los de la adrenalina (aunque además pueden tener otros) se les denomina agonistas. Pues bien, el clembuterol actúa como agonista sobre los receptores beta adrenérgicos.
Al interactuar con los receptores beta se desencadenan distintos procesos celulares. Uno de sus efectos más conocidos es la relajación de la musculatura lisa en el aparato respiratorio, lo que lo convirtió durante algún tiempo en un medicamento importante para el tratamiento de padecimientos bronquiales, como el asma. Sin embargo, por sus acciones adversas en otras regiones del organismo, en particular sobre la musculatura cardiaca, su empleo se prohibió en la mayor parte del mundo.
Otra de sus propiedades es el aumento de la masa muscular, lo que se conoce como efecto anabólico. El mecanismo por el cual el clembuterol induce este cambio no se conoce con precisión, aunque algunos estudios sugieren que esta sustancia produce modificaciones a nivel genético que se traducen en el aumento de proteínas estructurales en el músculo esquelético (Por ejemplo, Spurlock y cols. BMC Genomics 7: 320, 2006). Esta capacidad convierte a la sustancia en una herramienta muy prometedora para el tratamiento de padecimientos o condiciones (como la inmovilización) en los que ocurre una atrofia muscular.
Por sus efectos anabólicos, el empleo del clembuterol se volvió frecuente entre algunos deportistas. El incremento del volumen de los músculos se traduce en mayor fuerza y rendimiento físico, lo que supone una ventaja frente a otros competidores, razón por la cual se incluyó entre las sustancias prohibidas por los organismos internacionales del deporte. A pesar de la prohibición, su uso es muy extendido en los medios deportivos, como revela la existencia en Internet de un amplio mercado negro dirigido a ellos. El precio en Europa por una caja de 50 tabletas es de 12 euros.
Pero existe una forma indirecta e involuntaria de ingerir esta sustancia. Aunque también está prohibida su utilización en la cría del ganado, el clembuterol proporciona enormes beneficios para algunos productores sin escrúpulos. El consumo de la carne y otros productos animales, cuya engorda se ha inducido con dosis elevadas de esta sustancia, puede ser muy nocivo para la salud humana. En México, donde los controles son aún muy laxos, se ha reportado la existencia de esta práctica en al menos 11 estados de la República, que incluye casos de intoxicación (al menos mil 357 en 2007). El propio secretario de Salud, en su defensa de los jugadores de la selección mexicana, tuvo que reconocer que en 2010 se presentaron 200 casos.
Así, el consumo de carne contaminada con clembuterol se ha convertido en la hipótesis oficial para explicar por qué las muestras de orina de los jugadores dieron un resultado positivo. Aunque la verdad quizá no la conoceremos nunca.
Por lo pronto, nuestros políticos del estado de México pueden estar tranquilos, pues de materializarse la propuesta de Luis Felipe Bravo Mena –de realizarles el antidoping– todos podríamos meter la mano al fuego por ellos, pues quizá sólo se detuvieron en la carretera de Toluca a comer unos tacos de chorizo.