Ebrard y la alianza con el chuchismo
El que con lobos anda...
uienes hacen las matemáticas electorales en el campamento de Marcelo Ebrard rumbo a 2012 deberán decirle que no es nada saludable, ya que resta, más que suma, ésa que para algunos se define como su alianza con el chuchismo.
La última reunión entre Ebrard y Nueva Izquierda, sobrenombre con el que viaja el chuchismo, se interpretó desde muchos frentes, entre otras cosas porque hubo adivinadores que así lo predijeron, como el lanzamiento de esa corriente en favor del jefe de Gobierno. Y sí, es verdad, la reunión tenía rumbo, pero de ninguna manera podía tener fin.
El asunto es sencillo: ningún chucho se atreve a ofrecer apoyos sin que medie una transacción que los beneficie; es decir, no dan paso sin huarache, cosa más que sabida, aunque exista quien no lo entienda.
Y ese mal, el de mercachifle, es el que ha marcado, y para siempre, la actividada política de ese grupo. Por eso hubo quienes pensaron que Marcelo Ebrard había caído en la tentación y que se tenía amarrado un acuerdo para que alguno de los chuchos lograra su apoyo para lanzarse como candidato a la jefatura de Gobierno. ¡Imagínese!
Hay quien dice que el asunto fue así, y que a Marcelo le dieron algunos días para pensar su decisión. Los jefes de la tribu proponen, según nos dijeron, que Ortega o Navarrete se conviertan en la opción de Ebrard para la ciudad de México, a cambio de un titipuchal de votos que Nueva Izquierda compraría entre los más pobres del país.
Puede que no sea cierto, pero suena al modus vivendi al que nos tiene acostumbrados ese grupo, que no conoce otra forma de ganar elecciones o de acercar votos para sus compradores. Lo malo para ellos es que el jefe de Gobierno no ha puesto a la venta la ciudad, ni su futuro, que caería en desgracia con cualquiera de esos dos que pretenden gobernarla.
Aunque, hay que decirlo de una buena vez, ni Ortega ni Navarrte tienen la menor posibilidad de ganar una elección en la capital del país, por más que cuchareen las encuestas. En la ciudad de México se sabe, con meridiana claridad, qué es y qué rumbo tiene ese grupo. Por eso mismo Jesús Ortega ha fracasado en cada una de las elecciones en las que ha buscado gobernar el DF, y Navarrete no es más que lo mismo.
Pero la estrategia de quienes administran a Nueva Izquierda es abrir el apetito de los compradores, y ellos saben vender. Pero además, y eso se debe tener en cuenta, si existe un comprador que oferte más, no importa el signo partidista, pues el grupo se carga de ese lado y ya, sin remordimientos, sin problemas.
Por ello se debe tener en claro que lo que el chuchismo no puede ofrecer, porque de ello carece, es legitimidad, y un gobernante sin esa fuente de poder no avanza y comete, paso a paso, errores que siempre resultan graves en contra de los gobernados, y si no lo creen, nada más pregunten por los rumbos de Los Pinos, para tener seguridad.
En fin, será el propio Ebrard quien con la mano izquierda sepa torear la oferta para deslindarse del desprestigio, de la mala fama de quienes pretenen lanzarlo como su candidato, siempre que exista transacción, porque eso sí, quien anda con chuchos, aprende a caminar chueco.
De pasadita
El episodio de ayer en Cuajimalpa deja en claro que existe un vacío de autoridad no sólo del aparato de seguridad del DF, sino del organismo gobernante en la demarcación. Si la gente actuó con la furia que ahora conocemos no es porque sus contactos con el gobierno delegacional sean estrechos. Es claro que esa gente se siente sin gobierno y por eso toma la ley en sus manos. Pasa en Cuajimalpa, pero también en buena parte del país. En esos dos ámbitos gobierna el PAN. ¿Será sólo coincidencia?