Marcar distancia
Áspera relación
a pregunta era: ¿Marcar distancia o reventar una confrontación pública?
La segunda opción dejó abierto el camino para un posible intercambio de ideas que podría, incluso, llegar a establecer un arreglo de mutuo respeto entre las partes, sin sometimientos, sin vencedor ni vencido.
Nos referimos, claro, a los hechos que marcan el horizonte de los derechos humanos en el DF, y que ayer quedaron marcados por la ausencia del gobierno de la ciudad en el informe del ombudsman capitalino y la presentación, casi en paralelo, del plan por los derechos humanos que ayer mismo promulgó el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard.
El distanciamiento es un hecho irrebatible. Si bien es cierto que el anterior mandatario de la ciudad, Andrés Manuel López Obrador, tampoco era un asiduo a estos actos, nunca se dio que mientras uno planteaba una supuesta o real falla en el respeto a los derechos de cada habitante del DF, por parte de la autoridad, el gobierno iniciara por la suya una serie de acciones encaminadas a fortalecer el entendimiento entre gobierno y gobernados, sin la participación del organismo encargado de cuidarlos.
La distancia, si así podemos llamarle, entre los dos principales actores de este conflicto –el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, y Luis González Placencia, ombudsman de la ciudad–, se dio, según se cuenta, no hace tanto, pero de forma definitiva, cuando menos hasta ahora.
Se dice que un día de enero, una noche, para ser más exactos, esos personajes se reunieron en las oficinas de Ebrard para discutir sus posturas respecto de algunos temas que serían causa de recomendación por la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos. Ebrard quería que González Placencia estuviera enterado de los porqués de varias de sus acciones.
González Placencia no solo aceptó la invitación, sino escuchó los argumentos que durante la charla, o lo que hubiera sido, defendió Ebrard. Aunque no mostró mayor resistencia a las explicaciones, según nos dicen, González Placencia aseguró que detendría las recomendaciones para hacer una análisis de mayor calado a los diferentes puntos tratados.
Pero el asunto no fue así. A su salida de las oficinas del jefe de Gobierno, Luis González Placencia citó a los medios, a la mañana siguiente, para darles a conocer con mayor profundidad lo que esa misma noche se había difundido mediante un comunicado oficial: su recomendación al asunto de la supervía poniente, según nos cuentan.
Desde aquella vez, las cosas ya no caminaron, la relación entre la CDHDF y el gobierno central se volvió áspera, la información ya no fluyó como debería, y cada quien jaló para su rancho.
En el plan que presentó el jefe de Gobierno va la opinión, se dijo, de más de 400 organizaciones defensoras de los derechos humanos, y aunque la comisión participó durante un buen periodo en el trazo de ese plan, que se llevó al menos un año de discusiones, en los últimos toques ya no estuvo presente.
En el gobierno hay la convicción de que, de cualquier manera, la CDHDF estará presente en las diferentes tareas que se propone el plan gubernamental, pero antes deberá existir una reunión que finiquite los desacuerdos, y proponga soluciones al conflicto.
Lo grave del plan de Ebrard es que allí, como lo hizo para apoyar a Calderón en su momento, estuvo Emilio Álvarez Icaza, tejiendo complicidades aunque ´Estas fueran en contra del organismo que alguna vez él representó, siempre que hubiera una cámara o un micrófono enfrente. Ni modo, así se cuecen las habas.
De pasadita
De buena fuente nos enteramos de que Gabriela Cuevas tratará de competir por el gobierno de la ciudad, con la bandera que sea, menos la perredista, por supuesto, y que el camino que más le gusta es el que le ofrece, dicen hasta sus correligionarios, un priísta que comentan se las gasta muy bien en eso de las finanzas. Ya le platicaremos.