Baraja española
Tardía recapacitación
Narcofantasma electoral
GGL: medalla en custodia
os Pinos tiene en España un apropiado referente de lo que puede sucederle a un gobierno cuando no puede cumplir las expectativas generadas (referente pálido en cuanto acá la situación es peor, pues no solamente es el fracaso en el terreno económico, sino el agravante de la violencia extrema desatada y la incapacidad para frenarla y restaurar algo parecido al estado de derecho). Y los ciudadanos de México tienen en esos mismos resultados electorales hispanos una lección oportuna para ir definiendo, en una geometría política a la inversa, con la derecha en vías de despido, hacia dónde desean llevar sus votos y, por tanto, de qué manera desean comenzar a reconstruir al país.
Dejando de lado para efectos de este análisis la valoración que se tenga de 2006 y del arribo de Calderón al poder, lo cierto es que el ejercicio felipista ha sido altamente deficitario y particularmente generador de agravios sociales. No ha cumplido sus propuestas de campaña más llamativas (el presidente del empleo ha provocado lo contrario, aunque seguido hace malabares discursivos y estadísticos) y, sin haberla incluido en sus ofertas ni haber realizado algún tipo de consulta popular o valoración institucional seria, precipitó a la nación a una guerra
que no sólo ha fracasado en cuanto a la consecución de los objetivos trazados, sino que ha sumido al país entero en una pesadilla roja.
Sabedor de que le espera un juicio histórico muy adverso (incluso Diego Valadés ha afirmado a Proceso en su edición de esta semana que podría darse curso a una denuncia penal por la violación constitucional que según sentencia en firme del tribunal electoral federal cometió en 2009, al promover obras de su administración en vísperas de comicios intermedios) y de que ello se podría reflejar con fuerza en las elecciones del año entrante, el calderonismo trata de escabullir el bulto mediante oratoria oportunista, como acaba de suceder en Ciudad Juárez, irónica y cínicamente declarada heroica
por los mismos representantes populares
y autoridades
que han permitido su martirio agudizado en años recientes.
Como si hablara de un gobierno ajeno, o de otra persona, el muy campante Calderón quiso pasar como reflexión propia lo que es una acusación en su contra por la manera torpe y sin previsión con que agitó el avispero nacional del narcotráfico largamente tolerado en una nación que diariamente tolera muchas otras formas de ilegalidad a las que el comandante Calderón ni siquiera ha tocado, ni tocará (corrupción administrativa, delincuencia de líderes sindicales, privilegios para empresarios, por citar algunos): no es posible enfrentar el delito sin considerar la fuerza de la delincuencia organizada
(detonación de inteligencia estratégica que, sin embargo, llega tarde: 40 mil muertos después, con un tejido social e institucional deshecho), a lo que engarzó: y no es posible enfrentar al crimen organizado con un Estado desorganizado
. Para llorar. De verdad para llorar, por tantos muertos y tanta sangre. El comandante en jefe de las operaciones armadas contra el narcotráfico considera, casi cinco años después, que primero debería medirse la fuerza del adversario o, de acuerdo con el lenguaje guerrero, del enemigo, y que a un Estado desorganizado (como el que ha diseñado, lleno de personajes de quinto nivel, ansiosos más de enriquecerse que de recomponer al país, frívolos y ambiciosos en su gran mayoría) no le sería posible enfrentar a los criminales organizados. Snif.
Con tales resultados y tales discursos, el felipismo y su partido alcahuete estarían condenados al fracaso electoral el año entrante. Pero vaga por los pasillos del poder enfermo el fantasma de las tretas extremas que podrían intentarse para no entregar el mando en el momento institucional adecuado: el narcotráfico habría llegado a tales extremos que, ¡caray!, sería inviable realizar elecciones en 2012, pues el poder corruptor, la capacidad de fuego, la inhibición de la libre voluntad, la presión balística sobre los candidatos, las amenazas a los funcionarios de casilla y otras características, propias del mal genio sacado de la lámpara electoral en 2006, harían imposible la correcta emisión y conteo del voto. Lo importante sería que el juramentado panista saliente impidiera así, con las armas extraoficiales en la mano, el retorno del PRI a Los Pinos y cerrara el paso a la opción lopezobradorista en curso creciente. Chido.
En medio de esas especulaciones extremas continúa apareciendo una carta muy jugada, justamente la de quien encabeza las operaciones de control del mencionado narcotráfico, el ingeniero García Luna que, a contrapelo de los procedimientos legislativos necesarios para aceptar y usar condecoraciones de gobiernos extranjeros, fue a Colombia y a sus pistolas recibió una medalla de significativo empuje político y electoral, pues quien fue en aquel país algo parecido al propio Genaro ahora lo preside y en un guiño sin inocencia premia
al mexicano que, al regresar a su patria, ha declarado que, en realidad, aceptó la presea en custodia
, como si la declarara bajo arraigo y la pusiera en la vitrina de alguna casa de seguridad.
La descomposición y las provocaciones continúan, como puede verse en el asesinato en Naucalpan de un general de división que pasó a retiro hace muy pocos días y que luego de un supuesto incidente vial fue baleado. El general Jorge Juárez ocupaba a inicios de este mes la Oficialía Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional, pero antes había encabezado fuertes acciones contra el narcotráfico, como sucedió en 2008, cuando tuvo a su cargo la Operación Conjunta Chihuahua, que abarcaba a esa entidad más Durango y Coahuila.
¿Se podrá votar, como en España, y cambiar el escenario político pacíficamente? ¿La derecha mexicana, como la izquierda española, dará paso al cambio? ¿El voto mexicano de la inconformidad será derivado hacia el priísmo, que promete reciclamientos pacificadores, o irá hacia una izquierda provisionalmente reunificada? ¡Hasta mañana!
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