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Presentaron libro de Fernando Díez de Urdanivia, publicado por Editorial Luzam

Reivindica autor al albur como expresión cultural
 
Periódico La Jornada
Sábado 11 de junio de 2011, p. 4

El albur mexicano es una esgrima verbal, un juego en el que se vence sin derramar sangre. Constituye parte consciente o accidental de lo que decimos; utiliza términos indecentes, quiere vulnerar al prójimo desprevenido, pronuncia obscenidades necesarias; sin embargo, su esencia está en la oportunidad ingeniosa y no en la ocasión innoble. El buen juego alburero puede ser altisonante, pero no lépero.

De esa manera define el escritor, investigador y músico Fernando Díez de Urdavivia, autor del libro Su majestad el albur, el cual fue comentado por Sergio Corona, Alberto Dallal y Héctor Anaya, la noche del jueves en la Casa Universitaria del Libro.

Publicado por Editorial Luzam, el volumen pretende la vindicación del albur como muestra mexicana de ingenio y cultura. Quitar de la mente de muchas personas que el albur es de gente soez y lépera.

Lamentablemente hoy día el albur es una realidad muy devaluada, abundó Díez de Urdanivia, porque se piensa que es un patrimonio de groseros. Y en ello hay algo de razón porque el albur, el cual originalmente es un juego de palabras absolutamente limpio, se ha convertido en una retahíla de leperadas y la gente cree que así es.

Los albures, apuntó el autor, no son cosa de castas y su ejercicio no requiere grados universitarios. Lo insignificante, lo grosero, lo tosco e indecente atribuido al albur se convierte en algo sociable mediante el ingenio. El albur limpio es muestra de madurez y cultura. Su ingrediente básico es el ingenio, cuya ausencia puede traducirse en ofensa que desvirtúa el destino del albur.

Y como a travieso no le ganan, Héctor Anaya en la presentación del libro se la sacó comentando: como todo juego de humor, el albur requiere de una víctima y siempre la más propicia es la más débil, la más frágil, la que menor resistencia puede oponer, por falta de pericia o de malicia o por ignorar que toda respuesta a un albur que exceda de un segundo, ya es rencor.

Dura se la pusieron a Sergio Corona cuando fue invitado a escribir el prólogo del libro, apuntó el propio actor, quien considera que la vulgaridad (en el albur) estriba en explicarlo.

El albur es un vicio y un arte, comentó Alberto Dallal, y se declaró culpable de tan obsesiva enfermedad.

“Los enfermos que padecemos este vicio socialmente notable, nos damos cuenta de que en las instancias ‘decentes’ y ‘cultas’ resultamos enclaves, ‘mal vistos’, ‘pelados’, vulgares, agentes encubiertos de la malignidad.”

No obstante, destacó Dallal, sumimos siempre nuestra disfrazada varita mental en las esferas de la decencia.

Héctor Anaya, en su momento concluyó: “En el México malicioso todo es albur, si bien se fija uno. Cuando una desconocida secretaria contesta innumerables llamadas telefónicas y en el agobio nos dice: ‘me permite un segundo’; uno puede ‘con todo respeto’ preguntarle por desmemoriado: ‘¿pues cuando fue el primero?’, o aclararle ‘con buenos modales’ que un segundo no se solicita, sino que se merece”.